domingo, 20 de enero de 2019

Ya que Dios no nos hizo Robots... (14° Parte)

Ya que Dios no nos hizo Robots... (14° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Dios dispuso reglas justas que proveen libertad total para que no muriéramos al ejercer nuestra libertad. Eso hace a la libertad inteligente, no estúpida. Un Dios definitivamente inteligente que nos creó con libertad, nos enseña la responsabilidad de su uso no para limitarnos sino para potenciarla al máximo en nosotros y que seamos felices.

Al igual que en la vida, la libertad alocada en la carretera de hacer lo que le parezca a cada quien por el disque argumento de ser libre, no permite una buena dinámica de la libertad ni relación con el resto que también poseen y disfrutan el mismo derecho de libertad, sino que ineludiblemente los colisiona o atropella. Entonces tal comportamiento no termina en nada bueno; lleva inevitablemente al desorden, caos y por ende a la muerte.

Crear nuevas libertades a mi conveniencia, no solo termina generando reglas estúpidas que atropellarán a los demás quienes si procedieran de la misma forma entonces se produce que en realidad no exista libertad para nadie. Las reglas necesarias y justas que brindan la igualdad a todos para que vivan en plena libertad y concordia ya están definidas desde el principio, desde que fuimos creados, y siguen vigentes. ¿Por qué? Porque Dios es eterno y perfecto, conocedor de todo, no cambia y nada lo toma por sorpresa. Su ley es viva,  inteligente y sabia, como lo es Él; jamás necesitó ni necesita en ninguna forma adaptarse ni cambiar porque es conocedora de todo así como lo es su Fuente.

Y para asegurarlas existe la autoridad, una que sirve basada en las reglas dadas y suficientes, que en su acción de servir jamás tiraniza sino que procura la vida de quienes las observan. Si alguien no las considera ni quiere vivir por ellas justamente como todos los que sí la observan, sencillamente no puede conducir (vivir en sociedad) disfrutando su libertad, porque al poner en peligro su propia libertad y vida, pone en riesgo la del resto. Entonces hay que sacarlo de circulación. (Continuamos en la carretera)

De nuevo, la libertad genuina no es aquella que hace lo que quiere y cuando se le plazca sino la que hace lo que debe siempre porque: primero le produce bienestar (es decir es placentera ya de por sí) y segundo porque al vivir en sociedad sabe que está por el bien de los demás igualmente. Cuando mi libertad opera sin inteligencia (es decir estúpidamente), torciendo la ley a mi favor, peligra mi vida y la de otros. Cuando la libertad que vivo me beneficia solo a mí, anula automáticamente la libertad de los demás, tiraniza y provoca caos.


Continuará…