sábado, 6 de febrero de 2016

Se busca iglesia (1º parte)




Se busca iglesia (1º parte)
Escrito autóctono


Puede que usted esté en esta situación: buscando iglesia. Pero no una cualquiera sino una buena.

Interesante intención. No importa quienes seamos, hay en la mayoría de nosotros una necesidad implícita de poder estar cerca de Dios y cuando mucho tener al menos donde encontrarlo. Pero en realidad… ¿Qué pretende? Si usted es una persona seria en su búsqueda de Dios, puede tener una o varias motivaciones para hacerlo, pero en esencia creo que usted lo que quiere es hallar un sitio donde le prediquen buena Palabra y donde se encuentren hermanos creyentes genuinos con quienes poder congregarse. No creo que le gustaría ir a un lugar, entrar allí y no encontrar a nadie, menos tratándose de un local dedicado a Dios a lo que seguramente usted llama “iglesia”.

Pero ¿Es posible hallar la iglesia?

Tal como lo hemos desmenuzado ampliamente en este blog, si comprendemos que la iglesia no es un local físico, entonces ¿cómo hacer para hallar realmente la iglesia? ¿Dónde está la de verdad?  Usted me dirá: “Ella está donde se encuentren las personas que de todo corazón aman a Dios”. Sin embargo y aunque no está errada su conclusión, el asunto va más allá de solo creerlo así.

Alguien que escuchaba algunas cosas que compartí sobre la realidad eterna de la iglesia, me hizo la sincera y válida consulta: “Entonces ¿dónde tengo que ir?”

A lo mejor y leyendo más de este blog, usted también se podría ver en la necesidad eventual de hacer la misma pregunta. Si es así, tiene entre manos un trabajo que sin afán de asustarlo resulta imposible. ¿Pero estoy diciendo entonces que nadie puede hallar la iglesia?

Requiero aquí centralizar el punto de lo que digo con algunos criterios que son normalmente más comprendidos en la mayoría de sectores, para poderle explicar a lo que me refiero.

La iglesia mística del Señor, ese ser orgánico vivo, amada del Señor, su prometida la cual Él vendrá a buscar, su cuerpo universal del que Él es la cabeza y que el Espíritu está preparando y embelleciendo para su encuentro con Él; es invisible a nuestros ojos, es espiritual. Por ese motivo y por su universalidad, no es posible encerrarla, ni decir “mira, allí está” o “allá”. Si la pudiéramos ubicar, muy seguramente la podríamos palpar con nuestro sentido del tacto, pero comprendiendo su naturaleza inmaterial, sabemos que eso no es posible. 

Continuará…