sábado, 27 de febrero de 2016

Se busca iglesia (4º parte)



Se busca iglesia (4º parte)
Escrito autóctono

Continuación…


La única forma de sentirse ambientado en la reunión de los santos, es si Dios nos ha descodificado previamente y si Él nos ha añadido a su iglesia. ¿Le suenan extrañas las expresiones “descodificado” y “añadido”? Mencionando la tecnología recién, a la verdad le viene bien el primer término. Y sí; si Dios no nos añade a la iglesia, nadie puede hacerlo, y cuando lo hace, ya nos ha preparado de antemano para ello.

Déjeme ampliarle un poco más conforme avanzamos, para explicárselo. Por ahora sigamos indagando las posibles motivaciones que usted podría tener para andar buscando una iglesia.

Si lo que quiere es un culto, (que usted cree es el conjunto de acciones que se realizan en hora treinta a dos horas para exaltar a Dios en un local equis), de eso tiene a granel por todas partes. Le insisto, la iglesia pensada por Dios no lo es. Culto no es ninguna práctica litúrgica repetitiva de determinada agrupación religiosa o eclesial, sino lo que dice la Palabra: cada uno en forma individual como un sacrificio vivo, puro y santo presentándose a sí mismo ante el Señor (Romanos 12: 1); y ha de ser racional tal como allí se indica. El culto judío conformado por una serie de prácticas, fue ordenado y avalado por Dios en su momento para ellos y de manera exclusiva en que ningún otro pueblo había sido autorizado a realizar ni podía participar, si acaso mínimamente acercarse a observar de lejos. Pero hoy, en la dispensación de la gracia, es otra cosa, tiene otra connotación según el pasaje de Romanos porque aquello dejó de ser.

De nuevo le pregunto, ¿qué es lo que quiere en realidad? Si es asistir unos días a la semana (principalmente el sábado o domingo) para sentarse a que le prediquen un sermón, de eso hay un montón. La iglesia que nos muestra la Palabra realmente no está en eso.

Si busca un lugar en donde parecer un cristiano devoto (personas que llevan un libro negro bajo el brazo o en un bolso); que se visten con la mejor ropita que tienen cuando asisten a ese lugar; que alistan una ofrenda para entregar; que asumen una posición para orar o adorar cuando alguien se los dice; que palmean o toman un himnario para cantar cuando alguien se los indica; que se ponen de pie o se sientan (como enano-gigante) cuando alguien se los pide; que aunque llevan consigo dinero, hay que convencerlos de darlo; que están programados para solo escuchar qué les tiene que decir Dios por medio del predicador; que llegan a una hora y se van a otra predeterminada…, ah, y por cierto, que usan automáticamente un lenguaje especializado con expresiones prefabricadas cuando están en el culto o ven a un hermano; si es eso, solo debe caminar unos cuantos metros de su casa o tomar un transporte y llegará. Es demasiado fácil hallarlos, tienen rótulo. Con todo y todo le digo sinceramente no es malo ir allí. De hecho se puede encontrar creyentes genuinos entre ellos (aunque escasean).

Tal vez usted es de los que cansados de lo mismo buscan otro lugar con otros líderes más carismáticos y con más emotividad (“unción” le llaman) pues usan nuevas formas más atractivas de seguirle presentando… - lo mismo -.

Continuará…


sábado, 20 de febrero de 2016

Se busca iglesia (3º parte)



Se busca iglesia (3º parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Así que si busca La iglesia, no crea que porque halló un grupo reuniéndose por allí proclamando a Jesús como su Señor, entonces ya la encontró, y porque le dieron la membrecía, finalmente usted está integrado a la iglesia única del Señor automáticamente por lo que usted es iglesia. No se engañe. Tampoco porque haya abrazado una filosofía “cristiana” o “religiosa” haciendo todo lo que le dicen.

La Escritura no respalda nada de eso; no sucede así.

Con suerte y porque a alguien se le pasó, llegaría como invitado a un grupo de creyentes creciendo juntos como una familia en una casa o en algún otro sitio. Pero, ¿esa es La iglesia? ¡Otra vez le digo: No! Ellos son parte de, pero solo como una pequeñísima -yo diría minúscula- parte de ella, pues cada uno fue adherido a la iglesia sobrenaturalmente por el Señor y juntos solo conforman apenas un pequeñísimo segmento del cuerpo.

