sábado, 24 de octubre de 2015

Conversaciones de iglesia (7º Parte)



Conversaciones de iglesia (7º Parte)
Escrito autóctono

Continuación…

En ninguna forma nada de esto pretende lavar la voluntad de nadie de “asistir a su iglesia”. Únicamente brindarle la perspectiva real de las cosas que de por sí está a la vista de todos si las analizamos conscientemente. No oculto mi intención -como hasta aquí no lo he hecho- y es que la libertad se extienda ante nuestros ojos tan amplia como es y según hemos sido llamados a ella conforme dice la Palabra. Nadie debía sentirse ni terminar siendo por un lado esclavo de doctrinas o movimientos humanos, ni por otro un “Llanero Solitario” como para vivir separado de los demás (ambas cosas son diabólicas). Esta información debería concientizarle primero en quien es usted y segundo en la gran familia que tiene por todas partes para compartir con ellos. 

Retornando a lo que nos enseña la Escritura, pensemos por un momento: ¿cuántos hermanos creyentes podrían haber diseminados en regiones tan grandes como Colosas, Corinto, Tesalónica, Efeso, Filipos, Galacia, etc?. Note por ejemplo que Pablo escribe en una parte carta para la iglesia…en Corinto (1º Cor.1: 2), y en otra para las iglesias de Galacia (Gálatas 1: 2); (Pruebe decir “cuerpo de Cristo” en el primer ejemplo a ver cómo le suena) ¿Verdad que sonaría extraño decir “cuerpos de Cristo” en el segundo cuando aparece "iglesias" (forma plural)?

Sin duda habría muchos hermanos con iglesia en sus casas en Corinto y Galacia, pero ninguno de ellos se autoconsideraba independiente o que conformaran un grupo de muchas iglesias de corte denominacional.

Lo mismo con Juan en Apocalipsis y el mensaje a las 7 iglesias. Decir “la iglesia en Efeso” (Apoc. 2: 1), o “la iglesia en Pérgamo” (2: 12),  por mencionar solo dos de las regiones, no se refiere a que existiera un único grupito de hermanos en cada una de estas regiones tan grandes, ni que fueran independientes de los demás grupos de hermanos en la misma región o de las otras regiones. Imagine áreas tan extensas con un solo grupo local cada una. Es absurdo. Se refiere a 7 lugares o regiones bastas en que estuvieron distribuidos los hermanos de esa gran zona de Asia menor (hoy el oeste de Turquía). No dice “Escribe al ángel de las iglesias en…” sino “al ángel de la iglesia en…” denotando entonces un mensaje para toda la iglesia (muchos pequeños grupos de hermanos) de cada región.

Tampoco nada, ni en el contexto, ni en el léxico usado por Juan, nos induce a creer que el mensaje especificado, se estaba enviando a una sola pequeña agrupación de entre las muchas agrupaciones de hermanos que había en cada gran región mencionada. Querer hallar en la biblia la figura organizacional y denominacional que pluralizó a la iglesia en un panel de pequeños subgrupos independientes unas de otras o  denominacionalmente divididas tan común hoy día, es como querer hallar el eslabón perdido. Sabemos que no existe.

¡Cómo cambiaron las cosas! ¿No es cierto?

Según nos comunica la Escritura, el Señor había detectado un problema característico que tenían los grupos de hermanos de cada región según sus límites geográficos.

Bueno, de todas formas es que así es como trabaja el reino de las tinieblas. Afecta no a un grupo sino a todos los grupos de una zona con el mismo mal, que muy bien puede ser diferente al mal con el que está afectando a otros grupos de otras zonas.  Sucede tan similar a como se posiciona una filosofía de pensamiento político en una región tan diferente a otra contigua, dividida solo por una línea limítrofe imaginaria.

En cierta oportunidad los discípulos en una reacción muy humana, quisieron acaparar para sí lo concerniente a la ministración sin permitir que nadie fuera de su círculo pudiera operar. Al consultarle al Señor a manera más bien de denuncia, Él les respondió que no se lo prohibieran pues quien no era contra ellos, por ellos estaba. (Marcos 9: 38-40). También muy similar a las palabras dichas por el Señor en otra oportunidad cuando dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Mateo 12: 30)

Esto debería hacernos una vez más reflexionar, pues en un afán de organización nos dividimos a través de siglos, desparramamos más que unirnos. Proliferó y se hizo más fuerte la interpretación individual de las doctrinas bíblicas en cada organización por lo que la separación fue mayor teniendo diferentes criterios entre nosotros. Hoy muchos luchan por acercar a cada movimiento pero la verdad es que el daño está hecho. Se pueden “sentar” a conversar, pueden coincidir ocasionalmente y hasta realizar cosas juntos pero a la verdad cada quien continúa en lo suyo.

