domingo, 27 de mayo de 2018

Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 11


Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 11

Seguimos compartiéndo esta serie sobre las publicaciones más leídas de nuestro blog. Sin duda querrá leer los temas completos para una mejor comprensión. Le instamos a hacerlo y para ello le facilitamos en cada título su fecha de publicación para que pueda ubicarla en nuestro archivero.  Le bendecimos y oramos al Señor porque cada publicación le ayude a cimentar su fe.

Publicación 11
“…Te invito a mi iglesia…” (Cristianos reciclados) 3° Parte
Ubíquelo en la fecha 8-11-2014
Escrito Autóctono

Continuación…

Alguien podría decirme, “sí, la vida está en la sangre, lo leí por allí en la Biblia”. Sí, lo dice la Biblia. Introduzcamos sangre a un cuerpo muerto y lo resucitaremos… (No se puede ¿verdad?).
Otro me puede decir, “sí, está en el corazón porque de él mana la vida dice Proverbios”.  Efectivamente, cambiemos el corazón a un muerto por uno funcionando y lo resucitaremos… (No se puede traer de nuevo a la vida ¿verdad?).

¿Por qué?, porque la vida, ese don que nos mantiene vivos y que se desprende de nuestro cuerpo al morir, no podemos manipularla, ni sabemos en qué parte de nosotros se encuentra como para poder asirla.  (Ateos… ¿qué dicen a eso?)

Igual sucede con la iglesia. Decir que sabemos su ubicación porque hay un sitio llamado iglesia a donde acuden las personas a buscar a Dios, está errado. Entonces necesariamente debemos hallar a aquellos que hayan sido introducidos sobrenaturalmente por Dios en ella para al menos tener ese ínfimo puñado de la iglesia de frente, pero creer que me encontré ya a la iglesia está todavía lejos de la realidad pues ella trasciende al tiempo, a un lugar específico, clase, cultura o raza alguna. Dios la diseñó para fundir en ella a personas de todas la razas, en cualquier época, manteniéndola como un organismo vivo así como lo es Cristo.

Entonces pregunto… ¿tenemos la capacidad de convertir a alguien en iglesia?  ¡Claro!, así como podemos convertir el agua en vino.

Posiblemente usted está trabajando irracionalmente por la que insiste en llamar “mi iglesia” por no querer ver en la Palabra de Dios que los hombres no podemos indicarle a nadie aquí o allá está ni mucho menos poseerla pues tiene dueño, el Señor! y por cierto es muy celoso con ella. Lleva y “hala” gente para engrosar “su iglesia”… (Risas)…; cuando mucho la lleva a un local, llena el edificio de su  denominación, hace crecer su organización religiosa; pero ¿la iglesia del Señor?..., quien la cuida y la robustece es el mismo Señor. (Efesios  5: 26, 27 y 29.  ¿Qué está haciendo entonces? Perder su tiempo si lo que pretende es esto último.

¿Cree que salva personas con convencerlos de venir a su iglesia para que “conozcan” al Señor?, o ¿intenta “convertirlos” primero pero para que hagan la decisión de fe en público?…, pero jamás en otra iglesia, ¿verdad?; tiene que ser en la suya. 

¿No terminará de entender? que: quien convence al mundo necesariamente es el Espíritu (Juan 16: 8); quien salva es solamente Cristo (Juan 3: 17); que la iglesia del Señor es una y jamás todas las que nos inventamos (Juan 17: 11; Hechos 20: 28; 1° Corintios 12: 12 y 13); y que quien integra a alguien a la iglesia es Dios. (Hechos 2: 47).

Por curioso o impresionante que le parezca, en ninguna parte del Nuevo Testamento se nos insta a “ir” ni “llevar personas” a nada que se llame iglesia. Tampoco que hagamos adeptos de iglesia, o que intercambiemos personas de una iglesia a otra. -Hormigas en un ciclo sin fin de trabajo-. Conocer esto le puede desmenuzar la tradición a algún lector.

Peor cuando le convencen de que su iglesia es mejor que la de aquel que va a la otra iglesita; que su líder es “más lleno del Espíritu” que el otro que tiene una iglesita menos grande; y todavía muchísimo peor cuando lavan su cerebro haciéndole pensar que entre todos los mortales, usted si forma parte de la iglesia verdadera, tiene la verdad y los que entran a su agrupación son los únicos salvos.

