domingo, 8 de octubre de 2017

La prueba de la Verdad (3° parte)

La prueba de la Verdad (3° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Ni los logros reunidos, ni el dinero o riqueza acumulados, ni posesión adquirida o posición alcanzada, ni buen nombre amasado, ni fama. No pesará el carisma, o virtud alguno, el éxito de ninguna especie, las amistades construidas, la magnitud de las obras edificadas, la imagen, el poder, las masas fascinadas. No alcanzará la popularidad obtenida, inteligencia, señales o milagros realizados, elocuencia, respeto conseguido, habilidades,… ¡NADA!

Solo amor, verdadero y genuino amor; claro, transparente, fiel, puro; amor ajeno a adiciones, sin compromisos adquiridos, sin afiliaciones, sin demostraciones absolutas. Simple, humilde, discreto, callado. Amor a flor de piel, sin esfuerzo, sin cálculo alguno, sin miramientos de ningún tipo, ¡libre!

No hablo del amor humano interesado, calculador, condicional. Tampoco tiene que ver con aquel al que se le ha dado un matiz erótico o sensual; ni se trata de atracción de género. No es ni siquiera el filial. No se refiere al amor de una madre o un padre por sus hijos ni viceversa. Tampoco aquel que se promete en un altar para toda la vida aunque sea cierto y sincero.

No es el de este mundo, ni se alcanza por medios humanos. Hablo del amor que tiene vida propia. Imposible reproducirlo o duplicarlo por voluntad humana.

Ese amor se tiene o no, se conoce o no, se evidencia o no. Su fruto también es único y fácilmente reconocible por lo que nadie puede falsificarlo.

Es amor que hace amar a todos sin excepción y sin esperar nada a cambio. Amor que atiende al necesitado, amor que se da por los demás. Amor que alimenta, cuida, visita, ayuda, fortalece, viste, abriga, acompaña, perdona. Amor que se sacrifica.


Continuará…