domingo, 26 de febrero de 2017

Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él? (9° y última parte)



Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él?  (9° y última parte)
Escrito autóctono

Continuación…

La comprensión de los discípulos del Señor les hacía pensar que Él venía a establecer un asunto terrenal en que Él sería el líder y ellos su séquito de confianza para erradicar de una vez y por todas a Roma y a cualquiera de sus enemigos. Para ellos significó todo el tiempo un asunto político. Claro, hasta que vino el Espíritu y fueron ubicados.

Dios que es Espíritu, conoce a aquellos que viven en el Espíritu, no hay otra forma. Es un idioma que trasciende a toda comprensión humana, a todo lo que sea tangible, a todo código o forma de comunicación de esta dimensión.

Pensar que la iglesia y todas las cosas de Dios son comprensibles con nuestra mente terrenal es estar como esos discípulos hace 2000 años.

De allí que cuando vemos a tantos emocionados por ser parte de un movimiento, o por seguir a un líder carismático, enamorados de su “iglesia”; reflexionamos en el pasaje en que el Señor dice: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”.

Debo decirles que este perecer bien podría significar no perderse necesariamente, sino más bien no alcanzar la vida plena y abundante que Él ofrece. Este perecer resulta en una forma de quedarse gradualmente como inerte, temer ir más allá solo por pensamientos erróneos implantados o por creer que ya se sabe todo lo que se tenía que saber.

Disque confiando en Dios realmente tienen desconfianza en Él dudando de lo que Él puede hacer. Algunos alcanzaron una zona de confort  en sus vidas y vivencias cristianas y creen que Dios les llevó allí, de hecho creen estar bien así.

¿Qué miedos infundados tienen de atreverse con Dios, de creerle verdaderamente?

Porque ¿qué cosa no produce mayor Vida en nosotros que conocerle y ser conocidos por Él?

Quiera el Señor llevarte a un punto serio acerca de tu fe en Él, lejos de toda religiosidad, vivencias y hasta experiencias que podrían ser más bien obstáculos para que puedas hallar tu propia realidad.  Quiera el Señor seas tenido por digno de ser conocido por Él porque verdaderamente confías en Él. 


Fin 

Próxima semana:  Nueva publicación

 

domingo, 19 de febrero de 2017

Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él? (8° parte)



Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él?  (8° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

¿Hasta cuándo entenderemos que este reino no es de este mundo y funciona con los parámetros del reino celestial totalmente diferentes y extraños a los parámetros del mundo? Participar de él es una experiencia nueva, inimaginable y por supuesto hasta misteriosa.

Si lo que tienes es como un molde pero con otro nombre, si tu vivencia cristiana o de iglesia se te hace muy familiar, es prueba de que realmente no conoces el reino, porque este no es asimilable con nuestra mente ni se puede experimentar con los elementos de este mundo. No se iguala a nada que conozcas; es de otra dimensión. Si lo que conoces lo puedes describir con tu idioma o te lo pueden esquematizar en una pizarra, del reino realmente no conoces nada.

Todavía Dios, su reino, Cristo, el evangelio, la iglesia, la fe, la Vida; todo! es y sigue siendo indescriptible.  Todo ha de ser revelado por el Padre por medio de Cristo, si no, no se puede conocer.

¿Cuánto tiempo más pasará para que caigamos en razón?

Aquí es dónde vemos con toda claridad lo que se demuestra con creces y es que realmente no tenemos fe. Seguimos utilizando el método científico que ha de comprobarlo todo, si no, no es real.

El Señor decía a sus seguidores: “…a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.” Mateo 13: 11, sin embargo ellos no lo comprendían en ese momento. Siempre el Señor se refirió al reino y aún a la Verdad de su doctrina como algo fuera de este mundo (Juan 3: 12 y 18: 36) (Sabemos que no estaba hablando como si viniera de otro planeta. Note en la Palabra todas las veces que el Señor hablaba diciendo “el reino de los cielos es semejante…”. Le era imposible describirlo concretamente pues no disponía de las “herramientas” necesarias en esta dimensión por lo que debía acudir tan solo a ejemplos que tampoco resultaban tan entendibles. (Lea las parábolas y compruebe lo que le digo)

¡Qué maravilla que Dios lo dispuso de esa manera para que estuviese oculto de los sabios y entendidos y fuera revelado a los niños!

Cualquier reino o gobierno humano se puede delimitar, se puede contextualizar porque se basa en doctrinas y estatutos humanos que son comprensibles. No se requiere ninguna revelación sobrenatural para asimilarlos. No así el reino de los cielos.

El Señor dijo de este reino que nadie podría decir: “helo aquí” o “helo allí” pues se manifestaría en otra manera.

¿A dónde se nos ocurre “aterrizarlos” en instituciones y para colmo santificarlos?

¿Quién nos engañó haciéndonos pensar que podíamos manipularlos?


Continuará…


domingo, 12 de febrero de 2017

Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él? (7° parte)



Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él?  (7° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Hablar de una generación de fe es pretencioso e irreal. Hay hombres y mujeres de fe dentro de las generaciones. No porque Dios no quiera sino porque nosotros anteponemos todo antes que a Dios.