Parece un chiste, pero muchos murieron convencidos de ello ¡Qué diabólico!

Se insiste en una lamentable sandez por descalificar y menospreciar todo lo demás, por invalidar la creencia ajena sin revisar conscientemente la propia fuera del lente religioso personal.

Existen cosas muy elementales del creer en Dios que deben estar claras con respecto a aquellos que dicen conocerlo, pero la revelación a algo más profundo, es un asunto del Señor y a quien Él quiera darla. Mateo 11: 27b dice: “nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. No pretenda que los demás traguen lo que usted sabe dándoselos “con cuchara”. Nuestro principal trabajo es presentar el evangelio poderoso del Señor y basta. Nuestra segunda labor es discipular a los que por su gracia creen entre todos los que oyen.  Eso se llama ser colaboradores de Dios. Y eso de discipular no es necesaria o únicamente crear aulas para enseñar biblia. Se trata de vivir naturalmente la Vida de Dios con ellos. Eso requiere el involucrarse con nosotros. Ser mentores en vez de profesores, algo que requiere tiempo para vivir en reciprocidad con ellos.

Por último, quiero hablar directamente a quienes se dicen conocer al Señor.

Cada quien es responsable de su relación genuina con Dios; cada quien debe revisar su fe (Romanos 14: 22; 2° Corintios 13: 5; 1° Timoteo 4: 16); cada quien debe conocer la responsabilidad que tiene de estar con otros creyentes genuinos y crecer con ellos (1° Corintios 5: 11; Hebreos 10: 25). Cada quien tiene una responsabilidad para con su hermano en el Señor de amarle, cuidarle, animarle, sostenerle, y vivir en reciprocidad y mutualidad. (Romanos 14: 19; Gálatas 6: 10; 1° Tesalonicenses 5: 11)

Cada quien ha de ser consciente de ser Casa del Señor doquiera esté; cada quien ha de saberse iglesia genuina del Señor sin aspavientos de ningún tipo, si verdaderamente lo es. Las membrecías denominacionales y el proselitismo en el reino del Señor no tienen cabida por ninguna parte y son más bien cosa de hombres.

Cada quien ha de entenderse luz para con el mundo y sal de la tierra.

No atrase a su hermano siendo una carga para él, mucho menos sea una piedra de tropiezo. Sea un digno representante del Señor y un ejemplo para sus hermanos y su prójimo.

Sea como un “pedacito” de Cristo para con los demás.

Déjese de tonterías y de tirar el tiempo por la borda en cosas que no aprovechan ni tienen nada que ver con el propósito de Dios.

Se dará cuenta entonces que la iglesia, la Casa del Señor, es inmensamente más grande que el local de su denominación y aún que su denominación misma.

Entonces se abrirán nuestros ojos y saldremos de nuestro letargo. Entonces el mundo volverá a ver a Cristo.

¡No te invito a mi iglesia! Ya no lo haría jamás de nuevo. De cualquier manera no puedo. ¡No tengo iglesia!  Y no tengo porque le plació a Dios introducirme y hacerme parte de ella por su decisión y soberana gracia. Ni siquiera fue mi asunto. De hecho no sabría cómo fusionarme a ella por mis propios medios.

Entonces hay una abismal diferencia con aquello sin sentido de llamarle a algo “mi iglesia”…, -¡qué necios! -, como si pudiéramos o tuviéramos la capacidad de tener una.



domingo, 20 de mayo de 2018

Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 13 y 12


Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 13 y 12

Seguimos compartiéndole esta serie sobre las publicaciones más leídas de nuestro blog. Sin duda querrá leer los temas completos para una mejor comprensión. Le instamos a hacerlo y para ello le facilitamos en cada título su fecha de publicación para que pueda ubicarla en nuestro archivero.  Le bendecimos y oramos al Señor porque cada publicación le ayude a cimentar su fe.

Publicación 13
Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (2º parte)
Ubíquelo en la fecha 26-12-2015
Escrito Autóctono

Continuación…

Para tener una visión más amplia de la bendición de Dios, debemos mirar al principio mismo en que Él puso al hombre en el huerto del Edén pleno de todo bien, es decir saturado de bendición en todas las formas posibles. Le hizo santo, puro, inteligente, sano, amable, fuerte, totalmente relacionado con Él y poseedor de toda la creación de Dios.

