Ya que Dios no
nos hizo Robots... (11° Parte)
Escrito Autóctono
Continuación…
La
forma en que interactuamos con los otros seres similares a nosotros, nos presenta
dos realidades pero una sola verdad: a) o que nuestra libertad es igual a la de
los demás y por consiguiente igualmente habilitada (forma en que nos creó Dios), o b) que nuestra
libertad es mayor o menor a la de los demás lo que significa dominar o ser
dominados (forma generada por el pecado).
Aquí
nacen los procesos de las relaciones humanas, el rol como seres que no fueron
creados para ser robots programados a realizar una labor repetitiva, condenados
eternamente a una función expresa, o sea, limitada y sin libertad.
Lamentablemente
tomamos el camino de la forma errada (todos lo sabemos) la cual generó la tiranía que lleva a unos
a dominar a otros y obligarlos contra su voluntad.
Dominar
o ser dominados socaba nuestra esencia misma pues no fuimos creados para vivir subyugados
involuntariamente a la voluntad de otros ni tampoco para apropiarnos de los
demás como si fuesen nuestros esclavos. Fuimos creados para convivir, convivir
sí en un sometimiento sano y voluntario que se encamina por el bien común y el
respeto mutuo. Un reconocimiento sano de las funciones y atestados de los demás
que nos benefician mejorando nuestra libertad y un reconocimiento sano de
nuestra función y atestados por parte de los demás que beneficia su libertad.
Pero
entonces ¿cuál es el delgado hilo que define el campo de acción de nuestra
libertad? Se llama consideración. La regla de oro tiene sentido: todo lo que
quiero que los demás hagan conmigo, debo yo de hacerlo con los demás. Todo en
lo que quiero que se me considere debo considerar. Mateo 7: 12
Esto
es muy importante comprenderlo porque si no conozco la extensión de mi libertad
no puedo vivir en total libertad.
Imponer
mi exigencia sobre otro sin permitir que la misma exigencia me afecte, me hace
un tirano. Imponer mi voluntad sobre otro, no va con mi libertad, la libertad
con la que me creó Dios porque Dios no es un Tirano.
¿O queremos
un Dios Tirano sobre nosotros? ¿De verdad queremos eso? ¿Uno que nos obligue a
hacer el bien, únicamente el bien, y solo el bien, sin derecho alguno a otra
cosa o a pecar o al menos a experimentar el pecado para saber lo que es?
No
porque deseemos pecar por supuesto, pero fue su Justicia la que nos permitió
estar expuestos al mal tanto como al bien.
Continuará…