domingo, 12 de febrero de 2017

Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él? (7° parte)



Conocer a Dios pero… ¿nos conoce Él?  (7° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Hablar de una generación de fe es pretencioso e irreal. Hay hombres y mujeres de fe dentro de las generaciones. No porque Dios no quiera sino porque nosotros anteponemos todo antes que a Dios.

¿Dónde están aquellos que se niegan aún a lo creen con tal de que Dios se deshaga de todo lo que es hojarasca?

Por cómo está el mundo, entendemos que no hay muchos hombres ni mujeres de fe que sean conocidos por Dios y por las tinieblas.

Decir que se confía en Dios es un cliché en boca de millones de cristianos. Pero de eso a realmente tener fe en Él, sí que es gran diferencia.

Muchos se quedaron solo con la medida de fe que Dios les dio para creer, pero no la cultivaron, nunca la sembraron para que emergiera la mayor de las hortalizas. Por eso es que esos millones dicen confiar en Dios pero no son conocidos por Él.  Muchos con grandes talentos solo los enterraron o peor, fueron seducidos y los explotaron pero para su propio provecho.

Finalmente lograron a lo que se inclinó su corazón, proveerse financieramente y ya.

No se trata de las grandes obras físicas o demostraciones de fuerza multitudinaria. No estamos hablando de cómo suben los ingresos. Mucho menos el profesionalismo con que se presenta el evangelio o si se abarrotan las reuniones cristianas. Lo que nos habla de la efectividad de la fe; son las gentes acudiendo humilladas delante de Dios afligiéndose por los pecados propios, los de su pueblo y por la condición del mundo.  Eso es el verdadero avivamiento.

¡¿Cuánto se conmueven las tinieblas por gente que conoce a Dios y son conocidos por Él?!; ¡¿Cuánto se impacta para bien una sociedad por el testimonio de vida de los creyentes genuinos?!¡¿Cuánto son desafiadas las vidas a humillarse ante el Señor al ser convencidas por su pecado?!; ¡¿Cuánto corren las gentes a Dios comprendiéndose perdidas?!; ¡¿Cuánto caen los muros que desensibilizan los corazones frente a la necesidad de los hermanos?!; ¡¿Cuánto son quebrantados los corazones a perdonar y a amar?!

Expresiones como estas nos desafían a considerarnos a nosotros mismos a ver si lo que tenemos no es más que una bonita religión que nos vendieron y lo que estamos es fascinados con ella, y no convertidos.

Quizá solo te cambiaron de banca.


Continuará…