Para el hombre moderno la bendición significa tener todo cuanto quiere; dinero, libertad, poder, felicidad a costa de lo que sea o quien sea. Por eso lo que los hombres llamamos bendición es muy diferente a lo que Dios nos muestra como bendición.
    
Para Dios, la bendición se identifica más en su misma esencia de dador y de  entregarse. Es como deberíamos de asimilarla y practicarla. Dios nos bendice para que nosotros bendigamos a los demás. La Palabra dice “mejor cosa es dar que recibir”.

Ahora bien, si la bendición tiene que ver con palabras y bondades de Dios para con nosotros y aún de nosotros hacia los demás, es porque la bendición transmite siempre o da algo. Debemos entender cómo opera si la emite Dios y cómo si la emitimos nosotros. Algo nos debe quedar claro, es similar pero no igual.

Si revisamos la Palabra de Dios, nos damos cuenta cuánta diferencia hay de cuando Dios bendijo algo o a alguien y lo que ocurre cuando lo hacemos nosotros. Existe una diferencia bien marcada en la práctica de bendecir en el antiguo pacto respecto al nuevo. Las cosas cambiaron ciertamente.

Por ejemplo en los tiempos antiguos la bendición paterna era de tan grande importancia, que solo se tenía una y estaba reservada para el hijo primogénito varón. No había ningún misticismo en el asunto, era totalmente real. La magnitud de su importancia afectaba positivamente no solo a la persona sino a su entorno y hasta a su descendencia. Los profetas por su parte tenían en sus labios un poder especial al declarar una bendición sobre un pueblo o una persona así como cuando declaraban una maldición. No bendecían o maldecían adrede, se tenía como algo de cuidado y para un momento muy particular; sobre todo bajo la dirección de Dios.

Para nosotros cambió el panorama, Dios nos ordena en su Palabra que bendigamos siempre, nunca que maldigamos (Romanos 12: 14; Santiago 3: 10). Recordemos que hay un proceso espiritual en progreso cada vez que se bendice o maldice verbalmente por lo que la Palabra nos alerta a tener cuidado y mantener siempre en nuestros labios bendición y no maldición.  En Cristo la bendición directa e ilimitada de Dios nos alcanzó a todos los que por el Señor fuimos llamados a ser parte de su Pueblo. ¡Gloria a Dios! Y esa bendición de Dios nos capacita para que bendigamos a otros. Ya no existe condenación alguna ni maldición que nos afecte a partir de que Cristo nos lava con su preciosa sangre (Romanos 8: 1). Si alguien maldice a quien es bendito por Dios, la maldición se torna en bendición pero puede volvérsele en maldición sobre aquel que la profirió. Si alguien le bendice, se volverá la bendición sobre aquel que bendijo.


Continuará…

Publicación 12
Arrepentidos pero… ¿convertidos? (2° parte)
Ubíquelo en la fecha 14-6-2014
Escrito Autóctono

Continuación:

Momentos antes de partir de este mundo, el Señor no habló más del arrepentimiento añadiendo: “…porque el Reino de los cielos se ha acercado”; tampoco prolongó el bautismo de arrepentimiento como el de Juan el Bautista, sino creer y ser bautizado para ser salvo. Marcos 16:16 “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”.

En su predicación en Efeso, Pablo encontró a 12 discípulos que conocían y habían sido bautizados con el bautismo de arrepentimiento en agua (aquel mismo predicado por Juan) pero él les llevó al bautismo ordenado por el Señor y les bautizó de inmediato en el nombre de Jesús. Ahora estaban listos para recibir el bautismo en fuego realizado por el Señor con la impartición del Espíritu Santo, del que anteriormente ni siquiera habían oído hablar. Hechos 19: 1-7

El sacrificio y resurrección de Cristo abrió las puertas a un Reino nuevo (el de los cielos) que vendría a ser establecido en los corazones de los hombres con la llegada del Espíritu Santo. Ahora el Reino de los cielos ya no estaba cerca, estaba en medio de y en los creyentes.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con estar arrepentido y ser convertido?

