Adán y Jesús (7° Parte)
Escrito autóctono
…Continuación:
¿Cómo debió ser ese primer día sétimo de esta
dimensión? De inimaginable belleza y emociones; compartir, reír, caminar
juntos, divertirse, admirarse el uno al otro y admirar todo cuanto Dios había
hecho, un amor como no se había visto jamás entre el Creador y un ser creado;
cara a cara, Dios el Padre y su hijo Adán. El hombre se haría acreedor de ese
amor tan grande desde entonces y para siempre porque no era un ser cualquiera;
haberle dado su esencia, lo convertía en un ser verdaderamente único y
particular, un ser salido de Él.
Solo existía una relación similar de amor en otro
ámbito (el celestial) en el cual la perfección del amor era insuperable; el
indivisible Dios manifestado como el Padre, con el Hijo y el Espíritu. Uno
solo.
El Increado había decidido ya de antemano hacer parte
de esa relación de amor a este nuevo ser creado por cuanto había salido de Él. Y
en Adán, también a su mujer que no se había manifestado todavía porque estaba
dentro de él.
La luz Perfecta y Gloriosa que iluminó nuestro mundo
antes que hubiese sol, ahora rodeaba y vestía a aquel ser humano que
resplandecía con ella. Así como Dios, su hijo irradiaba luz. Tal y como Dios es
Santo así su hijo lo era, tal como Dios conocía todas las cosas, su hijo
también esbozaba grandes conocimientos. De la misma forma que Dios era Amo y
Señor de todo lo creado, le hizo a él amo y señor de su creación. Lo hizo
eterno, tal como Él lo es. De hecho desde
el momento en que fue creado lo fue, aunque antes de ser creado ya existía en Dios.
Así como Dios es Espíritu, el hombre también contaba con un espíritu vivo habitando
dicho cuerpo físico. Y Dios estaba plenamente complacido y satisfecho de
haberlo hecho.
Dios había planeado de antemano que esa creación
humana tan perfecta fuese un día compañera de su Hijo a quien había inmolado (sacrificado)
mucho antes por ella (1° Pedro 1: 18 al 20;
Apocalipsis 13: 8). Eso culminaría
para siempre el amor pues su Hijo la amaba entrañablemente. En alguna forma
Dios quiso colocar aquella creación y protegerla dentro de Cristo desde la
eternidad para que se manifestara en un momento dado de la historia. Así que
fue parte de Él desde la perpetuidad, mucho antes de existir en esta dimensión (Efesios 1: 4 y 5; 2: 10), amándola y esperando
su revelación con ansias.
Entonces el hombre físico tendría su historia en este
universo creado, en esta dimensión física, pero esa historia ya tenía
envergadura en la eternidad, en otra dimensión mayor, la de Dios.
Adán y Cristo comparten grados similares. Ambos son hijos
de Dios, ambos son perfectos y santos, los dos son eternos, los dos son
señores, los dos son amados eterna y profundamente por Dios. Ambos poseen su semilla.
Ambos poseen a su compañera en ellos.
Así como Cristo ya se había sacrificado por su amada
desde la eternidad para salvarla mucho antes de que ella existiera en este
mundo, a Adán le tocaría sacrificarse por la suya. Pero aún no la conocía ni
sabía que ya existía. Sin saberlo ella estaba en él y tendría que manifestarse
en este mundo en algún momento.
Continuará…