Más no nos enfrasquemos en trivialidades ni mucho menos cifras; el caso esencial aquí es que lo importante no es ni siquiera que usted llegó incidentalmente a una reunión de esas, sino si Dios lo tiene a usted para esto; porque si La iglesia no le ha sido revelada a su corazón, nada se puede hacer, no la va a entender jamás aunque asista a mil reuniones de creyentes. Le puedo asegurar que muchos que asisten por años a la formas de iglesias que usted y yo conocemos, nunca han sido parte de La iglesia. Ni siquiera la conocen. (Mateo 7: 21-23; 1º Juan 2: 19)

También muchos están y permanecen en las reuniones con hermanos porque les gusta o ya se habituaron. Una reunión genuina tal como la describe la Palabra, les dejaría mucho que desear en cuanto a sus expectativas, acostumbrados a cultos que se desarrollan de cierta manera, con programas preestablecidos, desarrollados  profesionalmente, poseyendo tiempos de música propicia y por supuesto la presentación magistral de la Palabra. Aún la tecnología se ha inmiscuido metiendo sus narices en “los asuntos del reino”, constituyéndose casi en vital para su “buena” gestión.  

Lo mismo ocurre si nos referimos a células o grupos de crecimiento por las casas tan comunes para muchos, que en nada se equiparan con un grupo de hermanos edificándose mutuamente de manera orgánica donde todos ejercen su sacerdocio sin excepción haciendo uso de sus dones.

Pronto personas ajenas que se entremetieron en ellas, se sentirán extraños y no comprenderán la naturaleza de su desarrollo.

En alguna oportunidad me tocó ver la reacción de alguien quien llegó llevado por terceros a una reunión de esas y en un momento dado imprecó dura e irrespetuosamente a uno de los hermanos diciéndole que estaba muy equivocado si creía que eso era una iglesia. En definitiva estaba fuera de lugar el “hermanito” aquel. Nadie allí le estaba vendiendo tal idea; con su actitud solo dejó en evidencia su enorme ignorancia y lo desubicado que estaba respecto a la Palabra.

Si el Señor es verdaderamente el Señor en medio de una reunión, puede contar con que Él no necesitará de un líder carismático que coordine nada allí, ni dicte la pauta de lo que sucede. Eso ya de por sí le puede resultar bastante insólito y hasta escandaloso a quien no conoce la dinámica de una reunión de la Palabra, dirigida total y  literalmente por el Espíritu y no conforme a las formas y liturgias de cómo -según piensan- deben ser las cosas.  “¿A qué hora comienza esto?”; “¿Quién es el pastor o líder aquí?”; “Imagino que hay un programa lógico para saber qué sigue…”.

Reacciones como estas son producto de prácticas y enseñanzas humanas de siglos y no de lo que se desprende de la normalidad y funcionalidad de la vida relacional (mutua edificación) en el cuerpo, la iglesia del Señor, según lo relata el Nuevo Testamento. 

Continuará…


sábado, 13 de febrero de 2016

Se busca iglesia (2º parte)



Se busca iglesia (2º parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Sabemos, basados en la doctrina bíblica, que la iglesia está conformada por todos los creyentes en el Señor Jesucristo del pasado, presente y futuro. Por lo tanto, al encontrarnos un grupo de creyentes genuinos en cualquier lugar, solo estamos encontrando un pequeñísimo segmento de la iglesia.

Únicamente el Señor la podrá reunir en forma completa cuando vuelva por ella. Antes de eso nadie podrá conocer sus dimensiones reales.

El otro aspecto importantísimo es que para ser parte de la iglesia, conforme lo que la Palabra expresa, nosotros no tenemos ninguna injerencia en ello, ni podemos manipular nada para incorporar a nadie a ella, ni decidir quién lo será o quién no por ningún método, porque ni sabemos cómo hacerlo, ni podemos. Ese es un asunto del Padre. El Señor no nos dio tal potestad de  transformar a nadie en iglesia.

Nuestra labor se circunscribe únicamente a presentar el mensaje de salvación a todos; pero ¿quién recibirá ese mensaje?, ¿quién lo creerá?, ¿a quién Dios le revelará su Palabra en el corazón?, ¿a quién aceptará?, ¿a quién ya hizo parte de la iglesia en la eternidad?...; está en su sola potestad.

Esto no atenta con nada de lo que dice la biblia.