No hablo de religiones diferentes; allí no hay nada que hacer. Hablo de cristianos, personas que se dicen tener la misma fe pero en la práctica parecen ser de bandos diferentes. Porque igual, normalmente si estás acá no te permiten trabajar ni servir allá por “disposición” de los líderes o conforme a los “preceptos escritos en piedra” de cada denominación; salvo que te estés trasladando a donde ellos y cumplas con un tiempo prudencial de asistencia y membrecía fiel.

Otra vez, no se trata de personas sin fundamento que andan haciendo lo que se les da la gana en cualquier parte.

Pero la funcionalidad en el cuerpo de Cristo no tiene ni debe tener regulaciones humanas.  Porque el cuerpo de Cristo no es, nunca fue y jamás será, una organización denominacional humana.


Continuará…


sábado, 17 de octubre de 2015

Conversaciones de iglesia (6º Parte)



Conversaciones de iglesia (6º Parte)
Escrito autóctono

Continuación…


La Palabra de Dios llama a la iglesia “El cuerpo de Cristo”.

Entonces al mencionar la iglesia en cualquier parte se refiere a dicho cuerpo, no a muchos cuerpos. Si cada vez que la Palabra de Dios usa los términos “la iglesia” o “las iglesias” y colocamos allí “el cuerpo de Cristo”, el ejercicio constante de eso nos ayudará a visualizarla y lo que hacía y cómo se mostraba. Inténtelo y notará la diferencia.

Mucho del problema que ha representado referirse a la iglesia en términos denominacionales que a su vez se diluye en pequeños grupos institucionales, es lo que ha sembrado en las mentes de las personas por siglos.

Les hace sentir (y eso está tan impregnado en todos como la sangre que corre por sus venas), que tienen una iglesia (note la expresión), que asisten a la iglesia cuando van a un culto en un edificio, que su iglesia abre a cierta hora y cierra a otra, que su iglesia es mejor que la otra que está en la otra cuadra o a la vuelta de la esquina,  (entre otras pésimas formas de asimilarlo).

Entonces cuando alguien por alguna razón tiene un problema en su iglesia, se va para otra. Si la que tiene deja de satisfacerle, busca otra en que “sí esté la unción”; si ya sus líderes no cumplen o dejaron de dar la talla o no le prestan la atención debida, de pronto buscará otros en otra denominación que si lo hagan.

Y en ese “jueguito de iglesias aquí y allá” permanecen toda su vida. Muchos consideran que deben servir a Dios haciendo grande su denominación para que llegue a ser la iglesia más grande y poderosa de una zona de manera que todos sepan que allí si está Dios con ellos.

Terminamos pensando entonces que nuestra presencia y membrecía en una iglesia, va en función de todo cuanto podamos hacer y colaborar para ella porque ese es el reino de Dios y su casa. Cuando no funciona así o dejamos de sentirnos útiles o serles de utilidad a esa organización, nos trasladamos a otra a repetir el proceso.  Cuándo doctrinalmente cambia o no nos parece lo que predica, migramos a otra. ¿Qué queda atrás? Buenos y muchas veces malos recuerdos y hasta enemigos.  ¡Qué horror!

Se da lamentablemente como para colmo de males, que hasta llegan personas a esas iglesias que buscarán la oportunidad de llevarse consigo a todos cuantos puedan dividiéndolas, para fundar sus propias iglesias con aquellos a quienes sacaron. Y el jueguito sigue.

Todo alrededor de entrar y salir de esas iglesias para entrar y salir de otras. (Rol repetible vez tras vez). Van a la iglesia, se alimentan allí, salen de ella al terminar el culto; regresan a la iglesia la próxima vez que halla culto, sirven, salen y se dedican a sus vidas y negocios; entran, continúan, y si de pronto no les pareció algo o tuvieron algún problema, salen y buscan otra porque Dios guarde no “ir a la iglesia”. (¿Le suena familiar?)

