La prueba de la Verdad
(6° parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Podrían escribirse miles
de libros acerca de él y jamás describirse. Inentendible con nuestra mente finita.
Por eso solo es maravillosamente contenido en los vasos de Dios y expresado por
ellos; imposible hallarlo en otro sitio.
Le pregunto directamente:
¿Qué creencia le ocupa? Dígame la mayor y más exacta afinidad que haya
encontrado o le haya sobrecogido. Aún la que pudiera verdaderamente estar en la
verdad según su convencimiento.
Le digo que si el amor no
es su bandera, nada es. Así de simple. ¿Conoce el amor genuino entre quienes le
enseñan o con quienes comparte? No el del “abracito” o “besito” porque usted es fiel a su grupo,
sino el de la atención cuando usted está sin trabajo o enfermo. No el de la
llamada telefónica o mensaje de texto cuando usted está en una situación
difícil, sino el que le visita y le procura ayuda real y tangible. Ahora, ¿es
el mismo amor que usted muestra a los demás haciéndolo con ellos? No le digo
expresamente solo con los que lo hacen con usted sino con aquellos con quienes
no se relaciona tanto y de quienes no recibirá quizá ni un gracias. Al final el
amor no es interesado de reconocimiento.
Si la extensión del amor
no le es revelado a su interior de manera que revolucione toda su vida y
perspectiva, por Dios que ¡nada tiene!, por Dios que ¡qué desdicha la suya de
solo ser un religioso más!, por Dios que ¡qué pérdida de tiempo más descomunal
en cualquiera creencia que milite!
Dígame, ¿acaso la
creencia cualquiera sea que tenga le provee ese amor? Le digo que aunque se la
quiten y no pueda volver a ver su doctrina en todo el resto de su existencia,
ese amor es imposible que se lo quiten porque forma parte de la esencia, no es
mental. Si el amor que dice tener se basa en la continuidad y permanencia o
fidelidad que usted le tenga a su grupo eclesial, ¡por Dios que no tiene nada!
Continuará…