Adán y Jesús (5° Parte)
Escrito autóctono
…Continuación:
Antes de que le diera vida, Dios le preparó un cuerpo al
hombre. Con el soplo en su nariz, recibe la vida en dos formas: 1) La que le
permite estar vivo para Dios por medio del espíritu y 2) La que le permite
estar vivo para este ámbito material por medio del alma. Con ellas
paralelamente recibe la esencia de Dios, su semilla, que le faculta ser hijo de
Dios.
Cada regalo recibido se distribuirá igualmente a su
descendencia. Al menos era lo que Dios quería.
El espíritu que Dios dio al hombre, (Eclesiastés 12: 7) se mezcla con él
haciéndose parte de su esencia. Pero este espíritu vive con la vida de Dios no
con la del hombre. Cuando se corta la relación con Dios por causa del pecado,
el espíritu muere. No sale del hombre sino que queda en él en estado inerte
igual que un muerto.
Según 1°
Corintios 15: 45, el legado para nosotros del primer hombre Adán es vida
terrenal pues somos sus descendientes (almas vivientes) pero parte de ese
legado y gracias a su caída, es que tendemos al pecado y al pecar, nos produce
muerte aquí en un momento dado y por supuesto muerte instantánea en el espíritu;
más el postrer Adán Cristo, nos lega vida a nuestro espíritu (pues Él es
espíritu vivificante). Así que Cristo es
el único que le devuelve la vida al espíritu, pero el pecado procurará hacerlo
morir de nuevo para que pierda la posibilidad de relacionarse con Dios.
Por ello el consejo de Dios es que mantengamos tanto
el cuerpo como el alma y el espíritu alejados de toda corrupción en obediencia
al Señor (2° Corintios 7: 1; 1°
Tesalonicenses 5: 23), tal como lo hizo Cristo.
Así como el alma, el espíritu no puede vivir en un
cuerpo muerto. Pero tampoco pueden habitar este mundo.
El alma es diferente al espíritu conforme leemos en Hebreos 4: 12. El alma es el hombre mismo
quien habita un cuerpo temporal que miramos. El alma es la esencia que le
permite ser un ente vivo en este mundo, su ser o “yo” verdadero, su identidad.
Lo fue con Adán, lo es con nosotros sus descendientes. No muere pues es eterna;
tampoco se manifiesta como una figura fantasmal que vaga en este mundo luego de
salir del cuerpo cuando se muere como muchos creen errónea y fantasiosamente.
La biblia le otorga como propias las características que
vemos manifestadas en el hombre que miramos tales como la alegría, tristeza,
voluntad, emoción, o inclusive facultad para reconocer la grandeza de Dios y
sentir sed de Él entre muchas otras particularidades. De hecho también solo el
Señor le puede dar el descanso que ella necesita (Mateo 11: 29), pues es
corruptible por el pecado “…el alma que
pecare esa morirá” Ezequiel 18: 4, y solo Él la puede purificar.
La que se pierda, experimentará la muerte segunda que
es la eterna separación de la Vida misma que es Dios, conllevando sufrimiento
eterno. Y lo hará en un cuerpo indestructible pues toda alma tomará nuevamente
un día, un cuerpo que resista la eternidad (Mateo 10: 28). Unos para confusión eterna y otros
para vida eterna (Daniel 12: 2).
Cuando el hombre muere, su cuerpo dormirá en la
tierra. Este dormir por supuesto y según la Palabra, se refiere a cesar toda
acción o actividad para este mundo (muy similar a cuando dormimos, solo que
estamos vivos en el cuerpo cuando lo hacemos); su alma que es él, viva irá a
una de dos antesalas (o para los salvos o para los perdidos); y su espíritu que
no era él ni de su propiedad, volverá a Dios que lo dio.
Hay mucho que la Palabra de Dios habla acerca del alma
y el espíritu, pero es tema aparte en que se puede ahondar en otra ocasión.
Puedo decir entonces que el hombre sin cuerpo, no tiene
forma de manifestarse en este mundo; sin alma, su cuerpo no tiene forma de vivir;
sin un espíritu viviente dentro de él, no tiene forma de estar vivo para Dios.
Continuará…