sábado, 4 de junio de 2016

Adán y Jesús (8° Parte)



Adán y Jesús  (8° Parte)
Escrito autóctono

…Continuación:

Al darle su esencia, Dios hace aquella creación humana compatible con Cristo. Poseía la capacidad de entenderse y relacionarse con Él como ningún otro ser creado ni en el cielo ni en la tierra. Diseñada para hacerse uno con Él. Esa esencia le permite ser resguardada en Cristo y la afinidad entre ambos es una realidad patente y eterna, aunque dicha compañera debe manifestarse en este mundo, ser formada y embellecida aquí, ser preparada y presentada a Cristo como la amada que Él soñó y añoró por siempre.

Para Adán, el momento de conocer a su compañera ya estaba a las puertas.

En el tiempo que Dios había dispuesto, el hombre que disfrutaba de toda la perfección posible se sintió solo. No en soledad pues Dios mismo era su compañero. Su necesidad representaba algo profundo en él, algo que le pudiese complementar, pero para ello se necesitaría otro ser igual que él. Pero ¿cómo sucedería esto si ya Dios había acabado su obra de creación? ¿Acaso pasó por alto un asunto tan elemental para el hombre? No podría tomar de nuevo polvo de la tierra y moldear otra figura humana porque aunque humanas las dos, no se entenderían entre ellas pues serían razas y géneros diferentes de vida sin compatibilidad; estructuralmente similares mas no iguales. Una nueva humanidad no hubiera podido llenar la necesidad de esta humanidad pues no estaría estrechamente relacionada con ella.

Evidentemente Dios sabía lo que le ocurría a Adán, y aunque este no podía comprender qué era, Dios ya le tenía la solución exacta.

Dios sabía que para que ambos seres se entendieran en esencia entre sí, debía duplicarlos a partir de uno. En otras palabras, debían ser dos sin dejar de ser uno. Entonces durmió a Adán, abrió la carne de su costado y extrajo una costilla cerrándola de nuevo. El Gran alfarero, que ya había moldeado el barro, tomaba del mismo vaso y formaba exquisitamente otro tan bello como el primero. Era como él, una ella, de su misma naturaleza, de su mismo género y especie, individual, pero para él.

Cuando Adán despertó, supo que tenía una cicatriz y en seguida miró al ser más hermoso que jamás se habría imaginado ni visto en toda la creación de Dios. Se dio cuenta que Dios la había sacado de él. Otro ser humano tan maravilloso que calzaba con él de manera perfecta y genéticamente compatible. Su hermosura lo extasió. Ella era todo cuanto necesitaba para estar definitivamente completo.

Y Dios miraba maravillado como ambos seres radiantes de luz llamados Adán (Génesis 5: 2) se entendían entre sí. Ambos son sus hijos. Ambos son receptores de su amor. Ellos se aman entre sí y le aman a Él con el mismo amor perfecto de siempre. Pero a la hora de contar con un peso adicional en decisiones importantes y por sobre todo de llevar la responsabilidad adicional, al menos en este punto no estaba todavía definido. Era necesario que algo facilitara esa elección.


Continuará…