El
precio de vivir la verdad según la piedad. (11° parte)
Escrito autóctono
Continuación.
¿Qué respecto a la fama?
Puede darse el caso de que Dios le use
poderosamente para la gloria de Él. Si es esa la situación, no crea que pasará inadvertido.
Si el Señor hubiese venido en estos tiempos, le hubieran seguido los paparazzi
con sus cámaras, los noticieros habrían buscado registrar sus maravillas en
video; sin duda habría sido llevado a programas de TV para ser entrevistado.
Pero ¿cree que eso hubiera variado su
objetivo? En ninguna manera.
Él no pagaría ni un centavo por
promoverse, ni hecho invitaciones o publicidad para que las multitudes
asistieran a sus reuniones masivas. No hubiese vendido su imagen ni sus
mensajes. No habría procurado ni necesitado nada de eso. Tampoco habría
concertado ningún patrocinio con nadie por su fama en lo absoluto.
Su fama se extendía y le seguía conforme
lo leemos en la Palabra, pero eso no alteraba su objetivo personal ni su trato
para con las personas. Eso no lo alejaba de los más humildes ni de los
necesitados de Dios.
¡Qué maravilla cómo manejó su fama!
Jamás la fama lo manejó a Él.
La realidad que vemos hoy es otra. Si el
mundo lo honra por su fe en Cristo o la forma en que usted se los presenta o dice
vivir el evangelio, algo debe andar mal. Dudo que sea Cristo produciéndolo en
usted.
Porque para el mundo, Cristo es una
locura. Para el mundo, la fe genuina no tiene cabida ni importancia.
Lo digo una vez más, el mundo podría
aplaudir su profesión, sus logros como persona, sus capacidades, pero nunca,
créame, nunca a Cristo en usted. El mundo es enemigo de Cristo y todo lo que
tienda a parecérsele.
El mundo se postra ante el Cristo de la
religión, pero odian al Verbo encarnado. Aman al mentado “niñito Dios”, pero no
quieren saber nada de la obra Redentora de Jesús el hombre.
La filosofía que millones siguen, define
que Dios está bien toda vez que no se meta en la vida; eso sí condicionan su
creencia en Él toda vez que se muestre cuando se le ocupa.
Vivir la verdad según la piedad, no son
apariencias ni máscaras para parecerlo. No es nada plástico. Es vida que se
entiende con la vida. Es vida que huele a vida, no a muerto.
Vivir la verdad que es según la piedad,
es el olor de Cristo en este mundo, aunque el mundo fétido se tape la nariz
pues no resiste el dulce aroma de su Presencia.
Fin.
Próxima serie: Conocer a Dios...pero ¿nos conoce Él?