Se busca iglesia (8º parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Cuando el Señor nos llamó a esta vida, ni siquiera lo
estábamos haciendo junto a otros. Sólo que Él permitió que nos detectáramos y
empezáramos a caminar juntos para comprender por la experiencia de cada cual
qué era lo que nos estaba ocurriendo. Creímos vital ir a un lugar a donde
pudiéramos experimentar una reunión como la describe el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento. Una reunión sin programa, totalmente comandada por el Espíritu de
Dios.
En aquel entonces nos agobió no poder encontrarla. Hoy
comprendo la razón del por qué no pudimos hallarla. Fue plan de Dios. Si la
hubiésemos encontrado, ni la hubiéramos entendido; ni la hubiéramos apreciado. Muy
seguramente hasta nos hubiera asustado. A la verdad no estábamos listos ni
comprendidos de lo que era la iglesia del Señor ni su funcionamiento. Todo lo
que teníamos era información y con eso no se puede hacer nada.
Además, algunos lucíamos golpeados por el sistema
iglesia; hallarla hubiera sido ingrato para con los hermanos. Tener que lidiar
escuchando un cúmulo de malas experiencias y encima cargar con nosotros. ¡Qué
mal! Si teníamos que ser sanados unos más que otros, no tenían que ser ellos
los que se emplearan a fondo en tal labor y terminar siendo nuestros “paños de
lágrimas”. Eso tenía que resolverlo el Señor con cada uno de nosotros
respectivamente. Así que hoy doy gracias al Señor que guardó a sus santos de
nosotros. Es maravilloso comprenderlo hoy.
A algunos nos tocaría prácticamente quedar solos por
mucho tiempo. También ahora sé que fue propósito de Dios que “invernáramos”
para que en quietud y totalmente dependientes del Señor pudiésemos conocerle
como hasta entonces no hubiera sido posible.
Aquí es donde considero que es muy, pero muy peligroso
sacar a alguien del sistema iglesia, porque a la verdad su motivación puede ser
otra y no necesariamente algo que esté haciendo el Espíritu. Es casi seguro que
en un tiempo desista sin comprender nada y finalmente no vuelva a nada. Muchos
en esa condición pudieron sentirse hasta engañados. Hay que tener muchísimo cuidado.
Para nosotros en aquel entonces, fueron tiempos en que
debíamos desaprender lo que sabíamos e iniciar de cero literalmente. Eso era
muy duro, pues muchos nos enorgullecíamos de ser muy conocedores de la Palabra
y algunos hasta ostentaban títulos teológicos.
Cuando fue el tiempo que Dios había dispuesto,
entonces Él fue acomodando las piezas para cada uno de nosotros y a lo largo de
estos años todavía hay cosas en que percibimos que continúa completando su obra. Hemos aprendido
que lo que Él hace trasciende a nuestra impaciencia y a nuestras formas.
Usted me dirá: “¿pero cómo es posible que Dios someta a
un período de “hibernación” a alguien sobre todo con este mundo perdiéndose?”
Simple, porque ya tienen un Salvador que es Cristo. Aún él debió esperar hasta
los 30 años para comenzar su obra. Cualquiera podría decir que El Señor ya
estaba listo para predicar su mensaje desde que tenía los 12 años (momento en
que un judío adquiere la responsabilidad de ser adulto y en su caso dejaba
boquiabiertos a los doctores de la Ley con su conocimiento). Pero para Dios
faltaban 18 años.
¿Cuántas personas murieron sin oír su mensaje mientras
Él simplemente crecía?; ¿Cuántos perdieron seres queridos y no hubo quién los
resucitase?; ¿Cuántos enfermos padecieron sin ser sanados, o ciegos que nunca pudieron
ver? ¿Cuántos aprisionados por males, no pudieron recibir la libertad que sólo
Él podía darles? Pero Dios ya tenía un tiempo específico para Él, quien no
necesitó más de 3 años para realizar la obra que aún 2000 años después continúa
conmoviendo al mundo y siendo tan efectiva como cuando Él estuvo entre nosotros
sin que conozcamos todo cuanto dijo e hizo (Juan
21: 25).
Continuará…