sábado, 28 de mayo de 2016

Adán y Jesús (7° Parte)



Adán y Jesús  (7° Parte)
Escrito autóctono

…Continuación:

¿Cómo debió ser ese primer día sétimo de esta dimensión? De inimaginable belleza y emociones; compartir, reír, caminar juntos, divertirse, admirarse el uno al otro y admirar todo cuanto Dios había hecho, un amor como no se había visto jamás entre el Creador y un ser creado; cara a cara, Dios el Padre y su hijo Adán. El hombre se haría acreedor de ese amor tan grande desde entonces y para siempre porque no era un ser cualquiera; haberle dado su esencia, lo convertía en un ser verdaderamente único y particular, un ser salido de Él.

Solo existía una relación similar de amor en otro ámbito (el celestial) en el cual la perfección del amor era insuperable; el indivisible Dios manifestado como el Padre, con el Hijo y el Espíritu. Uno solo.  

El Increado había decidido ya de antemano hacer parte de esa relación de amor a este nuevo ser creado por cuanto había salido de Él. Y en Adán, también a su mujer que no se había manifestado todavía porque estaba dentro de él. 

La luz Perfecta y Gloriosa que iluminó nuestro mundo antes que hubiese sol, ahora rodeaba y vestía a aquel ser humano que resplandecía con ella. Así como Dios, su hijo irradiaba luz. Tal y como Dios es Santo así su hijo lo era, tal como Dios conocía todas las cosas, su hijo también esbozaba grandes conocimientos. De la misma forma que Dios era Amo y Señor de todo lo creado, le hizo a él amo y señor de su creación. Lo hizo eterno, tal como Él lo es.  De hecho desde el momento en que fue creado lo fue, aunque antes de ser creado ya existía en Dios. Así como Dios es Espíritu, el hombre también contaba con un espíritu vivo habitando dicho cuerpo físico. Y Dios estaba plenamente complacido y satisfecho de haberlo hecho.

Dios había planeado de antemano que esa creación humana tan perfecta fuese un día compañera de su Hijo a quien había inmolado (sacrificado) mucho antes por ella (1° Pedro 1: 18 al 20; Apocalipsis 13: 8). Eso culminaría para siempre el amor pues su Hijo la amaba entrañablemente. En alguna forma Dios quiso colocar aquella creación y protegerla dentro de Cristo desde la eternidad para que se manifestara en un momento dado de la historia. Así que fue parte de Él desde la perpetuidad, mucho antes de existir en esta dimensión (Efesios 1: 4 y 5; 2: 10), amándola y esperando su revelación con ansias.

Entonces el hombre físico tendría su historia en este universo creado, en esta dimensión física, pero esa historia ya tenía envergadura en la eternidad, en otra dimensión mayor, la de Dios.

Adán y Cristo comparten grados similares. Ambos son hijos de Dios, ambos son perfectos y santos, los dos son eternos, los dos son señores, los dos son amados eterna y profundamente por Dios. Ambos poseen su semilla. Ambos poseen a su compañera en ellos.

Así como Cristo ya se había sacrificado por su amada desde la eternidad para salvarla mucho antes de que ella existiera en este mundo, a Adán le tocaría sacrificarse por la suya. Pero aún no la conocía ni sabía que ya existía. Sin saberlo ella estaba en él y tendría que manifestarse en este mundo en algún momento.


Continuará…