domingo, 30 de diciembre de 2018

Ya que Dios no nos hizo Robots... (11° Parte)


Ya que Dios no nos hizo Robots... (11° Parte)
Escrito Autóctono

Continuación…

La forma en que interactuamos con los otros seres similares a nosotros, nos presenta dos realidades pero una sola verdad: a) o que nuestra libertad es igual a la de los demás y por consiguiente igualmente habilitada (forma en que nos creó Dios), o b) que nuestra libertad es mayor o menor a la de los demás lo que significa dominar o ser dominados (forma generada por el pecado).

Aquí nacen los procesos de las relaciones humanas, el rol como seres que no fueron creados para ser robots programados a realizar una labor repetitiva, condenados eternamente a una función expresa, o sea, limitada y sin libertad.

Lamentablemente tomamos el camino de la forma errada (todos lo sabemos) la cual generó la tiranía que lleva a unos a dominar a otros y obligarlos contra su voluntad.

Dominar o ser dominados socaba nuestra esencia misma pues no fuimos creados para vivir subyugados involuntariamente a la voluntad de otros ni tampoco para apropiarnos de los demás como si fuesen nuestros esclavos. Fuimos creados para convivir, convivir sí en un sometimiento sano y voluntario que se encamina por el bien común y el respeto mutuo. Un reconocimiento sano de las funciones y atestados de los demás que nos benefician mejorando nuestra libertad y un reconocimiento sano de nuestra función y atestados por parte de los demás que beneficia su libertad.

Pero entonces ¿cuál es el delgado hilo que define el campo de acción de nuestra libertad? Se llama consideración. La regla de oro tiene sentido: todo lo que quiero que los demás hagan conmigo, debo yo de hacerlo con los demás. Todo en lo que quiero que se me considere debo considerar. Mateo 7: 12

Esto es muy importante comprenderlo porque si no conozco la extensión de mi libertad no puedo vivir en total libertad.

Imponer mi exigencia sobre otro sin permitir que la misma exigencia me afecte, me hace un tirano. Imponer mi voluntad sobre otro, no va con mi libertad, la libertad con la que me creó Dios porque Dios no es un Tirano.

¿O queremos un Dios Tirano sobre nosotros? ¿De verdad queremos eso? ¿Uno que nos obligue a hacer el bien, únicamente el bien, y solo el bien, sin derecho alguno a otra cosa o a pecar o al menos a experimentar el pecado para saber lo que es?

No porque deseemos pecar por supuesto, pero fue su Justicia la que nos permitió estar expuestos al mal tanto como al bien.

Continuará…