domingo, 10 de febrero de 2019

Ya que Dios no nos hizo Robots... (17° y última parte)


Ya que Dios no nos hizo Robots... (17° y última parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

Si viviéramos en una isla, en completa soledad, totalmente aislados de los demás, disciplinadamente definiríamos estrategias (reglas) que conllevan auto deberes (responsabilidades) para un fin: la supervivencia. Sin esas normas no duraríamos mucho.  Decidir no hacer nada o realizar solo aquello que no nos demande esfuerzo o el hacer lo que se nos dé la gana sin responsabilidad alguna para no complicarnos que es igual a una libertad alocada (libertinaje), nos llevaría pronto inevitablemente al fin (muerte).

Sobrevivir es algo que está en nosotros y conlleva trabajo en atención, inteligencia, creatividad, esfuerzo y responsabilidad; caso contrario, morimos.

Sobrevivir está en nosotros, lo sentimos en el plano natural y está presente en el espiritual también aunque lo obviemos; porque  Dios no nos hizo robots, obedientes a una programación definida sin salirnos de dicha sistematización.

Él no quiso ni nunca fue su intención manipularnos a su antojo. Quiso que experimentáramos lo que era estar con Él pero también estar sin Él.

Gracias a esa oportunidad, conocemos ya no por información sino por experiencia propia que definitivamente estar con Él nos representa desarrollarnos al máximo potencial para alcanzar la plena libertad, y que la experiencia del mal no hacía más que destruirnos como Él nos lo había señalado previamente.

El creador de todas las leyes de la física al crear este ámbito o dimensión material, puede y tiene total dominio de alterarlas si le place para cumplir su voluntad como hemos leído en las páginas de la Palabra, esto porque sistematizó la creación sin darle voluntad propia. Todo opera allí de manera perfecta y coordinada, pero interesantemente al crearnos, no nos hace de la misma forma, sino que aunque es consciente de que se generará una ley como consecuencia de la libertad con la que nos hizo, será una ley que aún Él se obliga a sí mismo a respetar en aras de la libertad con la que nos creó.

Esto explosiona la mente, pues siendo el Dios ilimitado que es, en alguna forma se limita a sí mismo por amor.

Podría haber hecho con nosotros lo que quisiera pues ¿quién puede decirle que no si Él es el Creador? Más se limita a sí mismo y no tiraniza a los hombres que creó.

¿Cómo podemos los seres humanos ser tan ciegos ante tales dimensiones eternas de su amor que aunque trascienden nuestro entendimiento, sí nos permiten captar que no hay nadie más que Él detrás de todas estas cosas?

Él nos permitió total libertad, el pecado no, nos encerró, nos esclavizó, nos denigró, nos empobreció, nos puso en el camino de la extinción…, pero Él, nos devolvió la Libertad y la Vida -si las queremos recuperar por supuesto-.

Si eso no es Amor genuino que también desea y aprecia al amor genuino de vuelta, no sé cómo llamarle.


Fin



Próxima serie: Lo concerniente a la Vida