Lo
más leído (Top 20 de Publicaciones) PUBLICACIÓN 11
Seguimos compartiéndo esta serie sobre las
publicaciones más leídas de nuestro blog. Sin duda querrá leer los temas
completos para una mejor comprensión. Le instamos a hacerlo y para ello le
facilitamos en cada título su fecha de publicación para que pueda ubicarla en
nuestro archivero. Le bendecimos y
oramos al Señor porque cada publicación le ayude a cimentar su fe.
Publicación 11
“…Te invito a mi iglesia…” (Cristianos reciclados) 3°
Parte
Ubíquelo en la fecha 8-11-2014
Escrito Autóctono
Continuación…
Alguien podría decirme, “sí, la vida
está en la sangre, lo leí por allí en la Biblia”. Sí, lo dice la Biblia. Introduzcamos
sangre a un cuerpo muerto y lo resucitaremos… (No se puede ¿verdad?).
Otro me puede decir, “sí, está en el
corazón porque de él mana la vida dice Proverbios”. Efectivamente, cambiemos el corazón a un
muerto por uno funcionando y lo resucitaremos… (No se puede traer de nuevo a la
vida ¿verdad?).
¿Por qué?, porque la vida, ese don
que nos mantiene vivos y que se desprende de nuestro cuerpo al morir, no
podemos manipularla, ni sabemos en qué parte de nosotros se encuentra como para
poder asirla. (Ateos… ¿qué dicen a eso?)
Igual sucede con la iglesia. Decir
que sabemos su ubicación porque hay un sitio llamado iglesia a donde acuden las
personas a buscar a Dios, está errado. Entonces necesariamente debemos hallar a
aquellos que hayan sido introducidos sobrenaturalmente por Dios en ella para al
menos tener ese ínfimo puñado de la iglesia de frente, pero creer que me
encontré ya a la iglesia está todavía lejos de la realidad pues ella trasciende
al tiempo, a un lugar específico, clase, cultura o raza alguna. Dios la diseñó
para fundir en ella a personas de todas la razas, en cualquier época,
manteniéndola como un organismo vivo así como lo es Cristo.
Entonces pregunto… ¿tenemos la
capacidad de convertir a alguien en iglesia?
¡Claro!, así como podemos convertir el agua en vino.
Posiblemente usted está trabajando
irracionalmente por la que insiste en llamar “mi iglesia” por no querer ver en
la Palabra de Dios que los hombres no podemos indicarle a nadie aquí o allá está
ni mucho menos poseerla pues tiene dueño, el Señor! y por cierto es muy celoso
con ella. Lleva y “hala” gente para engrosar “su iglesia”… (Risas)…; cuando
mucho la lleva a un local, llena el edificio de su denominación, hace crecer su organización
religiosa; pero ¿la iglesia del Señor?..., quien la cuida y la robustece es el
mismo Señor. (Efesios 5: 26, 27 y 29. ¿Qué está haciendo entonces? Perder su tiempo
si lo que pretende es esto último.
¿Cree que salva personas con
convencerlos de venir a su iglesia para que “conozcan” al Señor?, o ¿intenta
“convertirlos” primero pero para que hagan la decisión de fe en público?…, pero
jamás en otra iglesia, ¿verdad?; tiene que ser en la suya.
¿No terminará de entender? que:
quien convence al mundo necesariamente es el Espíritu (Juan 16: 8); quien salva es solamente Cristo (Juan 3: 17); que la iglesia del Señor es una y jamás todas las que
nos inventamos (Juan 17: 11; Hechos 20:
28; 1° Corintios 12: 12 y 13); y que quien
integra a alguien a la iglesia es Dios. (Hechos
2: 47).
Por curioso o impresionante que le
parezca, en ninguna parte del Nuevo Testamento se nos insta a “ir” ni “llevar
personas” a nada que se llame iglesia. Tampoco que hagamos adeptos de iglesia, o
que intercambiemos personas de una iglesia a otra. -Hormigas en un ciclo sin
fin de trabajo-. Conocer esto le puede desmenuzar la tradición a algún lector.