Veamos.

Interesantemente Cristo no habló de conversión a nadie. La razón es que se requería una diferente a todo lo conocido hasta ese momento. Una que sería operada por el Espíritu Santo en aquellos que creyesen y decidieran tal asunto por su propia voluntad. Una conversión a partir de la cruz. Convertirse significaba volverse a Dios pero ahora para hacerlo efectivo y permanente debía darse una transformación de otro tipo.

Esto aseguraría dos cosas: por un lado el lavamiento de pecados y por otro la estabilidad en los caminos del Señor; no como un cambio pasajero sino como uno permanente, que era el plan de Dios para los hombres.

La situación es que se requería el arrepentimiento, pero sin dejar de lado la conversión. No estamos hablando de lo mismo. En el primero se reconoce la condición de pecado en que se está y por ende la condenación a la que se está peligrosamente expuesto. En la segunda, la decisión de no continuar por el camino de perdición sino tomar el de salvación. Como decíamos antes, es posible que tengamos a muchos arrepentidos pero pocos convertidos.

El gran problema de esto es que el arrepentimiento no trata al pecado, pero el arrepentimiento seguido de la conversión sí. En otras palabras, mientras no haya conversión, los pecados están presentes y continúan produciendo muerte. Nada puede hacer Dios con quien se arrepiente pero no se convierte. Tampoco el Espíritu puede venir a morar en alguien que no esté convertido. Somos testigos de personas que lamentan haber asesinado o robado o quizá se percatan de haber dañado a alguien o sido infieles y están arrepentidos. Hemos visto hijos que se arrepienten de haber desobedecido a sus padres. Pero resulta muchísimas veces un hecho aislado. Es posible que recaigan y vuelvan otra vez a arrepentirse. Por eso, es que es imprescindible una conversión. Una en la que se toma una decisión en firme de no continuar igual, permitiéndole al Espíritu de Dios hacer lo suyo: transformar o mudar en otra persona. El deseo de Dios no es reparar a nadie, es cambiarla. La conversión provee ese espacio.

Continuará…


domingo, 13 de mayo de 2018

Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 15 y 14


Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 15 y 14

Seguimos compartiéndole esta serie sobre las publicaciones más leídas de nuestro blog, recordándole que las presentamos de forma aleatoria y no conforme al volumen de visitas que generaron. Sin duda querrá leer los temas completos para una mejor comprensión. Le instamos a hacerlo y para ello le facilitamos en cada título su fecha de publicación para que pueda ubicarla en nuestro archivero.  Le bendecimos y oramos al Señor porque cada publicación le ayude a cimentar su fe.

Publicación 15

La manoseada Cobertura espiritual - 1° parte
Ubíquelo en la fecha 4-1-2014
Escrito Autóctono

“Cobertura espiritual”; así como “Autoridad espiritual” suena bonito, suena santo, casi bíblico. Debía tener todo el respaldo de la Palabra de Dios, pero por increíble que parezca, nada tiene que ver con ella. Al igual que los temas de sujeción, sometimiento, autoridad y cualquier otro que quisiésemos indagar, es necesario entender esencialmente de qué estamos hablando. 

Decir “cobertura”, debemos clarificar su definición en cualquier diccionario de lengua española corriente. El significado básico es cubierta, lo que sirve para cubrir. En otras palabras, colocar por encima para proteger o mantener dentro. Ahora debemos entender todo lo que implica; cuando y porqué utilizo coberturas en el plano natural del uso diario y encajar esos resultados con hombres que se denominan como tal o que debemos reconocerlos así. Paso siguiente debo ir a la Escritura para hallar su respaldo si lo hay. Imprescindible que esta investigación sea justa y honesta para mi propio bien y seguridad. 

Porque la cobertura espiritual debería tener total base bíblica para aceptarla o ¿debíamos suponerla o deducirla de algún pasaje en vista del enfoque insistente que se le otorga?

Lo primero que sorprende es que en ninguna parte de la Escritura se le menciona en el sentido que se le da hoy. Tampoco se le implica pues no se ve a ningún hombre terrenal de Dios ni sugerirla. Si existe algo que se pudiese entender como “cobertura” no expresa a nada humano sino a Dios. Las únicas 2 veces que aparece literalmente la palabra cobertura en la Biblia, son Job 24: 7 y 26: 6; pero no tiene nada de relación.

