Lo que Dios bendice y lo que nosotros
bendecimos (7º parte) y Final
Escrito
autóctono
Continuación…
Antes
de la cruz Dios había santificado utensilios y muebles, de manera que lo que se
servía en ellos o aquello que llegarían a contener participaba de esa
santificación (Mateo 23: 17 y 19). Sombra
de lo que vendría a hacer Cristo. Todo el que estuviera en Él participaría de
su santificación.
Pero
es importante resaltar que aquella figura fue un trato de Dios para con su
pueblo Israel en esa determinada etapa de la historia. Ningún otro pueblo fuera
de los israelitas tuvo ni tabernáculo, ni templo (uno único) dedicado al Dios
verdadero, ni utensilios aprobados por Dios. Nadie fuera de ellos poseía una
raza sacerdotal que ministrara y administrara lo concerniente a Dios de la
manera que Dios se los había ordenado y que llegó a su fin en la cruz.
Entonces
¿qué hacemos nosotros queriendo darle continuidad a esas cosas o adaptándolas a
nosotros cuando ni siquiera somos judíos? Ahora como lo decíamos, la
santificación opera desde la persona de Cristo para todos los que creen en Él. El
problema es que nos inventamos muchas más cosas de las que ni la biblia habla
ni tampoco nos autoriza a realizar como si siguiéramos en esos tiempos y como
si fuésemos judíos.
Encima la religión ha querido darle un matiz ilusorio a la Cena del Señor, desenfocando
la santidad y colocándola donde no es para justificar santidades inexistentes. Ni
el ritual, ni la copa en sí, ni los utensilios son santos, ni deben ser santificados,
ni se debe creer que podrán serlo. La cruz dejó sin efecto toda santificación
que no sea operada por el Espíritu de Dios el cual vino a santificar a personas
y no cosas.
Hoy
podemos aplicarle hasta una razón lógica. ¿Se vería usted dando gracias a Dios
por el plato o por los cubiertos que usará cuando se va a alimentar, en vez de
hacerlo por los alimentos? Los alimentos son los que le proveerán salud, lo
otro es solo donde se sirven. Aún dar gracias por ellos no los santifica en
ninguna forma, no los impregna de nada espiritual tampoco.
El
enfoque y la centralidad de la Cena es Cristo únicamente. La entrega de su
cuerpo y sangre en sacrificio para nuestro bien.
Por
supuesto participan de ella aquellos que han sido santificados por el Espíritu
de Dios pues lo han sido en el hecho glorioso del significado de los elementos de
esa Cena que es Cristo sacrificado. De
allí se desprende la advertencia que se nos hace al tomarla indignamente lo
cual no significaba necesariamente tomarla en pecado sino algo mucho más serio.
Por un lado tomarse en poco lo sagrado de sus elementos (no el vino ni el pan
sino la sangre y el cuerpo) y por otro, no discernir el cuerpo (1º Corintios 11: 28-31), lo que en otras
palabras quiere decir examinar el cuerpo; la comunión con quienes la tomarán
que forman parte de ese cuerpo (el cuerpo de Cristo). Ya lo decíamos; no se
trata del trillado bendecir a los hermanos, es conocerlos cercanamente, como
una familia real.
¿Discierne
usted al cuerpo (su hermandad para con quienes participan de la Cena al igual
que usted)? No lo saco de la manga. Notemos que esa noche, el Señor hace
alusión al que le había de entregar (¡qué detalle que normalmente se pasa por
alto cuando se habla de la Cena del Señor!). Había un miembro de los presentes
que no estaba en verdadera comunión con los otros aunque estaba allí entre
ellos. Judas Iscariote. El Señor no obvia su Cena por una situación de Judas,
sino lo insta a que termine lo que había comenzado. Y Judas, siendo expuesto,
se levanta y se va.
La
Cena antes que excluir, pretende hacernos meditar sobre nuestra relación con
los hermanos (aquellos que han sido lavados por la sangre del Cordero, por lo
que se menciona la Comunión de la sangre de Cristo). Si algo no anda bien,
debemos inmediatamente arreglar la situación y proceder a tomarla. En un caso
verdaderamente último en que no fuera posible en ese momento, entonces es mejor
apartarse. Esto nos debería llevar a cuidar constantemente nuestra comunión con
los creyentes y a no esperar a la Cena del Señor para hacer conciencia.
Esto
se reafirma en la forma tan clara de expresarlo el apóstol Pablo: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no
es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la
comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser
muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. …”
1º Corintios: 10: 16 y 17. La alusión clara acerca
de la comunión en la cena del Señor es para con los creyentes, nada fuera de
esa relación en comunidad y mutualidad.
Cristo
insistió en el amor entre sus seguidores registrado en no pocas ocasiones por
Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Además Pablo, Santiago, Pedro y de nuevo Juan como
autores de prácticamente lo restante de lo que conocemos como el Nuevo
Testamento, todos sin excepción coinciden en recordarnos que el amor es el
distintivo más importante de quienes se saben discípulos del Señor. De todas
las referencias de mutualidad que aparecen en el Nuevo Testamento, el amor
es de lo que más se habla contando con 40 pasajes y la que más se le acerca es la mutua edificación que tiene
solo 15. Así que si algo define la
comunión de los santos es el amor, parte fundamental del cuerpo de Cristo.
Realmente
es grave si no se tiene conciencia de ello dice la Palabra de Dios (1º Corintios 11: 27-32).
Para terminar, recuerde
que usted ha sido bendecido por el Señor, y cada vez que comparte en mutualidad
con sus hermanos, la bendición se extiende y fluye entre ustedes, a todo el
cuerpo de Cristo.
Bendiga,
hágalo siempre, bendiga de manera natural sin excepción y de todas las maneras
posibles. Muchas más veces en forma material que verbal (Santiago 2: 15 y 16; 1º Juan 3: 17 y 18). Hágalo una práctica
constante, hágalo su estilo de vida. Bendiga así como el Señor lo hace con
usted a cada momento y todos los días de su vida. Bendiga sin esperar nada a
cambio. Hágalo en Nombre del Señor, no en su nombre propiamente como si lo compartido
fuese suyo, porque recuerde que todo usted como lo que tiene le pertenece al
Señor. Por eso lo hacemos en su Nombre y el Señor será el único glorificado y
exaltado siempre en labios de quienes reciban esas bendiciones.
Y
usted se constituirá en objeto de más bendiciones por parte de Él para que
pueda continuar bendiciendo más, mucho más.
Fin.
Próxima Nueva
serie:
“Se busca iglesia”