miércoles, 18 de julio de 2012

Hermano… ¿y usted, dónde se congrega?


Hermano… ¿y usted, dónde se congrega?
Escrito autóctono

“…no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre…” Hebreos 10: 25a

En todos mis años como miembro de una iglesia, cada vez en que conocía a otra persona que profesaba mi misma fe, casi sin falta como pregunta obligada en la conversación surgía la consabida expresión “¿y usted dónde se congrega?”

He intentado descifrar la razón de la pregunta que hacía y me hicieron cientos de veces sin hallarle motivo válido alguno. Quizá quería asegurarme de que aquella persona estaba obedeciendo la Palabra y asistiendo a una buena iglesia, estaba sujeta a un pastor o quizá para ir a visitarla alguna vez allí. Quizá quería ver cuán orgulloso se encontraba del sitio al que iba y lo bien que hablaba de ese lugar. La verdad que entre más conocida la iglesia o el pastor mucho mejor. Realmente no sé cuál sería el interés pero al fin, aunque conociera o no la existencia de su grupo, me daba por satisfecho si todo apuntaba a que era alguien que se congregaba de la manera que yo lo hacía.

Una respuesta diferente a la pregunta, representaba la duda de la cristiandad y el conocimiento doctrinal de aquel supuesto hermano. Le miraba raro, como si fuese un hereje; y como si estuviera a las puertas del infierno le aplicaba en forma punzante las palabras del conocido versículo.

Es interesante que mi preocupación por su respuesta no hurgaba en la cantidad de veces que se congregaba por semana, tampoco si era un miembro activo real de esa congregación. No entraba a averiguar si mantenía buenas relaciones con los hermanos o los líderes de aquel lugar, ni si realmente llenaba sus expectativas y necesidades espirituales.

Pero lo que más llama la atención es que daba por sentado sin temor a equivocarme que la única y bíblica forma que existía de congregarse era ir a una iglesia.

Dónde basábamos tal afirmación?

Nunca nos preocupamos por averiguar por qué congregarse e ir a la iglesia eran sinónimos para nosotros.

Comencemos por comprender que en ninguna parte de la Biblia existe el concepto de “ir a la iglesia”. Y no existe porque está claro que se le llama iglesia al cuerpo de Cristo conformado por personas. Lo sabemos; es decir, iglesia no es un edificio físico con paredes, bancas, altar, púlpito, instrumentos, etc, sino quienes llegan allí. Pero si rápidamente le pido que me dibuje una iglesia, lo más seguro es que hará una casita con una torre y una cruz en su punta (¿¿¿¿????).

Pero usted me dirá, -bueno estamos hablando del ir al templo-. Sin embargo en ninguna parte del Nuevo Testamento se invita a los creyentes a asistir a un templo como lo conocemos hoy ni similar. Por qué? Porque los únicos que los tenían eran las religiones paganas para sus dioses y los judíos que iban al suyo en Jerusalén. Además, si quiere un templo verdadero y vigente hoy en día, déjeme recordarle que la Palabra también le llama así a los creyentes (personas de carne y hueso).

Pero entonces ¿cómo aplicamos el versículo en cuestión con el cual se “apuñala” verbalmente a quien “no se congrega”.

Bien, muy sencillo. Congregarse es simplemente juntarse con los hermanos. Dónde? En cualquier sitio. ¿Es eso bíblico?.

No lo digo yo, lo dijo Jesús mismo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" Mateo 18: 20. ¿Acaso debemos adherir con pegamento la palabra iglesia aquí? Habrá quienes la vean con todo y paredes, bancas, altar, púlpito, instrumentos y demás en este versículo y en el de Hebreos.

Entonces, ya que lo comprendemos… ¿no cree que así como hay un gran sector del cuerpo de Cristo que se congrega en un local como en el que usted asiste que dicho sea de paso no debería llamarse iglesia, igualmente hay un gran sector de su cuerpo que tiene las cárceles, las oficinas, un aula de alguna institución, una casa, el parque, la calle, o cualquier otro sitio para juntarse con sus hermanos como iglesia que son y juntos glorificar al Señor y edificarse los unos a los otros?

Podría argumentar más, con argumento bíblico, práctico, histórico y hasta arqueológico sobre lo que es y significa congregarse -en otro momento lo haré-, pero es suficiente por ahora animar su corazón en la invitación que también nos hace la Palabra a no dejar de congregarnos y no hacerlo por costumbre sino para lo que la Palabra indica que debemos hacerlo. Además es tan bueno que allí, a ese juntarse genuinamente con los santos, es en donde envía el Señor bendición y vida eterna (Salmo 133:1-3).