Se enfrascan en una clara competencia (no declarada) con otras iglesias, a ver quien logra atraer a mayor cantidad de personas de la zona y quien realiza los mejores programas. Y otra vez, si alguien tiene un problema en una, se va para la otra y los de la otra que tengan problemas allí, se vienen para la una.

Se termina creyendo que todo lo que no sea como eso ni funcione de esa manera, es herético, satánico, diabólico, engaño del enemigo…etc.

Finalmente alguien se cansó del asunto y “se salió de la tal iglesia” y “se fue para el mundo”.

¿Qué pensará Dios al vernos en ese vaivén?

Nadie piensa en función de lo que el Espíritu de Dios hace en su vida para provecho de los demás hermanos que tiene alrededor sin importar su “membrecía”. Nadie imagina siquiera en que tanto allá como acá están sus hermanos y que tiene plena libertad de relacionarse con todos porque son de los mismos. Es la familia -única familia de la fe- que le proveyó Dios mismo.

Si nos quitaran los “nombres” y “apellidos” o si los lográramos suprimir de nuestras esencias, si botáramos las paredes denominacionales, entonces simplemente seríamos la iglesia del Señor y nada más.  ¡Es esa libertad la que algunos temen o no les conviene?

¿Sabe por qué? Porque le han programado para pensar que usted pertenece a un grupo determinado que a su vez pertenece a alguien (que no necesariamente es Cristo aunque le insistan en ello) y forma parte de una selecta organización “celestial”, y que hay personas de Dios que lo cuidan… ¡el problema es que lo están cuidando para ellos!

¿Comprende la razón por la que escribo y lo que nos metieron en la cabeza?

En fin, volvamos nuestros ojos a la Palabra. ¿Qué nos dice ella?


Continuará…

domingo, 11 de octubre de 2015

Conversaciones de iglesia (5º Parte)



Conversaciones de iglesia (5º Parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Alguien aquí podría decir: “Pero es que la sociedad ha cambiado y hoy se necesita por disposición de las leyes que cada iglesia sean organizaciones debidamente conformadas para ser reconocidas”. Le digo que usted está en lo correcto. Y eso es así porque quienes abren una iglesia, por defecto creen necesitar de un local propio para reunir allí a la mayor cantidad de personas que puedan, entonces es un requerimiento tenerla suscrita y cumplir con la ley. Pero, ¿cuándo fue necesario ser reconocidos por el Estado o la ley? No se ve a la iglesia en la Palabra teniendo tal necesidad ni lo buscó porque nunca se consideró a sí misma una sociedad de tipo legal que ocupara dicho aval.

Si usted está en o tiene una iglesia como cualquiera de hoy en día, no debe funcionar fuera de la ley, ni debe buscar liberarse de sus responsabilidades para con el Estado, porque usted forma parte de una agrupación que tiene bienes materiales, maneja finanzas y un local con un nombre que debe ser registrado debidamente pues ocupa un espacio que demanda ser atendido y plantea responsabilidades varias. ¡Así que debe cumplir con las leyes humanas como Dios manda si desea funcionar así!

Pero si un grupo de creyentes simple y sencillamente se reúnen como familias en cualquier lugar, sin ningún nombre, ni están adquiriendo bienes comunes, ni requieren de terreno alguno porque no piensan en construir ningún edificio, ni alquilar local permanente de ningún tipo, solo se ven y se edifican mutuamente donde quieran; entonces no ocupan conformar ninguna figura legal de ninguna clase. La ley no les impide verse como lo sería cualquier reunión familiar o de amigos.

¿Acaso para hacer una reunión en una casa o una fiesta familiar se debe pedir permiso o inscribir la tal familia como una sociedad legal para poderlo hacer? Obviamente que no. Aún cuando fuere en un sitio público, mientras que no se altere el orden y la decencia, nadie solicita ningún permiso ni tampoco se lo piden. Al menos eso es así en los países libres. 

En países en que se reprime la libertad de culto, el crecimiento de la iglesia genuina del Señor se ha dado en mayores proporciones que en países libres, porque de todas formas no hay manera de que se pueda controlar lo que se hace en cada casa de cada ciudadano del país.

La iglesia de la biblia, nunca requirió pagar ningún impuesto de nada como agrupación eclesial, ni hacer gastos de representación de ningún tipo, porque no estuvo en ellos nada de eso, ni pretendieron darse a conocer como un movimiento determinado, ni tampoco exigir derechos de nada. No requirieron afiliarse a ninguna otra organización ni gobierno alguno. La razón, no eran un movimiento eclesial.

