domingo, 27 de enero de 2019

Ya que Dios no nos hizo Robots... (15° Parte)


Ya que Dios no nos hizo Robots... (15° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Para asegurarle a la libertad el máximo de su potencial, existe la Justicia. Si alguna libertad se acoge a las reglas y otra no, no puede operar la Justicia. Cuando la balanza de la libertad se inclina hacia uno u otro lado beneficiando el deseo antojadizo de unos en detrimento de otros, entonces se produce la injusticia. La Justicia verdadera es imparcial y se basa en las reglas sanas las cuales están ya dadas para que impere el orden. Y las reglas sanas y cualquiera que se desprenden de ella deben conservar el espíritu original, sino pierden justicia.

La Justicia pone en su lugar las cosas basada en las reglas justas para que haya igualdad de libertad para todos. Reitero, las reglas existentes definidas ya son justas. Si alguien no observa las reglas, lógicamente no puede exigir Justicia porque esta estará en su contra. Ir en contra de la Justicia es ir en contra de las reglas y viceversa, por lo que se hace imposible vivir en sociedad.

Es como pretender que a los vehículos grandes o a los pequeños se les juzgue de manera diferente o se les brinden privilegios a la hora de conducir a unos sobre los otros solo por las dimensiones o poder del vehículo. Si usted le permite a los vehículos pequeños circular a la libre, solo por ser pequeños, rápidamente los verá colisionando entre ellos o exponiéndose a colisionar o ser colisionados por los grandes. Usted provocó un caos.

Evidentemente el mal uso que le demos a nuestra libertad, lo que provoca es un peligro y debemos ser sacados de circulación pero la Justicia vuelve a instaurarnos si decidimos vivir según las reglas existentes ya definidas que son iguales y justas para todos.

Dios me da a conocer las reglas y son suficientes para alcanzar el máximo de mi libertad. Ignorarlas o crear nuevas a mi propio gusto no solo me pone en una posición que no tengo de creador. Evidentemente no puedo ser juez y parte a la vez. Crear reglas ignorando su fuente, de inmediato elimina su espíritu y las vuelve injustas y estúpidas. Las convierte en reglas muertas que no pueden valerse de la justicia la cual también es viva.

Dios, quien gestó las reglas para que el hombre conservara la vida, desea volverlo a la libertad con la que lo creó, es decir, que volvamos a tener libre albedrío realmente y no que sigamos por allí como robots haciendo limitadamente lo que es la voluntad de otros o queriendo vivir una libertad muerta (libertinaje) convirtiéndonos en un peligro para el resto, creyendo erróneamente que estábamos ejerciendo nuestra libertad.

Continuará…

domingo, 20 de enero de 2019

Ya que Dios no nos hizo Robots... (14° Parte)

Ya que Dios no nos hizo Robots... (14° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Dios dispuso reglas justas que proveen libertad total para que no muriéramos al ejercer nuestra libertad. Eso hace a la libertad inteligente, no estúpida. Un Dios definitivamente inteligente que nos creó con libertad, nos enseña la responsabilidad de su uso no para limitarnos sino para potenciarla al máximo en nosotros y que seamos felices.

Al igual que en la vida, la libertad alocada en la carretera de hacer lo que le parezca a cada quien por el disque argumento de ser libre, no permite una buena dinámica de la libertad ni relación con el resto que también poseen y disfrutan el mismo derecho de libertad, sino que ineludiblemente los colisiona o atropella. Entonces tal comportamiento no termina en nada bueno; lleva inevitablemente al desorden, caos y por ende a la muerte.

Crear nuevas libertades a mi conveniencia, no solo termina generando reglas estúpidas que atropellarán a los demás quienes si procedieran de la misma forma entonces se produce que en realidad no exista libertad para nadie. Las reglas necesarias y justas que brindan la igualdad a todos para que vivan en plena libertad y concordia ya están definidas desde el principio, desde que fuimos creados, y siguen vigentes. ¿Por qué? Porque Dios es eterno y perfecto, conocedor de todo, no cambia y nada lo toma por sorpresa. Su ley es viva,  inteligente y sabia, como lo es Él; jamás necesitó ni necesita en ninguna forma adaptarse ni cambiar porque es conocedora de todo así como lo es su Fuente.

Y para asegurarlas existe la autoridad, una que sirve basada en las reglas dadas y suficientes, que en su acción de servir jamás tiraniza sino que procura la vida de quienes las observan. Si alguien no las considera ni quiere vivir por ellas justamente como todos los que sí la observan, sencillamente no puede conducir (vivir en sociedad) disfrutando su libertad, porque al poner en peligro su propia libertad y vida, pone en riesgo la del resto. Entonces hay que sacarlo de circulación. (Continuamos en la carretera)

De nuevo, la libertad genuina no es aquella que hace lo que quiere y cuando se le plazca sino la que hace lo que debe siempre porque: primero le produce bienestar (es decir es placentera ya de por sí) y segundo porque al vivir en sociedad sabe que está por el bien de los demás igualmente. Cuando mi libertad opera sin inteligencia (es decir estúpidamente), torciendo la ley a mi favor, peligra mi vida y la de otros. Cuando la libertad que vivo me beneficia solo a mí, anula automáticamente la libertad de los demás, tiraniza y provoca caos.


