sábado, 20 de febrero de 2016

Se busca iglesia (3º parte)



Se busca iglesia (3º parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Así que si busca La iglesia, no crea que porque halló un grupo reuniéndose por allí proclamando a Jesús como su Señor, entonces ya la encontró, y porque le dieron la membrecía, finalmente usted está integrado a la iglesia única del Señor automáticamente por lo que usted es iglesia. No se engañe. Tampoco porque haya abrazado una filosofía “cristiana” o “religiosa” haciendo todo lo que le dicen.

La Escritura no respalda nada de eso; no sucede así.

Con suerte y porque a alguien se le pasó, llegaría como invitado a un grupo de creyentes creciendo juntos como una familia en una casa o en algún otro sitio. Pero, ¿esa es La iglesia? ¡Otra vez le digo: No! Ellos son parte de, pero solo como una pequeñísima -yo diría minúscula- parte de ella, pues cada uno fue adherido a la iglesia sobrenaturalmente por el Señor y juntos solo conforman apenas un pequeñísimo segmento del cuerpo.

Más no nos enfrasquemos en trivialidades ni mucho menos cifras; el caso esencial aquí es que lo importante no es ni siquiera que usted llegó incidentalmente a una reunión de esas, sino si Dios lo tiene a usted para esto; porque si La iglesia no le ha sido revelada a su corazón, nada se puede hacer, no la va a entender jamás aunque asista a mil reuniones de creyentes. Le puedo asegurar que muchos que asisten por años a la formas de iglesias que usted y yo conocemos, nunca han sido parte de La iglesia. Ni siquiera la conocen. (Mateo 7: 21-23; 1º Juan 2: 19)

También muchos están y permanecen en las reuniones con hermanos porque les gusta o ya se habituaron. Una reunión genuina tal como la describe la Palabra, les dejaría mucho que desear en cuanto a sus expectativas, acostumbrados a cultos que se desarrollan de cierta manera, con programas preestablecidos, desarrollados  profesionalmente, poseyendo tiempos de música propicia y por supuesto la presentación magistral de la Palabra. Aún la tecnología se ha inmiscuido metiendo sus narices en “los asuntos del reino”, constituyéndose casi en vital para su “buena” gestión.  

Lo mismo ocurre si nos referimos a células o grupos de crecimiento por las casas tan comunes para muchos, que en nada se equiparan con un grupo de hermanos edificándose mutuamente de manera orgánica donde todos ejercen su sacerdocio sin excepción haciendo uso de sus dones.

Pronto personas ajenas que se entremetieron en ellas, se sentirán extraños y no comprenderán la naturaleza de su desarrollo.

En alguna oportunidad me tocó ver la reacción de alguien quien llegó llevado por terceros a una reunión de esas y en un momento dado imprecó dura e irrespetuosamente a uno de los hermanos diciéndole que estaba muy equivocado si creía que eso era una iglesia. En definitiva estaba fuera de lugar el “hermanito” aquel. Nadie allí le estaba vendiendo tal idea; con su actitud solo dejó en evidencia su enorme ignorancia y lo desubicado que estaba respecto a la Palabra.

Si el Señor es verdaderamente el Señor en medio de una reunión, puede contar con que Él no necesitará de un líder carismático que coordine nada allí, ni dicte la pauta de lo que sucede. Eso ya de por sí le puede resultar bastante insólito y hasta escandaloso a quien no conoce la dinámica de una reunión de la Palabra, dirigida total y  literalmente por el Espíritu y no conforme a las formas y liturgias de cómo -según piensan- deben ser las cosas.  “¿A qué hora comienza esto?”; “¿Quién es el pastor o líder aquí?”; “Imagino que hay un programa lógico para saber qué sigue…”.

Reacciones como estas son producto de prácticas y enseñanzas humanas de siglos y no de lo que se desprende de la normalidad y funcionalidad de la vida relacional (mutua edificación) en el cuerpo, la iglesia del Señor, según lo relata el Nuevo Testamento. 

Continuará…