Peor cuando le convencen de que su
iglesia es mejor que la de aquel que va a la otra iglesita; que su líder es
“más lleno del Espíritu” que el otro que tiene una iglesita menos grande; y todavía
muchísimo peor cuando lavan su cerebro haciéndole pensar que entre todos los
mortales, usted si forma parte de la iglesia verdadera, tiene la verdad y los que
entran a su agrupación son los únicos salvos.
Parece un chiste, pero muchos
murieron convencidos de ello ¡Qué diabólico!
Se insiste en una lamentable sandez
por descalificar y menospreciar todo lo demás, por invalidar la creencia ajena
sin revisar conscientemente la propia fuera del lente religioso personal.
Existen cosas muy elementales del
creer en Dios que deben estar claras con respecto a aquellos que dicen
conocerlo, pero la revelación a algo más profundo, es un asunto del Señor y a
quien Él quiera darla. Mateo 11: 27b
dice: “nadie conoce al Hijo,
sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
lo quiera revelar”. No
pretenda que los demás traguen lo que usted sabe dándoselos “con cuchara”. Nuestro
principal trabajo es presentar el evangelio poderoso del Señor y basta. Nuestra
segunda labor es discipular a los que por su gracia creen entre todos los que
oyen. Eso se llama ser colaboradores de
Dios. Y eso de discipular no es necesaria o únicamente crear aulas para enseñar
biblia. Se trata de vivir naturalmente la Vida de Dios con ellos. Eso requiere
el involucrarse con nosotros. Ser mentores en vez de profesores, algo que
requiere tiempo para vivir en reciprocidad con ellos.
Por último, quiero hablar
directamente a quienes se dicen conocer al Señor.
Cada quien es responsable de su
relación genuina con Dios; cada quien debe revisar su fe (Romanos 14: 22; 2° Corintios 13: 5; 1° Timoteo 4: 16); cada quien
debe conocer la responsabilidad que tiene de estar con otros creyentes genuinos
y crecer con ellos (1° Corintios 5: 11;
Hebreos 10: 25). Cada quien tiene una responsabilidad para con su hermano
en el Señor de amarle, cuidarle, animarle, sostenerle, y vivir en reciprocidad
y mutualidad. (Romanos 14: 19; Gálatas 6:
10; 1° Tesalonicenses 5: 11)
Cada quien ha de ser consciente de
ser Casa del Señor doquiera esté; cada quien ha de saberse iglesia genuina del
Señor sin aspavientos de ningún tipo, si verdaderamente lo es. Las membrecías
denominacionales y el proselitismo en el reino del Señor no tienen cabida por
ninguna parte y son más bien cosa de hombres.
Cada quien ha de entenderse luz para
con el mundo y sal de la tierra.
No atrase a su hermano siendo una
carga para él, mucho menos sea una piedra de tropiezo. Sea un digno
representante del Señor y un ejemplo para sus hermanos y su prójimo.
Sea como un “pedacito” de Cristo
para con los demás.
Déjese de tonterías y de tirar el
tiempo por la borda en cosas que no aprovechan ni tienen nada que ver con el
propósito de Dios.
Se dará cuenta entonces que la
iglesia, la Casa del Señor, es inmensamente más grande que el local de su
denominación y aún que su denominación misma.
Entonces se abrirán nuestros ojos y
saldremos de nuestro letargo. Entonces el mundo volverá a ver a Cristo.
¡No te invito a mi iglesia! Ya no lo
haría jamás de nuevo. De cualquier manera no puedo. ¡No tengo iglesia! Y no tengo porque le plació a Dios introducirme
y hacerme parte de ella por su decisión y soberana gracia. Ni siquiera fue mi
asunto. De hecho no sabría cómo fusionarme a ella por mis propios medios.
Entonces hay una abismal diferencia
con aquello sin sentido de llamarle a algo “mi iglesia”…, -¡qué necios! -, como
si pudiéramos o tuviéramos la capacidad de tener una.