Lo concerniente a
la Vida (2° Parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
Lo asimilábamos solo
como un hecho histórico que le ocurrió a Cristo y lo leemos en las páginas de
los evangelios, pero cuando la Palabra dice que fuimos crucificados con él
entonces tomó también connotaciones reales aun para nosotros, de hecho no
físicas pero sí espirituales. No me refiero a la conversión, sino a un evento que
tendría que ocurrir mucho tiempo después.
No significaba
llegar a una nueva forma de vivencias, ni a vivir nuevas experiencias que se
dan a granel en el cristianismo en general. Visiones, sobrenaturalidades,
momentos extraordinarios que nos marcaron, épocas de mucho gozo, tiempos de
meditación, carnalidades, tiempos espirituales, etc.
Todo eso nos moldea
y nos da nuevas formas que se regeneran cada vez que llega cualquier otra
experiencia sublime(o al menos eso eran para nosotros) que nos configuraba a
otra nueva forma de ser como ocurriera la última vez. Siempre deseosos, siempre
en la búsqueda de algo más, siempre pendientes del mover de Dios, expectantes,
algunas veces desmotivados, otras con fe, sostenidos de su mano.
El hecho al que me
refiero no ocurre físicamente, ni en nuestra mente ni entendimiento sino en
nuestra esencia y en otra dimensión. Somos llevados allí en el espíritu, pero de
una manera inentendible que no podemos “cronologizar”. No sabemos cuánto tiempo
nos llevó, si fue un sueño, una visión o ninguna, pero repercute en nosotros desde
ese momento y para siempre. Nuestro espíritu es finalmente perfeccionado (Hebreos
12: 22 y 23) algo que ocurre para consumar una relación más profunda y
real con el Santo Espíritu de Dios que nos revela lo profundo de Dios para vivir
en este mundo. Esto es así porque es un asunto concerniente a la Vida (“lo espiritual corresponde a lo espiritual”)
1°
Cor. 2: 13
No sucede porque lo
sabemos o porque tenemos la información de que ha de suceder, ocurre en el
momento preciso de Dios para nosotros, en su tiempo, tal como le ocurrió al
Señor cuando fue a la cruz; Él sabía para qué estaba en este mundo pero el
momento de concretar su misión misma que le demandaría un sufrimiento
indescriptible, lo tenía Dios. Así que no nos es posible agendarlo en nuestros
términos. Y suele suceder alrededor de un momento clave en la vida en que todas
nuestras esperanzas se fueron, en que toda la ruina habida y por haber nos
alcanzó en todas la áreas de nuestra vida y ya no pudimos más y nos encontramos
literalmente con nada, sí, con nada de lo que era nuestra fortaleza y nuestra
confianza para que así mismo, desprovistos de todo nos encontremos en total
sensibilidad y dependencia, solos y en rendición completa, listos para algo, lo
que sea, lo que Dios tenga si es que tiene algo. Y sucede; como una revelación.
Continuará…