Por esta causa digo que ¿de dónde se nos ocurre entonces que nosotros los hombres podemos llevar a alguien a la iglesia, y menos aún introducirlo a ella?

Cuando mucho los podemos llevar a una reunión de una organización denominación, a un local, a un culto, pero… ¿a la iglesia?; ni siquiera la podemos ver o tocar. Usted puede tocar a un creyente genuino pero no a su fusión espiritual con la iglesia operada por el Padre. Nerón pudo asesinar a muchos hermanos en la Roma antigua acusándoles falsamente, pero no pudo tocar, atar, detener o eliminar a la iglesia. Ella era mayor a lo que cualquier Emperador o Imperio pudieran si quiera asimilar en su mente carnal. Era y sigue siendo espiritual y eterna como lo es Cristo.

Si alguien la va a quitar de la Tierra, no lo hará ningún hombre, no podrá; lo hará el mismo Señor cuando regrese por ella.

Si bien siendo fusionados a la iglesia por la obra portentosa y sobrenatural de Dios sabemos que somos hechos parte del cuerpo de Cristo según lo establece la Palabra, entonces cada uno de los creyentes -hombres y mujeres miembros de ese cuerpo- se constituyen en una especie de “micro partes” de Cristo, pero ninguno recibe autoridad para autoproclamarse ser Cristo de manera individual.  Lo mismo ocurre cuando nos referimos a la iglesia.  Usted como creyente genuino la conforma en conjunto con todos los creyentes de todos los tiempos. Usted es templo del Espíritu conforme la Palabra (1º Corintios 6: 19), pero no es El templo del Espíritu; que es diferente. Usted es iglesia, pero no es La iglesia por sí solo. 

Por cierto, ¿sabía que llamarle “iglesia” a un local físico proviene de la religión y la tradición y nunca de la biblia?

Continuará…

sábado, 6 de febrero de 2016

Se busca iglesia (1º parte)




Se busca iglesia (1º parte)
Escrito autóctono


Puede que usted esté en esta situación: buscando iglesia. Pero no una cualquiera sino una buena.

Interesante intención. No importa quienes seamos, hay en la mayoría de nosotros una necesidad implícita de poder estar cerca de Dios y cuando mucho tener al menos donde encontrarlo. Pero en realidad… ¿Qué pretende? Si usted es una persona seria en su búsqueda de Dios, puede tener una o varias motivaciones para hacerlo, pero en esencia creo que usted lo que quiere es hallar un sitio donde le prediquen buena Palabra y donde se encuentren hermanos creyentes genuinos con quienes poder congregarse. No creo que le gustaría ir a un lugar, entrar allí y no encontrar a nadie, menos tratándose de un local dedicado a Dios a lo que seguramente usted llama “iglesia”.

Pero ¿Es posible hallar la iglesia?

Tal como lo hemos desmenuzado ampliamente en este blog, si comprendemos que la iglesia no es un local físico, entonces ¿cómo hacer para hallar realmente la iglesia? ¿Dónde está la de verdad?  Usted me dirá: “Ella está donde se encuentren las personas que de todo corazón aman a Dios”. Sin embargo y aunque no está errada su conclusión, el asunto va más allá de solo creerlo así.

Alguien que escuchaba algunas cosas que compartí sobre la realidad eterna de la iglesia, me hizo la sincera y válida consulta: “Entonces ¿dónde tengo que ir?”

A lo mejor y leyendo más de este blog, usted también se podría ver en la necesidad eventual de hacer la misma pregunta. Si es así, tiene entre manos un trabajo que sin afán de asustarlo resulta imposible. ¿Pero estoy diciendo entonces que nadie puede hallar la iglesia?

Requiero aquí centralizar el punto de lo que digo con algunos criterios que son normalmente más comprendidos en la mayoría de sectores, para poderle explicar a lo que me refiero.

La iglesia mística del Señor, ese ser orgánico vivo, amada del Señor, su prometida la cual Él vendrá a buscar, su cuerpo universal del que Él es la cabeza y que el Espíritu está preparando y embelleciendo para su encuentro con Él; es invisible a nuestros ojos, es espiritual. Por ese motivo y por su universalidad, no es posible encerrarla, ni decir “mira, allí está” o “allá”. Si la pudiéramos ubicar, muy seguramente la podríamos palpar con nuestro sentido del tacto, pero comprendiendo su naturaleza inmaterial, sabemos que eso no es posible. 

Continuará…