sábado, 26 de marzo de 2016

Se busca iglesia (8º parte)



Se busca iglesia (8º parte)
Escrito autóctono

Continuación…


Cuando el Señor nos llamó a esta vida, ni siquiera lo estábamos haciendo junto a otros. Sólo que Él permitió que nos detectáramos y empezáramos a caminar juntos para comprender por la experiencia de cada cual qué era lo que nos estaba ocurriendo. Creímos vital ir a un lugar a donde pudiéramos experimentar una reunión como la describe el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento. Una reunión sin programa, totalmente comandada por el Espíritu de Dios.

En aquel entonces nos agobió no poder encontrarla. Hoy comprendo la razón del por qué no pudimos hallarla. Fue plan de Dios. Si la hubiésemos encontrado, ni la hubiéramos entendido; ni la hubiéramos apreciado. Muy seguramente hasta nos hubiera asustado. A la verdad no estábamos listos ni comprendidos de lo que era la iglesia del Señor ni su funcionamiento. Todo lo que teníamos era información y con eso no se puede hacer nada.

Además, algunos lucíamos golpeados por el sistema iglesia; hallarla hubiera sido ingrato para con los hermanos. Tener que lidiar escuchando un cúmulo de malas experiencias y encima cargar con nosotros. ¡Qué mal! Si teníamos que ser sanados unos más que otros, no tenían que ser ellos los que se emplearan a fondo en tal labor y terminar siendo nuestros “paños de lágrimas”. Eso tenía que resolverlo el Señor con cada uno de nosotros respectivamente. Así que hoy doy gracias al Señor que guardó a sus santos de nosotros. Es maravilloso comprenderlo hoy.

A algunos nos tocaría prácticamente quedar solos por mucho tiempo. También ahora sé que fue propósito de Dios que “invernáramos” para que en quietud y totalmente dependientes del Señor pudiésemos conocerle como hasta entonces no hubiera sido posible.

Aquí es donde considero que es muy, pero muy peligroso sacar a alguien del sistema iglesia, porque a la verdad su motivación puede ser otra y no necesariamente algo que esté haciendo el Espíritu. Es casi seguro que en un tiempo desista sin comprender nada y finalmente no vuelva a nada. Muchos en esa condición pudieron sentirse hasta engañados. Hay que tener muchísimo cuidado.

Para nosotros en aquel entonces, fueron tiempos en que debíamos desaprender lo que sabíamos e iniciar de cero literalmente. Eso era muy duro, pues muchos nos enorgullecíamos de ser muy conocedores de la Palabra y algunos hasta ostentaban títulos teológicos.  

Cuando fue el tiempo que Dios había dispuesto, entonces Él fue acomodando las piezas para cada uno de nosotros y a lo largo de estos años todavía hay cosas en que percibimos que  continúa completando su obra. Hemos aprendido que lo que Él hace trasciende a nuestra impaciencia y a nuestras formas.

Usted me dirá: “¿pero cómo es posible que Dios someta a un período de “hibernación” a alguien sobre todo con este mundo perdiéndose?” Simple, porque ya tienen un Salvador que es Cristo. Aún él debió esperar hasta los 30 años para comenzar su obra. Cualquiera podría decir que El Señor ya estaba listo para predicar su mensaje desde que tenía los 12 años (momento en que un judío adquiere la responsabilidad de ser adulto y en su caso dejaba boquiabiertos a los doctores de la Ley con su conocimiento). Pero para Dios faltaban 18 años.

¿Cuántas personas murieron sin oír su mensaje mientras Él simplemente crecía?; ¿Cuántos perdieron seres queridos y no hubo quién los resucitase?; ¿Cuántos enfermos padecieron sin ser sanados, o ciegos que nunca pudieron ver? ¿Cuántos aprisionados por males, no pudieron recibir la libertad que sólo Él podía darles? Pero Dios ya tenía un tiempo específico para Él, quien no necesitó más de 3 años para realizar la obra que aún 2000 años después continúa conmoviendo al mundo y siendo tan efectiva como cuando Él estuvo entre nosotros sin que conozcamos todo cuanto dijo e hizo (Juan 21: 25).

Continuará…