Continuará…

domingo, 13 de enero de 2019

Ya que Dios no nos hizo Robots... (13° Parte)


Ya que Dios no nos hizo Robots... (13° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

El poder o tamaño del vehículo no genera una ley para unos y otra para otros en la carretera porque eso provocaría  accidentes y muertes de seguro. Todos se rigen bajo una única ley que regula a todos por igual pues todos gozan de igual libertad.

Imagine si cada quien se hiciera una ley propia para conducir. La carretera sería un caos así como si cada quien interpreta la ley a su propio criterio. Tampoco funcionaría.

La libertad (sabiéndose libre valga la redundancia) se somete voluntariamente a las reglas que existen las cuales están allí para protegerle y salvaguardar su vida. Entonces quienes viven en libertad y la disfrutan plenamente, las respetan para poder seguir conduciendo en libertad. Las observan en su espíritu original de interpretación pues les favorece. Romperlas o darles mal uso es imprudencia que conduce lógicamente a la  muerte.

Se cumple en todo.

Entonces es bueno que existan reglas para vivir en libertad real. Hay que conocerlas para estar consientes de los derechos justos que nos asisten pero también de los deberes justos para el buen ejercicio del conducir en libertad total al lado de otros en exactamente el mismo proceso.

Y si eso es vital en el plano de las reglas humanas las cuales son imperfectas y pueden variar en cualquier momento según las circunstancias y necesidades, ¿cuánto más deberíamos observar y someternos a las reglas perfectas y eternas de un Dios perfecto que no cambia y nos creó amándonos y queriendo nuestra libertad genuina? Él, que nos hizo en libertad, sabía exactamente proveernos las mejores condiciones para que ella fuera total.

Así que haber sido creados con libertad de decidir define responsabilidad de conocer, observar y cumplir las reglas por nuestro propio bien, de lo contrario no duramos y hasta nos convertimos en un peligro para los demás.

Continuará…



domingo, 6 de enero de 2019

Ya que Dios no nos hizo Robots... (12° Parte)


Ya que Dios no nos hizo Robots... (12° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Comprendemos entonces la grandeza de su libertad, permitiéndonos la libertad de decidir. Nos crea, pero nos muestra todas las opciones disponibles. No lo hace de manera irresponsable porque sabe que haciéndonos con libre albedrío nuestra decisión nos puede llevar perfectamente a auto-destruirnos. Aunque no nos ata, nos enseña el resultado lógico o consecuencia de las decisiones que tomemos.

En otras palabras nos concede un vehículo, pero no nos impide usarlo, nos enseña cómo utilizarlo para nuestro bien explicándonos también lo que nos puede ocurrir si lo usamos mal.

¡Qué impresionante libertad!

Lamentablemente aquí saltan los ignorantes que proclaman que lo malo está bien, viven sirviéndose de los demás y tiranizando al resto obligándoles y exigiéndoles que acepten sus libertinajes con la mampara del derecho porque reclaman ser libres. Eso no es ni derecho ni libertad evidentemente, es aberración, cuyo resultado lógico es corrupción (muerte).

Mentes desubicadas y peligrosas para la libertad. El libertinaje (desorden) no hace ningún bien. El poder obtenido tiránicamente (imponiéndose sobre los demás y sirviéndose de ellos) corrompe y lleva a la destrucción.

Por su parte el poder que emerge naturalmente en el servir, construye. Servir no solo es fuente de libertad sino de felicidad. Servir a los demás procurando su bienestar (por supuesto no por imposición a servir sino por amar servir), extiende la libertad y genera ese poder sano en quienes se ejercitan en el servicio hacia los demás.

Una libertad alocada (que en realidad es libertinaje), no hace más que destruir a quien la practica;  igual al que conduce por la carretera sin respetar las señales y reglas de tránsito. Y ya que traigo el ejemplo a acotación, ampliémoslo para una mejor comprensión.

Al crear vehículos para movilizarse, el hombre pronto necesitó leyes que garantizaran el mismo derecho y plena libertad a todos de utilizarlos, obteniendo el beneficio de trasladarse pero sin afectar al resto con el mismo derecho.

Así que todos tienen exactamente la misma libertad en la carretera, total libertad para manejar, pero para ello todos se obligan a observar y respetar la misma ley y considerar a los demás en la carretera independientemente de que posean vehículos de mayor o menor tonelaje así como mayor o menor  potencia que el de los demás.

Continuará…