Ya que Dios no
nos hizo Robots... (15° Parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Para
asegurarle a la libertad el máximo de su potencial, existe la Justicia. Si
alguna libertad se acoge a las reglas y otra no, no puede operar la Justicia.
Cuando la balanza de la libertad se inclina hacia uno u otro lado beneficiando
el deseo antojadizo de unos en detrimento de otros, entonces se produce la
injusticia. La Justicia verdadera es imparcial y se basa en las reglas sanas
las cuales están ya dadas para que impere el orden. Y las reglas sanas y
cualquiera que se desprenden de ella deben conservar el espíritu original, sino
pierden justicia.
La Justicia
pone en su lugar las cosas basada en las reglas justas para que haya igualdad
de libertad para todos. Reitero, las reglas existentes definidas ya son justas.
Si alguien no observa las reglas, lógicamente no puede exigir Justicia porque
esta estará en su contra. Ir en contra de la Justicia es ir en contra de las
reglas y viceversa, por lo que se hace imposible vivir en sociedad.
Es
como pretender que a los vehículos grandes o a los pequeños se les juzgue de
manera diferente o se les brinden privilegios a la hora de conducir a unos
sobre los otros solo por las dimensiones o poder del vehículo. Si usted le
permite a los vehículos pequeños circular a la libre, solo por ser pequeños,
rápidamente los verá colisionando entre ellos o exponiéndose a colisionar o ser
colisionados por los grandes. Usted provocó un caos.
Evidentemente
el mal uso que le demos a nuestra libertad, lo que provoca es un peligro y
debemos ser sacados de circulación pero la Justicia vuelve a instaurarnos si
decidimos vivir según las reglas existentes ya definidas que son iguales y
justas para todos.
Dios
me da a conocer las reglas y son suficientes para alcanzar el máximo de mi
libertad. Ignorarlas o crear nuevas a mi propio gusto no solo me pone en una
posición que no tengo de creador. Evidentemente no puedo ser juez y parte a la
vez. Crear reglas ignorando su fuente, de inmediato elimina su espíritu y las
vuelve injustas y estúpidas. Las convierte en reglas muertas que no pueden
valerse de la justicia la cual también es viva.
Dios,
quien gestó las reglas para que el hombre conservara la vida, desea volverlo a
la libertad con la que lo creó, es decir, que volvamos a tener libre albedrío realmente
y no que sigamos por allí como robots haciendo limitadamente lo que es la
voluntad de otros o queriendo vivir una libertad muerta (libertinaje)
convirtiéndonos en un peligro para el resto, creyendo erróneamente que estábamos
ejerciendo nuestra libertad.
Continuará…