Entonces me pregunto ¿cómo en la actualidad algo no doctrinal tomó toda la condición de doctrina aplicándosele seriamente como algo autorizado, avalado y hasta impuesto por mandato divino de forma que quien no tiene la “cobertura espiritual” está fuera de todo orden?. Es más, se llega a decir que si alguien no la tiene, ni Dios le bendice. De hecho, está bajo maldición.

Claro, el concepto de la tal cobertura espiritual hoy día es un asunto de conveniencia, está más planteada desde el punto de vista de abarcar más terreno y tener mayor poder, es decir; más dominio y control. La mayor parte de las veces lamentablemente con un fin monetario más que otra cosa. ¡Qué triste! ¡Qué engaño más santificado y reverenciado!

Si existe verdad más claramente expuesta en el Nuevo Testamento es que le pertenecemos a Cristo y no a hombre alguno. Por el contrario, exponerse a la pertenencia de alguien es carnal según lo describe Pablo. ¿Qué seguridad humana puede superar a la seguridad de la cobertura de Cristo literalmente? Nada de protección para quienes adoptan a los hombres sobre sí.

Continuará…

 Publicación 14
Primordialmente por las casas… ¿Y el templo? 1° parte
Ubíquelo en la fecha 31-1-2015
Escrito Autóctono

Dentro de nuestro rótulo-presentación del blog en la parte superior, definimos una característica que quisimos dejar por escrito basándonos en Hechos 2: 46.

Pero quiero dejar en claro que decir “…primordialmente por las casas…” no encierra ni establece de plano que creamos que las casas son el único sitio válido para la reunión de hermanos. Ni la Palabra de Dios con toda la información al respecto que brinda, dice tal cosa.

Y en esto quiero ser por un lado radical sin caer en extremismos y por otro tolerante sin caer en complacencias. ¿Quién soy yo para estorbar a la obra del Señor? ¿Quién soy yo para poner en la intención de Dios algo que no está? ¿Quién soy para manipular teológicamente a alguien valiéndome de su poco conocimiento?

Quizá por todo lo terrible que vi que producía el sistema, fui intolerante cuando comenzaba a caminar en esta vida del Señor hace poco más de una década (2004), aunque no lo hacía con un mal espíritu. Hoy lo reconozco con mucha pena, porque el Señor en su inmensa misericordia me mostró que si Él no hace la obra ¿cómo pretendo yo convencer con la Palabra a manera de bazuca?

He visto de todo, desde actitudes intransigentes y cerradas que prácticamente quisieran tener la bomba atómica en sus manos para borrar de la faz de la tierra al sistema, hasta quienes creen estar viviendo algo nuevo solo por estar en las casas pero con un sistemita en pequeño. He visto hermanos de la iglesia tradicional menospreciar a sus hermanos al punto del repudio solo porque decidieron caminar por la Palabra libres del sistema y a hermanos también de allí ser tolerantes sin dejar de amarlos, no atreviéndose a juicios o señalamientos dañinos y pecaminosos.

Pero me dirijo ahora a hermanos nuestros que satanizan literalmente los edificios y caen en el mismo pecado juicioso para con quienes se congregan allí.

Qué, ¿acaso congregarse en un edificio es pecado? Estaríamos entrando en intransigencias si decimos que sí solo porque allí llaman a eso templo o iglesia. ¿Arremeteremos contra el edificio como si un local fuese algo y arrasaremos hasta con los hermanos allí? ¿No comprendemos que a pesar del edificio, allí hay hermanos nuestros lavados con la sangre de Cristo? Igual las casas son edificaciones  materiales.

No por estar en una banca en un salón o en un sillón en la sala de una casa ocurre nada extraordinario. ¿Tan necios somos? Ni el edificio es nada ni la casa es nada.

¿Acaso me he vuelto a favor o en contra de alguien? En ninguna manera.

Debemos comprender que Dios no trata con nada material o inanimado como cosas o edificaciones, trata con personas.

