sábado, 3 de octubre de 2015

Conversaciones de iglesia (4º Parte)



Conversaciones de iglesia (4º Parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Esa otra entidad muy conocida era la sinagoga. Según la información que da la Palabra de Dios, tenían a uno o varios Principales que hacían las veces de encargados de ellas y que se muestran aún como quienes definían el orden de sus liturgias en muchos casos y permitían la participación de quienes enseñaban o no en ellas. Recordemos que las sinagogas eran los locales en que las personas tenían la oportunidad de escuchar enseñanzas de maestros rabínicos, debatir sobre doctrina, leer y comentar las Escrituras pues mantenían copia manuscrita en cada una de ellas y por eso eran espacios diríamos más abiertos aún para servir. Su función era que la Palabra de Dios pudiese estar más cerca de las comunidades hebreas en todo el territorio del Imperio Romano por lo que las habían no solo en Israel sino diseminadas igualmente por muchos lugares, hasta en sitios recónditos. Sus indicios arqueológicos se conservan hasta el día de hoy.  No se requerían demasiados judíos para obtener el aval de las autoridades para poder fundar una sinagoga. Sobre cómo funcionaban, hay basta información disponible. Es importante aclarar que no eran vistas ni fungían como iglesias al estilo de hoy, tampoco eran pequeñas continuaciones del templo judío, ni siquiera significaban la casa de Dios.

Ahora, ¿quiénes son los principales que se nombran en las Escrituras? Su nombre y características nos lo dicen: personas importantes, influyentes y de reputación, normalmente adinerados, poseedores de propiedades y ampliamente respetados en sus comunidades. Los había romanos y también judíos. Eran invitados constantes a fiestas y otras actividades de importancia. La biblia muestra cómo muchos de ellos llegaron a formar parte de la iglesia pues creyeron al evangelio. Esto no  quiere decir que dejaban sus riquezas pues inclusive algunos de ellos podían ser llamados por Dios a la labor misionera y muy seguramente ahora también la utilizaban para colaborar en la obra. Hechos menciona dos que fueron compañeros de Pablo y Bernabé (Hechos 15: 22). Pero note qué interesante, el pasaje no dice que eran principales sobre los hermanos sino entre ellos, lo que nos permite entender por cierto que ninguno ni funcionaba como en los establecimientos seculares ni se aprovechaba de su posición económica como para sentirse más que ninguno de los otros creyentes. Más bien se sentían totalmente disponibles para la obra si así Dios les necesitaba. Además no debemos pasar por alto que el pasaje solo está haciendo alusión a cómo se les conocía a personas de esa índole que en este caso acompañarían a los apóstoles en sus viajes misioneros, no a que poseyeran un puesto de principales en la iglesia pues a nadie en ella por ninguna parte se le llamó jamás “principal” de esa manera en la congregación.

La sinagoga, no era la única institución con un rol autónomo que reunía personas alrededor de doctrina. También existían las escuelas de enseñanza filosófica que tenían quien las dirigía y para identificarlas tomaban el nombre de su encargado como pila. La biblia menciona la de Tiranno (luciendo claramente el nombre de su encargado) Hechos 19: 9.

Entonces, siendo una costumbre tan común, llama la atención que nunca se habla de la iglesia en términos ni siquiera parecidos, es decir nadie dice: “Pedro u otro, principal de la iglesia de Jerusalén” ni “la iglesia de Pedro o la iglesia de Pablo”. Tampoco Pablo en toda la doctrina de iglesia que escribe, manda nombrar principales en ninguna de las iglesias que funda, ni a establecer a nadie en un puesto equivalente.  Es algo que no se ve en la iglesia en general de la Palabra. ¿Por qué hoy sí? De hecho hasta a muchos les nombran como líderes  por su potencial económico.

De nuevo, con esto nadie pretende desestimar a pastores o líderes eclesiales modernos, no estamos en eso, solo que una vez más la Palabra nos brinda la información necesaria que nos permite entender que la labor pastoral y de dirigencia de la iglesia en aquellos tiempos, no se equipara a la de hoy. Así que de la biblia no sale tal costumbre.

Pero continuando con la forma bíblica de referirse a la iglesia, la Palabra utiliza el nombre de la región en que están distribuidos el grosor de los hermanos que la conformaban; y para referirse a un grupo más pequeño de hermanos en aquella región (aquellos que se reunían juntos por vivir cerca entre ellos), entonces se apelaba a la casa donde se reunían, haciendo clara distinción entre el dueño de la casa y el cuerpo de Cristo que se reunía en esa casa como ya lo vimos. Y al no tener nombres, nadie se sentía formando parte de un grupo individualizado, ni requerían nombrar a nadie como su encargado, ni referirse como pertenencia de nadie, ni ni registrar en grupo como asociación legal; eran simplemente la iglesia en cualquier parte, cuyo único dueño era Cristo. ¡Gloria a Dios!

Hoy, si alguien abre una iglesia como se da en incontables ocasiones, lo primero que hará es patentarla con un nombre de fantasía y colocarle un líder que generalmente resulta ser él mismo, para que se sepa quién está a cargo. Esto asegurará que se la pueda ubicar y diferenciar de las otras que pudieran estar cerca, no solo por cómo se llama sino también por la persona que deben buscar para cualquier asunto que le competa y por cierto para diferenciarla doctrinalmente de las otras si fuese necesario.

Si hablamos de organizaciones “serias”, hacen algo similar. Abrirán una iglesia y le pondrán el nombre de su organización como respaldo para que se sepa a qué denominación pertenece o está detrás y por supuesto, asignarán uno de sus líderes para que tome cargo de ella. Luego vendrán los nombres de fantasía para terminar de completar su identificación.

El rol se repetirá con mínimas diferencias si se trata de un grupo de personas que buscan una organización que les “apadrine”. Esta les “cubrirá” -como sabemos que pasa-, confiriéndoles su nombre de pila, colocándoles un nombre de fantasía y un líder vasallo suyo que tome el cargo, protegiéndola como su pertenencia. Claro, a cambio de sumisión total y sostén.

Pero al hacer una investigación sin prejuicios para saber qué es lo que comunica la Palabra de Dios y no lo que ya de antemano queremos que nos diga, vemos que la forma que ella expresa no tiene por ninguna parte nada que ver con las formas y figuras de la iglesia moderna.

Nos preguntamos entonces, ¿de dónde salieron esas formas?, ¿quién las impuso?, ¿Cuándo se santificaron y tomaron el lugar de las sanas formas que mostraba la Palabra?

Continuará…