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HONOR SEA AL SEÑOR POR SU
GRACIA.
Lo que Dios bendice y lo que nosotros
bendecimos (6º parte)
Escrito
autóctono
Continuación…
Si lo que quiere es “pactar” algo, ¿por qué mejor no se pacta usted?; páctese a aferrarse de la Palabra de Dios, a
apasionarse por ella, a obedecerla, a servir a su prójimo, a ser un buen
testigo de Cristo y déjese de tonterías intentando trueques sin fundamento con
Dios.
De
manera que si a partir de la cruz, Dios ya no bendice, ni unge, ni santifica
cosas materiales, ¿por qué vamos a hacerlo nosotros?
La
Palabra de Dios dice que debemos ungir con aceite a los enfermos, (ningún
aceite santo por si acaso) y es algo que deben hacer los ancianos (hermanos
creyentes maduros) para que sean sanados (Santiago
5: 14). ¿Ve que es para personas y no cosas la unción con aceite en
nuestros tiempos? Por supuesto que en un entorno de oración y fe pues tampoco
no es nada mágico.
Por
último, hay un gran detalle que no podemos pasar inadvertido y debemos
aclararlo de una vez y por todas.
La
Palabra de Dios muestra a los hermanos del primer siglo aparentemente
bendiciendo un objeto inanimado (la copa de la Cena del Señor) 1º Corintios 10: 16.
Veamos a qué se refiere esa bendición y no leamos solo
por encima como ocurre en muchos de estos casos.
Tres de los Evangelios (excepto Juan) y además Pablo
en 1º de Corintios, nos relatan detalles de la Cena del Señor. La lectura nos
permite comprobar que en ningún momento se trataba de impregnarle ningún poder
o misticismo a la copa; no hay nada de eso por ningún lado. Tampoco el asunto
se centraba en la copa como tal sino en su contenido. Está claro que es una
bendición verbal resaltando la representación del vino, tal como lo hizo Cristo
el Señor y nos lo enseñó en la última Cena. Eso es todo.
El
Señor nunca detalló nada de la copa. No dio sus características, ni de qué
material era, ni si lucía imponente o bonita en medio de la cena. Tampoco dio mandamientos
que debía ser de algún material específico. Al decir: “esta copa es mi sangre”
nadie cuerdo diría que estaba hablando de la copa sino de su contenido, es
decir, el vino que estaba en ella. Y aunque estaba bendiciendo, nunca dijo:
“bendita mi sangre”.
Bendecir no es necesariamente solo decir “eres
bendito” o “te bendigo”. Solo hacerlo no mueve un dedo por nadie ni se enfoca
en expresar verdaderas declaraciones o más aún, interesarse por las situaciones
del hermano. Decir solo: “te bendigo”, “bendito seas” o el trillado “que Dios
te bendiga”, se transformó en un pinche cliché que solo pretende sonar bonito.
Con esto no estoy intentando eliminar la belleza de las expresiones; decir:
“que Dios te bendiga” ó “te bendigo” no está mal, de hecho desean algo bueno,
pero hoy es usado por cualquiera y ni sabe lo que está diciendo. Estas
expresiones se han prostituido en labios de quienes ni bendicen ni conocen a
Dios y ni mucho menos se interesan si a la persona a la que se lo dicen le hace
falta algo. A muchos de ellos les da lo mismo usar esas expresiones como
maldecir al prójimo sin diferencia alguna. Lamentablemente hoy son sinónimo de
decir: “que Dios haga algo por ti, a mí me importas un comino”.
Pero bendecir verbalmente es hacer una declaración, resaltar
algo relevante y de provecho, y Cristo lo hizo diciendo lo que representaba
tanto el pan como el vino en su Cena y la obra que harían en nuestro beneficio.
Pero no solo lo dijo, lo hizo una realidad. Porque bendecir no es solo declarar
buenos deseos, es procurarlos para quienes bendecimos.
Interesantemente ni el Señor ni sus seguidores
bendicen al pan aunque tiene todas las condiciones simbólicas como lo tiene el
vino. La razón, son una unidad; es Él en esa representación. Su cuerpo no
estaba desligado de su sangre.
Tal
como ocurre con la copa, tampoco la ceremonia en sí es bendecida sino su contenido.
No se ve al Señor bendiciendo ni el momento ni lo que iba a instituir (la Cena)
como tal. Tan solo hizo una pausa en la cena de la Pascua judía para fundar su
propia Cena separando un par de elementos que estaban sobre la mesa. Y de esta
manera declaró el beneficio de su cuerpo y de su sangre ejemplarizándolos en el
pan y el vino. Además dio mandamiento: “Hagan esto en memoria de mí” (Lucas 22: 19; 1º Corintios 11: 24 y 25)
Continuará…