Se busca iglesia (3º parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Así que si busca La iglesia, no crea que porque halló
un grupo reuniéndose por allí proclamando a Jesús como su Señor, entonces ya la
encontró, y porque le dieron la membrecía, finalmente usted está integrado a la
iglesia única del Señor automáticamente por lo que usted es iglesia. No se
engañe. Tampoco porque haya abrazado una filosofía “cristiana” o “religiosa” haciendo
todo lo que le dicen.
La Escritura no respalda nada de eso; no sucede así.
Con suerte y porque a alguien se le pasó, llegaría
como invitado a un grupo de creyentes creciendo juntos como una familia en una
casa o en algún otro sitio. Pero, ¿esa es La iglesia? ¡Otra vez le digo: No! Ellos
son parte de, pero solo como una pequeñísima -yo diría minúscula- parte de ella,
pues cada uno fue adherido a la iglesia sobrenaturalmente por el Señor y juntos
solo conforman apenas un pequeñísimo segmento del cuerpo.
Más no nos enfrasquemos en trivialidades ni mucho
menos cifras; el caso esencial aquí es que lo importante no es ni siquiera que
usted llegó incidentalmente a una reunión de esas, sino si Dios lo tiene a
usted para esto; porque si La iglesia no le ha sido revelada a su corazón, nada
se puede hacer, no la va a entender jamás aunque asista a mil reuniones de creyentes.
Le puedo asegurar que muchos que asisten por años a la formas de iglesias que
usted y yo conocemos, nunca han sido parte de La iglesia. Ni siquiera la
conocen. (Mateo 7: 21-23; 1º Juan 2: 19)
También muchos están y permanecen en las reuniones con
hermanos porque les gusta o ya se habituaron. Una reunión genuina tal como la
describe la Palabra, les dejaría mucho que desear en cuanto a sus expectativas,
acostumbrados a cultos que se desarrollan de cierta manera, con programas preestablecidos,
desarrollados profesionalmente, poseyendo
tiempos de música propicia y por supuesto la presentación magistral de la
Palabra. Aún la tecnología se ha inmiscuido metiendo sus narices en “los
asuntos del reino”, constituyéndose casi en vital para su “buena” gestión.
Lo mismo ocurre si nos referimos a células o grupos de
crecimiento por las casas tan comunes para muchos, que en nada se equiparan con
un grupo de hermanos edificándose mutuamente de manera orgánica donde todos ejercen
su sacerdocio sin excepción haciendo uso de sus dones.
Pronto personas ajenas que se entremetieron en ellas, se
sentirán extraños y no comprenderán la naturaleza de su desarrollo.
En alguna oportunidad me tocó ver la reacción de
alguien quien llegó llevado por terceros a una reunión de esas y en un momento
dado imprecó dura e irrespetuosamente a uno de los hermanos diciéndole que
estaba muy equivocado si creía que eso era una iglesia. En definitiva estaba
fuera de lugar el “hermanito” aquel. Nadie allí le estaba vendiendo tal idea; con su
actitud solo dejó en evidencia su enorme ignorancia y lo desubicado que estaba respecto
a la Palabra.
Si el Señor es verdaderamente el Señor en medio de una
reunión, puede contar con que Él no necesitará de un líder carismático que coordine
nada allí, ni dicte la pauta de lo que sucede. Eso ya de por sí le puede resultar
bastante insólito y hasta escandaloso a quien no conoce la dinámica de una
reunión de la Palabra, dirigida total y literalmente por el Espíritu y no conforme a las
formas y liturgias de cómo -según piensan- deben ser las cosas. “¿A qué hora comienza esto?”; “¿Quién es el
pastor o líder aquí?”; “Imagino que hay un programa lógico para saber qué
sigue…”.
Reacciones como estas son producto de prácticas y
enseñanzas humanas de siglos y no de lo que se desprende de la normalidad y
funcionalidad de la vida relacional (mutua edificación) en el cuerpo, la iglesia del Señor, según lo relata el
Nuevo Testamento.
Continuará…