Se busca iglesia (1º parte)
Escrito autóctono
Puede que usted esté en esta situación: buscando
iglesia. Pero no una cualquiera sino una buena.
Interesante intención. No importa quienes seamos, hay
en la mayoría de nosotros una necesidad implícita de poder estar cerca de Dios
y cuando mucho tener al menos donde encontrarlo. Pero en realidad… ¿Qué
pretende? Si usted es una persona seria en su búsqueda de Dios, puede tener una
o varias motivaciones para hacerlo, pero en esencia creo que usted lo que
quiere es hallar un sitio donde le prediquen buena Palabra y donde se
encuentren hermanos creyentes genuinos con quienes poder congregarse. No creo
que le gustaría ir a un lugar, entrar allí y no encontrar a nadie, menos tratándose
de un local dedicado a Dios a lo que seguramente usted llama “iglesia”.
Pero ¿Es posible hallar la iglesia?
Tal como lo hemos desmenuzado ampliamente en este
blog, si comprendemos que la iglesia no es un local físico, entonces ¿cómo
hacer para hallar realmente la iglesia? ¿Dónde está la de verdad? Usted me dirá: “Ella está donde se encuentren
las personas que de todo corazón aman a Dios”. Sin embargo y aunque no está
errada su conclusión, el asunto va más allá de solo creerlo así.
Alguien que escuchaba algunas cosas que compartí sobre
la realidad eterna de la iglesia, me hizo la sincera y válida consulta:
“Entonces ¿dónde tengo que ir?”
A lo mejor y leyendo más de este blog, usted también se
podría ver en la necesidad eventual de hacer la misma pregunta. Si es así, tiene
entre manos un trabajo que sin afán de asustarlo resulta imposible. ¿Pero estoy
diciendo entonces que nadie puede hallar la iglesia?
Requiero aquí centralizar el punto de lo que digo con
algunos criterios que son normalmente más comprendidos en la mayoría de
sectores, para poderle explicar a lo que me refiero.
La iglesia mística del Señor, ese ser orgánico vivo,
amada del Señor, su prometida la cual Él vendrá a buscar, su cuerpo universal
del que Él es la cabeza y que el Espíritu está preparando y embelleciendo para
su encuentro con Él; es invisible a nuestros ojos, es espiritual. Por ese
motivo y por su universalidad, no es posible encerrarla, ni decir “mira, allí
está” o “allá”. Si la pudiéramos ubicar, muy seguramente la podríamos palpar
con nuestro sentido del tacto, pero comprendiendo su naturaleza inmaterial,
sabemos que eso no es posible.
Continuará…