La Voluntad de Dios para mi vida (13°
Parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Entonces si hay personas en este mundo que
deberían tener clara su Voluntad son sin duda alguna sus hijos pues estos la
saben reconocer y se someten a vivir por y en ella. Ellos son ejemplo al mundo.
Y es que a decir verdad y como comprobará usted mismo mientras lee lo
que quiero compartirle, no alinearlos a su Voluntad va en nuestro propio
detrimento lo que de por sí ya es serio, pero también… ¡cómo le causamos males
a los demás y a todo lo que nos rodea cuando no la seguimos!
Entonces ¿cuál es nuestro rol en la corriente
inalterable de la Voluntad perfecta y eterna de Dios?
De eso vamos a hablar a continuación.
Veamos por ejemplo como muchos que se
comparan a sí mismos con los grandes hombres y mujeres de la Palabra
convencidos de que la participación determinante en la historia de aquellos se
debió a que estuvieron entendidos de una disque Voluntad de Dios para sus vidas,
piensan que esa fue precisamente la razón por la que Dios les usó. Le digo que
aunque usted no lo crea, ni el mismo Señor. Él no vino a conocer la Voluntad de
Dios para su vida en este mundo, ni siquiera a rogar para que se le revelara
una expresa para Él. De ninguna manera. ¡Él ya la sabía y procedió en su fluir!
Ampliaré más sobre Cristo en su momento un poco más adelante.
Pero analicemos a lo largo de las
Escrituras lo que sucedió con esos grandes hombres y mujeres. Comencemos con
Noé.
Noé, un hombre excepcional de su época. No lo
conoceríamos si en la Voluntad de Dios no fungía ya desde la eternidad que Él destruiría
la tierra por agua un día; ¡claro! porque la humanidad se corrompería.
Cuando la Escritura nos dice que a Dios le
pesó haber hecho al hombre, no nos engañemos pensando que la maldad del hombre
tomó a Dios por sorpresa. ¡Claro que no! Ya Él sabía lo que ocurriría por
cuanto inmoló al Cordero antes de todas las cosas. Esta expresión está allí
para revelarnos que el hombre como lo conocemos estará de paso en esta
existencia y en este ámbito o dimensión. No era ni es el hombre su finalidad
sino Cristo. La raza humana en su forma actual desaparecerá para siempre. Ya lo
decretó Dios.
Continuará…