sábado, 9 de enero de 2016

Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (4º parte)



Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos (4º parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Respecto a nosotros, cuando bendecimos, tenemos la facultad de parte de Dios de transferir bien a las personas, ya sea en palabras y como mencionamos antes, materialmente. Se circunscribe únicamente en esos dos planos: verbal y material. Todo dirigido a edificar el espíritu y que nuestras acciones produzcan y desaten alabanzas a Dios por parte de aquellos a quienes bendecimos (2º Cor. 9: 11-13). Al mencionar el plano material, significa atender sus necesidades prioritarias (Santiago 2: 15-17; 1º Juan 3: 17 y 18).

Pero también la Palabra nos narra cómo Dios transformaba cosas expuestas a su toque o Presencia como por ejemplo una montaña, un lugar, la tierra o los campos de siembra, la vara tanto de Moisés como la de Aarón, el manto de Elías o los utensilios y enseres del templo los cuales fueron santificados para exclusividad del servicio en la casa de Dios. Cualquiera que los tocase sin estar así mismo santificado para hacerlo, le significaba pecado o podía morir o recibir juicio de Dios. Veamos algunos ejemplos: El Arca del Pacto (2º Samuel 6: 7); fuego extraño (Levítico 10: 1 y 2); copas de oro (Daniel 5).

Personas o cosas recibían una virtud sobrenatural extraordinaria que se mantenía en ellos cuando Dios los bendecía. Quedaban saturados de bien, capacitados sobrenaturalmente, sanados, protegidos, cubiertos, dedicados y/o santificados para Dios. Igualmente si alguien tenía que ver para mal con ellos, recibía mal en él. Por el contrario, si alguien tenía que ver para bien con ellos, recibía bien (1º Samuel 5 (El Arca del Pacto con los Filisteos); 2º Samuel 6: 11 (El Arca del Pacto en Casa de Obed Edom).

De acuerdo a esto, hay algunos cambios que se operan desde la cruz de Cristo referente a lo que ocurre con objetos inanimados, pero que se potenció en las personas. Dios dejó de santificar cosas inanimadas. La razón es que eso tuvo lugar en una etapa de la historia para un fin particular y como un trato para con un pueblo específico. Recordemos que gran parte, por no decir todo, señalaba o representaba a la persona de Cristo.

En la gracia -esta dispensación que vivimos- Dios bendice de gran manera a los creyentes de toda lengua y nación con la presencia permanente de su Espíritu en ellos, lo que no pasaba en la antigüedad previa a la cruz más que con algunas personas y en ciertos momentos de sus vidas.

Hubo solo una excepción que se suscitó al principio de la historia de la iglesia sobre cosas impregnadas de virtud pero que no se transformó en un dogma jamás, dejando claro su característica aislada y no como algo que debiésemos entender como práctica común. Los paños o delantales de los enfermos (Hechos 19: 11 y 12). Lucas mismo nos describe en el verso 11 mencionado que se trató de un evento extraordinario (no normal o constante). Si hubiese quedado como una costumbre en la iglesia, no se hubiese destacado como extraordinario. Interesantemente no se vuelve a ver nada como eso en toda la historia de la iglesia registrada en el Nuevo Testamento, ni recomendado, ni practicado o experimentado por ningún otro apóstol, ni tampoco incluido en la doctrina como para ser practicado de forma común por la iglesia.

Alguien podría decir aquí que nos saltamos otro hecho muy importante, cuando se menciona la sombra de Pedro que se ha interpretado por muchos como que sanaba (Hechos 5: 12). Pero la realidad es que la Palabra no dice por ninguna parte que lo hiciera. Era más bien una forma de referirse a que quienes llevaban a sus enfermos buscaban colocarlos tan cerca del paso de Pedro con la intención de que por su ministración fuesen sanados, lo que en realidad sí pasaba con prácticamente todos según lo recalca el verso 16.

Continuará…