Más bien como le ocurrió al mismo Señor, cuando les tocó ser maltratados injustamente, recibieron el daño sin protestar ni manifestarse con pancartas por las injusticias que les hacían. A muchos inclusive les tocó igual que al Señor ofrendar sus propias vidas y morir injustificadamente en el circo romano como si fuesen malhechores o delincuentes.  Cuando abrieron sus bocas, solo lo hicieron para morir cantando. ¡Qué valentía y grandeza de hermanos de los cuales este mundo no era digno!

Pero de acuerdo a su vida normal y en tiempos de quietud, cada hermano pagaba sus impuestos y cumplía fielmente con la ley como ciudadanos comunes y ejemplares como lo podría hacer cualquier otro habitante, más la iglesia como tal nunca fue una sociedad inscrita que perteneciera a nadie. Históricamente no hay nada de eso. Le aseguro que de haber tenido que anotarse ante el Estado para fines de reconocimiento, tenían medios legales para poderlo hacer como cualquier otra agrupación en aquella época. Impresionantemente en ningún documento histórico ni arqueológico se habla nunca de iglesias anotadas como entidades legales por ninguna parte durante sus primeros 300 años de existencia y de haberlo, tendríamos documentos registrales que lo comprobaran. 

Por mucho que nos sorprenda, el imperio romano estaba más organizado de lo que pudiésemos pensar 2000 años después. De hecho mucho del funcionamiento de los sistemas modernos, nacen de la forma en que Grecia y Roma funcionaron, siendo Roma en muchísimos aspectos un Imperio innovador, duradero y exitoso. Y a la iglesia del Señor le tocó manifestarse en su seno y lo hizo y triunfó. 

No nos consideremos los privilegiados de la historia humana solo por estar tecnológicamente más avanzados ni lo demos por excusa para hacer todo lo que se nos ocurra con la iglesia del Señor en estos tiempos.

Hay una forma que nos brinda la misma Palabra de Dios que nos permite comprender el verdadero sentido de cómo interpretar la iglesia. Pasemos a verlo.

Continuará…



sábado, 3 de octubre de 2015

Conversaciones de iglesia (4º Parte)



Conversaciones de iglesia (4º Parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Esa otra entidad muy conocida era la sinagoga. Según la información que da la Palabra de Dios, tenían a uno o varios Principales que hacían las veces de encargados de ellas y que se muestran aún como quienes definían el orden de sus liturgias en muchos casos y permitían la participación de quienes enseñaban o no en ellas. Recordemos que las sinagogas eran los locales en que las personas tenían la oportunidad de escuchar enseñanzas de maestros rabínicos, debatir sobre doctrina, leer y comentar las Escrituras pues mantenían copia manuscrita en cada una de ellas y por eso eran espacios diríamos más abiertos aún para servir. Su función era que la Palabra de Dios pudiese estar más cerca de las comunidades hebreas en todo el territorio del Imperio Romano por lo que las habían no solo en Israel sino diseminadas igualmente por muchos lugares, hasta en sitios recónditos. Sus indicios arqueológicos se conservan hasta el día de hoy.  No se requerían demasiados judíos para obtener el aval de las autoridades para poder fundar una sinagoga. Sobre cómo funcionaban, hay basta información disponible. Es importante aclarar que no eran vistas ni fungían como iglesias al estilo de hoy, tampoco eran pequeñas continuaciones del templo judío, ni siquiera significaban la casa de Dios.

Ahora, ¿quiénes son los principales que se nombran en las Escrituras? Su nombre y características nos lo dicen: personas importantes, influyentes y de reputación, normalmente adinerados, poseedores de propiedades y ampliamente respetados en sus comunidades. Los había romanos y también judíos. Eran invitados constantes a fiestas y otras actividades de importancia. La biblia muestra cómo muchos de ellos llegaron a formar parte de la iglesia pues creyeron al evangelio. Esto no  quiere decir que dejaban sus riquezas pues inclusive algunos de ellos podían ser llamados por Dios a la labor misionera y muy seguramente ahora también la utilizaban para colaborar en la obra. Hechos menciona dos que fueron compañeros de Pablo y Bernabé (Hechos 15: 22). Pero note qué interesante, el pasaje no dice que eran principales sobre los hermanos sino entre ellos, lo que nos permite entender por cierto que ninguno ni funcionaba como en los establecimientos seculares ni se aprovechaba de su posición económica como para sentirse más que ninguno de los otros creyentes. Más bien se sentían totalmente disponibles para la obra si así Dios les necesitaba. Además no debemos pasar por alto que el pasaje solo está haciendo alusión a cómo se les conocía a personas de esa índole que en este caso acompañarían a los apóstoles en sus viajes misioneros, no a que poseyeran un puesto de principales en la iglesia pues a nadie en ella por ninguna parte se le llamó jamás “principal” de esa manera en la congregación.

