sábado, 23 de enero de 2016

Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (6º parte)



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Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (6º parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Si lo que quiere es “pactar” algo, ¿por qué mejor no se pacta usted?; páctese a aferrarse de la Palabra de Dios, a apasionarse por ella, a obedecerla, a servir a su prójimo, a ser un buen testigo de Cristo y déjese de tonterías intentando trueques sin fundamento con Dios.

De manera que si a partir de la cruz, Dios ya no bendice, ni unge, ni santifica cosas materiales, ¿por qué vamos a hacerlo nosotros?

La Palabra de Dios dice que debemos ungir con aceite a los enfermos, (ningún aceite santo por si acaso) y es algo que deben hacer los ancianos (hermanos creyentes maduros) para que sean sanados (Santiago 5: 14). ¿Ve que es para personas y no cosas la unción con aceite en nuestros tiempos? Por supuesto que en un entorno de oración y fe pues tampoco no es nada mágico.

Por último, hay un gran detalle que no podemos pasar inadvertido y debemos aclararlo de una vez y por todas.

La Palabra de Dios muestra a los hermanos del primer siglo aparentemente bendiciendo un objeto inanimado (la copa de la Cena del Señor) 1º Corintios 10: 16.

Veamos a qué se refiere esa bendición y no leamos solo por encima como ocurre en muchos de estos casos.

Tres de los Evangelios (excepto Juan) y además Pablo en 1º de Corintios, nos relatan detalles de la Cena del Señor. La lectura nos permite comprobar que en ningún momento se trataba de impregnarle ningún poder o misticismo a la copa; no hay nada de eso por ningún lado. Tampoco el asunto se centraba en la copa como tal sino en su contenido. Está claro que es una bendición verbal resaltando la representación del vino, tal como lo hizo Cristo el Señor y nos lo enseñó en la última Cena. Eso es todo.

El Señor nunca detalló nada de la copa. No dio sus características, ni de qué material era, ni si lucía imponente o bonita en medio de la cena. Tampoco dio mandamientos que debía ser de algún material específico. Al decir: “esta copa es mi sangre” nadie cuerdo diría que estaba hablando de la copa sino de su contenido, es decir, el vino que estaba en ella. Y aunque estaba bendiciendo, nunca dijo: “bendita mi sangre”.

Bendecir no es necesariamente solo decir “eres bendito” o “te bendigo”. Solo hacerlo no mueve un dedo por nadie ni se enfoca en expresar verdaderas declaraciones o más aún, interesarse por las situaciones del hermano. Decir solo: “te bendigo”, “bendito seas” o el trillado “que Dios te bendiga”, se transformó en un pinche cliché que solo pretende sonar bonito. Con esto no estoy intentando eliminar la belleza de las expresiones; decir: “que Dios te bendiga” ó “te bendigo” no está mal, de hecho desean algo bueno, pero hoy es usado por cualquiera y ni sabe lo que está diciendo. Estas expresiones se han prostituido en labios de quienes ni bendicen ni conocen a Dios y ni mucho menos se interesan si a la persona a la que se lo dicen le hace falta algo. A muchos de ellos les da lo mismo usar esas expresiones como maldecir al prójimo sin diferencia alguna. Lamentablemente hoy son sinónimo de decir: “que Dios haga algo por ti, a mí me importas un comino”.

Pero bendecir verbalmente es hacer una declaración, resaltar algo relevante y de provecho, y Cristo lo hizo diciendo lo que representaba tanto el pan como el vino en su Cena y la obra que harían en nuestro beneficio. Pero no solo lo dijo, lo hizo una realidad. Porque bendecir no es solo declarar buenos deseos, es procurarlos para quienes bendecimos.

Interesantemente ni el Señor ni sus seguidores bendicen al pan aunque tiene todas las condiciones simbólicas como lo tiene el vino. La razón, son una unidad; es Él en esa representación. Su cuerpo no estaba desligado de su sangre.

Tal como ocurre con la copa, tampoco la ceremonia en sí es bendecida sino su contenido. No se ve al Señor bendiciendo ni el momento ni lo que iba a instituir (la Cena) como tal. Tan solo hizo una pausa en la cena de la Pascua judía para fundar su propia Cena separando un par de elementos que estaban sobre la mesa. Y de esta manera declaró el beneficio de su cuerpo y de su sangre ejemplarizándolos en el pan y el vino. Además dio mandamiento: “Hagan esto en memoria de mí” (Lucas 22: 19; 1º Corintios 11: 24 y 25)

Continuará…