sábado, 16 de enero de 2016

Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (5º parte)



Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (5º parte)
Escrito autóctono

Continuación…



Usted debe bendecir a todos sin excepción; verbalmente pero en forma material muchísimas más veces. Aunque cualquiera es digno de su dádiva, debe tomar en cuenta primordial y principalmente a los de la familia de la fe (Gálatas 6: 10) obedeciendo la recomendación de la Palabra. Pero debe de tener el cuidado de que esa generosidad que el Señor le capacita para brindar, sea entregada a las personas idóneas puesto que también hay quienes se podrían aprovechar recibiéndola sin necesariamente requerirla dejando a los que verdaderamente la necesitan desprotegidos. Para ello es importante averiguar previamente con hermanos de confianza que ya pueden tener casos identificados.

Pero ¿qué respecto a bendecir cosas o posesiones materiales como muchos que lo practican?

No quisiera dejar una puerta abierta. Creo que debe ser más como una forma de agradecimiento y compromiso consigo mismo y en fidelidad para con el Señor en su uso, pues a la verdad todo lo material que poseemos lo hemos recibido  de su mano. No le dé un misticismo a esa acción como queriendo convertirla en algo sagrado. No lo haga. No piense en santificar sus cosas como quien quiere investirles características particulares y especiales o que queden impregnadas de algún poder como muchos creen que sucede. ¡No es así!; si va a santificar, santifique a las personas, porque para ellas está dirigida la santificación. Si va a bendecir, bendiga a las personas pues es lo que Dios quiere que hagamos. Debe comprenderlo y actuar con toda madurez; la línea que podría confundir a cualquiera es muy delgada. La doctrina Neotestamentaria no registra mandamientos para nosotros al respecto como ya lo comentamos ni tampoco se pronuncia en contra. Esto no nos da licencia en ninguna manera como para andar bendiciendo cosas a diestra y siniestra o usarlo como un juguete de tacto cual si fuésemos el Rey Midas. Muchos se aprovechan del asunto y terminan en engaño. No vemos ni siquiera al Señor en ninguna parte de la Escritura teniendo una práctica de andar bendiciendo objetos inanimados en el relato de su vida. Aquello material que usted quisiera poner en las manos del Señor como su casa, vehículo o posesiones, mientras sean suyos muy seguramente los usará para lo bueno como parte de ese compromiso muy personal que tomó, pero en cualquier momento, usados por otra(s) persona(s), podrían utilizarlos para lo malo. El problema no está en el objeto en sí, sino en la persona, debemos entenderlo. No crea fantasiosamente que “se le quemarán las manos” a alguien que use sus cosas para hacer lo indebido.

En nuestros tiempos, toda práctica que administra poderes a objetos para que tengan influencia de cualquier índole o algún tipo de poder milagroso, es producto más de la ignorancia y parte de prácticas ocultas y malignas como el vudú, la hechicería o la brujería que nada tienen que ver con la sana doctrina que nos dicta la Palabra de Dios. No tenga absolutamente nada que ver con esas cosas, ni tenga en su casa nada que proceda de esas fuentes, ni las lleve con usted, pues Dios mismo las aborrece por todo el trasfondo diabólico de quienes están metidos en eso. Lea lo maravilloso de lo que se produjo en Efeso entre los que creyeron al Evangelio (Hechos 19: 18 y 19).

Tampoco utilice pociones ni aceites raros (aunque las elaboren cristianos) para -según ellos- ungir las cosas y bendecirlas. Nada de eso sale de la doctrina Neotestamentaria. No crea que aunque vengan de la llamada "Tierra Santa" (como agua del río Jordán, tierra tomada de esa zona o aceite de olivo entre otras cosas) van a ser más benditas que de otros sitios o a producir algo "espiritual" en quienes las posean. No se engañe.

Si usted insiste en bendecir algún objeto, quizá necesite ser tratado por Dios en esa parte. Ni se atreva a traer a otro creyente a que ore por sus cosas como si eso fuese a hacer la diferencia.

Si Dios le da una casa, un vehículo o un trabajo nuevo, compartir una comidita con sus hermanos en el Señor por el regocijo de lo recibido no está de más. Una acción de gracias así va más de la mano con el espíritu de la Palabra que echarle aceite y hacerle oraciones o como dicen algunos "pactarlas" con Dios. No raye en lo religioso y profano; le aseguro que no está el Señor en ello.

Continuará…