Lo que Dios bendice y lo que nosotros
bendecimos (4º parte)
Escrito
autóctono
Continuación…
Respecto
a nosotros, cuando bendecimos, tenemos la facultad de parte de Dios de
transferir bien a las personas, ya sea en palabras y como mencionamos antes,
materialmente. Se circunscribe únicamente en esos dos planos: verbal y
material. Todo dirigido a edificar el espíritu y que nuestras acciones
produzcan y desaten alabanzas a Dios por parte de aquellos a quienes bendecimos (2º Cor. 9: 11-13). Al mencionar
el plano material, significa atender sus necesidades prioritarias (Santiago 2: 15-17; 1º Juan 3: 17 y 18).
Pero
también la Palabra nos narra cómo Dios transformaba cosas expuestas a su toque
o Presencia como por ejemplo una montaña, un lugar, la tierra o los campos de
siembra, la vara tanto de Moisés como la de Aarón, el manto de Elías o los
utensilios y enseres del templo los cuales fueron santificados para
exclusividad del servicio en la casa de Dios. Cualquiera que los tocase sin
estar así mismo santificado para hacerlo, le significaba pecado o podía morir o
recibir juicio de Dios. Veamos algunos ejemplos: El Arca del Pacto (2º Samuel 6: 7); fuego extraño (Levítico 10: 1 y 2); copas de oro (Daniel 5).
Personas
o cosas recibían una virtud sobrenatural extraordinaria que se mantenía en
ellos cuando Dios los bendecía. Quedaban saturados de bien, capacitados
sobrenaturalmente, sanados, protegidos, cubiertos, dedicados y/o santificados
para Dios. Igualmente si alguien tenía que ver para mal con ellos, recibía mal
en él. Por el contrario, si alguien tenía que ver para bien con ellos, recibía bien (1º Samuel 5 (El Arca del Pacto con los
Filisteos); 2º Samuel 6: 11 (El Arca
del Pacto en Casa de Obed Edom).
De
acuerdo a esto, hay algunos cambios que se operan desde la cruz de Cristo
referente a lo que ocurre con objetos inanimados, pero que se potenció en las
personas. Dios dejó de santificar cosas inanimadas. La razón es que eso tuvo
lugar en una etapa de la historia para un fin particular y como un trato para con
un pueblo específico. Recordemos que gran parte, por no decir todo, señalaba o
representaba a la persona de Cristo.
En
la gracia -esta dispensación que vivimos- Dios bendice de gran manera a los
creyentes de toda lengua y nación con la presencia permanente de su Espíritu en
ellos, lo que no pasaba en la antigüedad previa a la cruz más que con algunas
personas y en ciertos momentos de sus vidas.
Hubo
solo una excepción que se suscitó al principio de la historia de la iglesia
sobre cosas impregnadas de virtud pero que no se transformó en un dogma jamás, dejando
claro su característica aislada y no como algo que debiésemos entender como
práctica común. Los paños o delantales de los enfermos (Hechos 19: 11 y 12). Lucas mismo nos describe en el verso 11 mencionado
que se trató de un evento extraordinario (no normal o constante). Si hubiese quedado
como una costumbre en la iglesia, no se hubiese destacado como extraordinario. Interesantemente no
se vuelve a ver nada como eso en toda la historia de la iglesia registrada en
el Nuevo Testamento, ni recomendado, ni practicado o experimentado por ningún otro
apóstol, ni tampoco incluido en la doctrina como para ser practicado de forma
común por la iglesia.
Alguien
podría decir aquí que nos saltamos otro hecho muy importante, cuando se
menciona la sombra de Pedro que se ha interpretado por muchos como que sanaba (Hechos
5: 12). Pero la realidad es que la Palabra no dice por ninguna parte que lo hiciera. Era más bien una forma de referirse a que quienes llevaban a sus enfermos buscaban colocarlos tan cerca del paso de Pedro con la intención de que por su ministración
fuesen sanados, lo que en realidad sí pasaba con prácticamente todos según lo recalca el
verso 16.
Continuará…