Igual podríamos estar en la calle, en la plaza, en una oficina, en el parque, en la cárcel, y hasta en otro planeta; “…Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” dijo el Señor (Mateo 18:20). Donde quiera estén los hermanos, allí está la iglesia del Señor; no por el lugar sino por los hermanos.

Dios no opera ni más ni menos solo por encontrarnos en un edificio o en una casa, porque su operación es en los corazones de quienes le aman sin importar el sitio en que se encuentren  pues Él ya santificó lo que tenía que santificar y es a la persona, no al lugar.

A falta de entender esto y por la carnalidad, hermanos se vuelven contra otros hermanos comiéndose unos a otros solo por el sitio en que se congregan. ¡Qué necedad!

Si Dios no hace la obra, en vano nos ocupamos quienes consideramos estar en ella. Si Dios no edifica la casa (su casa) en vano trabajamos los que creemos estar trabajando. (Salmo 127: 1)

Definitivamente estamos comiendo las hojas y dejando las zanahorias en la tierra.

Debemos arrepentirnos y reconocer que tanto por las casas como en los edificios, hay pueblo del Señor y corazones dispuestos para Él. Debemos arrepentirnos y reconocer que tanto por las casas como en los edificios, hay personas que nunca comprenderán y están allí religiosamente sin más ni más. Dios es el que conoce los corazones.

Ahora, que un sitio facilite las posibilidades mejor que otro, eso es diferente. Así como no se ordeña una vaca en un sanitario, cada cosa con su cosa. No deberíamos mezclar liturgias, ni formas, ni nada de lo que se practica en un local disque rindiendo culto a Dios con un grupo de personas reunidas para edificarse en una casa.

Por condiciones de espacio y por cantidad de personas, a menor grupo mayor la posibilidad de relacionarse, de conocerse, de tratarse, de enseñarse, de edificarse mutuamente y que todos puedan ejercer sus dones como registra 1° Corintios del capítulo 12 en adelante, lea también el 14: 26. Esto era la normalidad de vida de los hermanos respecto a sus reuniones de edificación. Verdaderamente imposible lograrlo con multitudes al mismo tiempo en un solo lugar.

Continuará…

domingo, 6 de mayo de 2018

Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 16


Lo más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 16

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Publicación 16
Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (1º parte)
Ubíquelo en la fecha 19-12-2015
Escrito Autóctono

Bendición; palabra muy usada por muchos pero a ciencia cierta gran cantidad no comprende su significado.

La bendición de manera simple, es todo cuanto nos produzca sentimientos de satisfacción y estado de bienestar en el marco de la pureza. Podríamos decir que se refiere a todo lo bueno que recibimos o que nos pasa. Resalto la pureza, porque hay cosas que brindan bienestar y deleite que no son necesariamente bendición y obedecen a apetitos de la carne más que otra cosa.

Por ejemplo llamamos bendición a la salud, al alimento que Dios pone en nuestras mesas, a la inteligencia que Dios nos da. Llamamos bendición a un nuevo día que se nos permite vivir, a la vida misma, al aire que respiramos; llamamos bendición a tener buenos hijos, a ser amados, a compartir con personas que nos aprecian, a tener buena relación con nuestros semejantes, a lograr un sueño por el que luchamos, a dormir bien, a salir y regresar con bien. Llamamos bendición a tener económicamente lo necesario cuando se necesita, al techo que nos cobija, a la mano que se extiende a ayudarnos.

Pero hay cosas que parecen no ser buenas que se tornaron en bendición para alguien como por ejemplo no lograr tomar el autobús a tiempo y enterarse después que tuvo un accidente serio donde se produjeron heridos.
 
Dice la Palabra de Dios que: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre...”  (Santiago 1: 17) y que Dios tiene pensamientos de paz y no de mal para nosotros (Jeremías 20: 11).

Conociendo a Dios comprendemos que Él hizo todas las cosas pensando en que pudiésemos estar bien, que fuésemos plenos y tuviésemos felicidad. Mirándonos en nuestra condición pecaminosa, hizo todo cuanto estuvo en sus manos para no dejarnos así ni que nos perdiéramos, entregó hasta su posesión más preciada por nosotros, a su hijo.

Así que la fuente de toda bendición es Él. Al amarnos decidió darnos todas sus bendiciones y son las que disfrutamos día a día por medio de Cristo.

Continuará…