¿Dónde están aquellos que se niegan aún a lo creen con tal de que Dios se deshaga de todo lo que es hojarasca?

Por cómo está el mundo, entendemos que no hay muchos hombres ni mujeres de fe que sean conocidos por Dios y por las tinieblas.

Decir que se confía en Dios es un cliché en boca de millones de cristianos. Pero de eso a realmente tener fe en Él, sí que es gran diferencia.

Muchos se quedaron solo con la medida de fe que Dios les dio para creer, pero no la cultivaron, nunca la sembraron para que emergiera la mayor de las hortalizas. Por eso es que esos millones dicen confiar en Dios pero no son conocidos por Él.  Muchos con grandes talentos solo los enterraron o peor, fueron seducidos y los explotaron pero para su propio provecho.

Finalmente lograron a lo que se inclinó su corazón, proveerse financieramente y ya.

No se trata de las grandes obras físicas o demostraciones de fuerza multitudinaria. No estamos hablando de cómo suben los ingresos. Mucho menos el profesionalismo con que se presenta el evangelio o si se abarrotan las reuniones cristianas. Lo que nos habla de la efectividad de la fe; son las gentes acudiendo humilladas delante de Dios afligiéndose por los pecados propios, los de su pueblo y por la condición del mundo.  Eso es el verdadero avivamiento.

¡¿Cuánto se conmueven las tinieblas por gente que conoce a Dios y son conocidos por Él?!; ¡¿Cuánto se impacta para bien una sociedad por el testimonio de vida de los creyentes genuinos?!¡¿Cuánto son desafiadas las vidas a humillarse ante el Señor al ser convencidas por su pecado?!; ¡¿Cuánto corren las gentes a Dios comprendiéndose perdidas?!; ¡¿Cuánto caen los muros que desensibilizan los corazones frente a la necesidad de los hermanos?!; ¡¿Cuánto son quebrantados los corazones a perdonar y a amar?!

Expresiones como estas nos desafían a considerarnos a nosotros mismos a ver si lo que tenemos no es más que una bonita religión que nos vendieron y lo que estamos es fascinados con ella, y no convertidos.

Quizá solo te cambiaron de banca.


Continuará…


domingo, 5 de febrero de 2017

Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él? (6° parte)



Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él?  (6° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Definitivamente el propósito de Dios ni siquiera nos cambia diametralmente la perspectiva, (no está tratando de trasladarnos de lugar como si procurara colocarnos en un sitio opuesto para que veamos de otra manera); ¡Nos saca totalmente a otra dimensión!

Eso hace que aún aquellos que eran nuestros amigos ahora nos consideran unos extraños. La verdad, poseerla significa quedarse prácticamente solo.

Sucede porque definitivamente a partir de ella ya no podemos seguir viendo la vida de la misma forma, ni la iglesia, ni la Palabra,… nada!.

Para serle sincero, la fe verdadera no es un asunto de multitudes. Mucho menos en el tiempo en que vivimos. Jesús pregunto alguna vez: “…cuando venga el Hijo del Hombre ¿hallará fe en la tierra?”. Y si lo has notado, cada vez es menos la fe en esta época.

No creas que conoces a mucha gente de fe. Te aseguro que no son los que la andan proclamando a los cuatro vientos. No se medirá por las monumentales obras que hagan o levanten. Tampoco por los centenares o miles que les sigan. No se necesita fe realmente para lograr cosas como esas.

No hallarás a muchos viviendo la fe que se basa en el propósito de Dios, así como no hallarás héroes de la fe bajo cualquier piedra de la calle que levantes, porque muchos ya “se casaron” con la fe mundanal y religiosa. Los miras fieles a un horario litúrgico; religiosamente transportando bajo el brazo un libro negro que ni usan o mejor, recordando que lo tienen en sus dispositivos electrónicos; coreando y palmeando programadamente cantos dentro de un local; escuchando sin cuestionar lo que sus líderes les dicen acerca de la Palabra; aportando económicamente so pena de condena hasta el punto de casi necesitar que se los pidan así; trabajando incansablemente por los objetivos de una denominación; creyendo estar viviendo la Gloria de Dios pero en lo secreto insatisfechos de que la Vida de Dios no se manifiesta en verdad en ellos.

No, no podrás vivir la fe genuina teniendo los pies sobre esta tierra. Definitivamente ella no es de este mundo.

La fe verdadera no es de multitudes. Lo hemos visto, lo hemos experimentado. Esta fe de hecho provocará que el mundo te aborrezca. Inclusive hasta aquellos que dicen tenerla no se entienden con ella y hasta la persiguen para eliminarla. No exagero.

Cristo, aún formando muy bien a sus discípulos, tuvo que ir solo a la cruz. Pablo, fue abandonado por algunos a los que consideraba sus amigos fieles en la fe. A Moisés le tocó enfrentar prácticamente solo a un Imperio pues ni siquiera su pueblo creía en él.


Continuará…