La sinagoga, no era la única institución con un rol autónomo que reunía personas alrededor de doctrina. También existían las escuelas de enseñanza filosófica que tenían quien las dirigía y para identificarlas tomaban el nombre de su encargado como pila. La biblia menciona la de Tiranno (luciendo claramente el nombre de su encargado) Hechos 19: 9.

Entonces, siendo una costumbre tan común, llama la atención que nunca se habla de la iglesia en términos ni siquiera parecidos, es decir nadie dice: “Pedro u otro, principal de la iglesia de Jerusalén” ni “la iglesia de Pedro o la iglesia de Pablo”. Tampoco Pablo en toda la doctrina de iglesia que escribe, manda nombrar principales en ninguna de las iglesias que funda, ni a establecer a nadie en un puesto equivalente.  Es algo que no se ve en la iglesia en general de la Palabra. ¿Por qué hoy sí? De hecho hasta a muchos les nombran como líderes  por su potencial económico.

De nuevo, con esto nadie pretende desestimar a pastores o líderes eclesiales modernos, no estamos en eso, solo que una vez más la Palabra nos brinda la información necesaria que nos permite entender que la labor pastoral y de dirigencia de la iglesia en aquellos tiempos, no se equipara a la de hoy. Así que de la biblia no sale tal costumbre.

Pero continuando con la forma bíblica de referirse a la iglesia, la Palabra utiliza el nombre de la región en que están distribuidos el grosor de los hermanos que la conformaban; y para referirse a un grupo más pequeño de hermanos en aquella región (aquellos que se reunían juntos por vivir cerca entre ellos), entonces se apelaba a la casa donde se reunían, haciendo clara distinción entre el dueño de la casa y el cuerpo de Cristo que se reunía en esa casa como ya lo vimos. Y al no tener nombres, nadie se sentía formando parte de un grupo individualizado, ni requerían nombrar a nadie como su encargado, ni referirse como pertenencia de nadie, ni ni registrar en grupo como asociación legal; eran simplemente la iglesia en cualquier parte, cuyo único dueño era Cristo. ¡Gloria a Dios!

Hoy, si alguien abre una iglesia como se da en incontables ocasiones, lo primero que hará es patentarla con un nombre de fantasía y colocarle un líder que generalmente resulta ser él mismo, para que se sepa quién está a cargo. Esto asegurará que se la pueda ubicar y diferenciar de las otras que pudieran estar cerca, no solo por cómo se llama sino también por la persona que deben buscar para cualquier asunto que le competa y por cierto para diferenciarla doctrinalmente de las otras si fuese necesario.

Si hablamos de organizaciones “serias”, hacen algo similar. Abrirán una iglesia y le pondrán el nombre de su organización como respaldo para que se sepa a qué denominación pertenece o está detrás y por supuesto, asignarán uno de sus líderes para que tome cargo de ella. Luego vendrán los nombres de fantasía para terminar de completar su identificación.

El rol se repetirá con mínimas diferencias si se trata de un grupo de personas que buscan una organización que les “apadrine”. Esta les “cubrirá” -como sabemos que pasa-, confiriéndoles su nombre de pila, colocándoles un nombre de fantasía y un líder vasallo suyo que tome el cargo, protegiéndola como su pertenencia. Claro, a cambio de sumisión total y sostén.

Pero al hacer una investigación sin prejuicios para saber qué es lo que comunica la Palabra de Dios y no lo que ya de antemano queremos que nos diga, vemos que la forma que ella expresa no tiene por ninguna parte nada que ver con las formas y figuras de la iglesia moderna.

Nos preguntamos entonces, ¿de dónde salieron esas formas?, ¿quién las impuso?, ¿Cuándo se santificaron y tomaron el lugar de las sanas formas que mostraba la Palabra?

Continuará…