Se busca iglesia (9º parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Algunos se asustan con eso de estar pasivos respecto a
ir a predicarle a los que se exponen a perderse. Pero si por alguna razón nadie
en este mundo les presentara el mensaje del evangelio… No se altere, Dios ya
cuenta con un ejército de piedras para que lo hagan (Lucas 19: 40). ¡Sí, piedras vivas!
Por favor, de nuevo le pido no me malentienda; la
verdad prefiero que lo hagan las piedras y no cristianos malformados o peor
aún, enviciados.
Si Dios le va a utilizar para que muchos crean, no
intente usted cargarlos antes de tiempo. De hecho no intente cargarlos nunca.
Usted no es su Salvador.
Es imprescindible que tengamos tiempo para estar a los
pies del Señor, sin ninguna presión, sin ningún cargo, sin ninguna
responsabilidad más que en silencio escuchándolo solo a Él. Únicamente eso. Sin
reloj a la mano, sin tiempos preestablecidos; solo para Él. Podrá usted
trabajar en sus cosas, atender a su familia, continuar con su vida “normal”
pero en lo concerniente al Señor, estar en reposo absoluto. Luego de eso no
volverá a ser el mismo. Se lo puedo asegurar. De nuevo, lo digo a alguien a quien Dios se le
esté revelando. Esto no es para cualquiera que lea.
Después de ese tiempo de “su silencio”, sabrá cuál es
su lugar en la casa del Señor, verá más claramente, conocerá la voluntad del
Señor. Pero por sobre todo conocerá a su Señor.
Esto no es de correr. A algunos les llevará más tiempo
que a otros, pero si es lo que usted necesita, es ineludible. Le ocurrió al
Señor, les pasó a los discípulos, así mismo a los hermanos de la iglesia del
primer siglo, le ocurrió a Pablo. Todos tuvieron que experimentar al comienzo
ese período de solo sentarse a escuchar al Señor inclusive por varios años.
Después, sirvieron bien, intensa y poderosamente. Y estoy seguro que servir
efectivamente es lo que usted quiere ¿no es cierto?
En cuanto a dónde se congregará, el Señor se lo hará
saber. Créame que si Dios le unió a su iglesia, eso no sucedió ahora, ya usted
estaba unido a ella desde la eternidad. ¿Qué hará una vez esté listo? Quizá y
solo deba ser luz para los suyos más cercanos por un período de tiempo. Quizá y
Dios le pida su casa y Él añadirá allí a los que deban estar. Quizá y lo envíe
lejos, a otros lugares u otras naciones. Quizá y lo añada a usted a otros
hermanos que igualmente ya han tenido su proceso con Dios. No sé. Quizá y Dios
le permita ser luz para otras personas que al igual que usted estaban buscando
una iglesia. Quizá y Dios hará algo nuevo con usted como no lo había hecho con
nadie. Tanto y tan maravilloso planea Dios, que su obra en cada uno de nosotros
supera todo cuanto pudiéramos pensar o hayamos visto.
Una cosa es segura, usted comprenderá que es iglesia.
No en su mente, ni en su intelecto; no religiosamente; concebido dentro suyo; de
la profundidad de Dios se llenará su profundidad. Conocerá entonces que no se
trataba de tener que buscar una iglesia donde ir, usted ha quedado expuesto en
esta dimensión a la iglesia, ese ser místico, espiritual, vivo y eterno
invisible a nuestros ojos, preciosa prometida del Señor. Percibirá la realidad
de haber sido hecho uno con ella por Él
desde la eternidad.
Ahora usted verá a otros creyentes como parte de usted
mismo y los amará aunque nunca los haya conocido antes. Por fin comprenderá lo
que es la armonía con los hermanos como lo expresa la Palabra. Ahora buscará
servirles y se preocupará realmente por ellos. Se sabrá parte de una familia de
proporciones impensables que tiene 2000 años de estar en este mundo pero que es
eterna y solo espera el momento en que su Señor regrese por ella como lo
prometió diciéndole: “sí, ven Señor Jesús” (Apocalipsis 22: 20).
Ahora podrá convivir con todos sus hermanos sin
importar de dónde sean porque de verdad serán sus hermanos. Así que
desaparecerán para siempre de su vida las barreras, porque ya no habrá
denominaciones, ni grupos eclesiales de ninguna clase allí. El Señor será
verdaderamente el Señor sobre su casa la cual casa es usted junto con
los millones de creyentes genuinos de todos los tiempos (Hebreos 3: 6).
Continuará…