viernes, 13 de marzo de 2015

Primordialmente por las casas… ¿Y el templo? 7° parte



Primordialmente por las casas… ¿Y el templo?  7° parte
Escrito autóctono

Continuación…

La Presencia de Dios por primera vez y en definitiva en un hombre; ¡Cristo!

Después de manifestarse en sitios físicos, la Presencia de Dios vendría a encarnarse en Jesús mismo,  siendo Él ahora el templo. Nadie había llegado hasta ese punto de considerarse a sí mismo templo, ni hubiese podido antes de Él serlo, pues el pecado se lo impedía. Jesús fue sin pecado alguno. Su cuerpo santo tenía todas las condiciones para poseer la Presencia de Dios en Él sin profanarla. Nadie antes de Él lo hubiese logrado, nadie después de Él lo sería jamás. Dios quería asegurarse que su Presencia Sagrada nunca más volviese a estar expuesta directamente a los hombres para no exponerlos a morir. Entonces se proveyó un “sitio” seguro y fiel: su propio Hijo.

Cristo es el primero en llamarse así mismo templo (Juan 2: 18-22). Luego de la cruz, quienes creyesen serían santificados para poder tener en ellos la Presencia de Dios también pero no de forma directa, sino por medio de Cristo. Recordemos, la Santidad de su Presencia no la podemos resistir los hombres a causa de nuestro pecado y por ello estamos expuestos a morir por ella. Como dijimos, nada ni nadie más podrían contener la Presencia de Dios, solo Cristo (Colosenses 1: 15 dice: “Él es la imagen del Dios invisible” y en el 2: 9 recalca: “Porque en él (en Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,...”). Entonces ahora la Presencia de Dios dejaría de estar en lugar alguno, sólo estaría en Cristo. Quienes creyesen serían santificados en Él y por sus atributos.

El hombre gracias a Cristo y por medio de Él es ahora casa de Dios, templo, edificio de Dios, tabernáculo; pues contiene a Cristo dentro de él. Lo material-físico del primer pacto pasó a ser espiritual-invisible en el segundo. Inclusive la adoración, antes tan visible usando una serie de utensilios consagrados en el antiguo pacto, pasó a ser espiritual (Juan 4: 23 y 24). El hombre vendría al altar de su corazón a rendirse él mismo en él (Romanos 12: 1), y entraría libremente al lugar santísimo -ahora ubicado en lo más profundo de su ser- por Cristo, cuando lo quisiera (Hebreos 3: 16) pues ha sido ungido con aceite Sagrado (no material) que es el Espíritu Santo. Haber sido ungido por ese aceite Sagrado Celestial, no le habilita para acceder a la Presencia de Dios ni lo protege de morir ante esa Presencia, como tampoco el aceite de la unción antiguo lo hiciera con los sacerdotes aún cuando fueren consagrados y santificados por él. Por ello dice la Palabra que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote y es por medio de Él que podemos ingresar al lugar santísimo en nuestro interior hoy (Hebreos 7: 25 y 26).

Ahora el hombre común, cuando cree al mensaje de salvación, es santificado por Cristo y convertido en portador de la Presencia de Dios porque ella vive en él por medio de Jesús. ¡Gloria sea a Dios!

Ahora bien… ¿Recuerdan que teníamos tres preguntas pendientes de contestar? Es el momento justo de hacerlo.

¿De dónde viene el templo moderno según dicen quienes lo defienden?
Todos dirán sin dudar y a una voz que de la biblia. ¿Es eso cierto? Si el modelo es el de la biblia, entonces físicamente hablando ni se parece.  Los modelos modernos no tienen tres atrios, no tienen los muebles que usaba el de Israel, no está ni dispuesto ni dividido como el tabernáculo, ni el templo de Salomón ni el de Herodes en los tiempos de Jesús.  Lo que llaman altar (una plataforma a manera de escenario) no es ni la sombra de lo que se llamaba altar en el templo que muestra la biblia, ni estaba ubicado dentro del santuario, tampoco toda la liturgia actual tiene referencia a lo que se hacía en el templo de la biblia. ¿De dónde sacan entonces que es el de la biblia? No lo sé, pero si quieren el de la biblia, debía tener todo lo que este tenía, debía estar dispuesto como este lo estaba, debía funcionar de la misma manera que funcionaba…, y muy importante, debía estar en un sitio elegido por Dios para erigirlo; pero no, ningún modelo actual ni hace, ni está, ni se parece al templo judío.

Si los judíos vuelven a edificar uno igual (de hecho lo harán), no podríamos entrar a él porque como gentiles estamos excluidos. Y si como gentiles nos lo edificamos, tampoco sirve puesto que no somos judíos, ni tenemos un lugar físico en donde Dios haya puesto su Nombre. Y como si esto no bastara, tampoco podemos servir en él pues no somos sacerdotes descendientes de Leví. Así que ¿hay alguna duda?

Quien quiera espiritualizar cualquier cosa del antiguo pacto para justificar el templo físico moderno, está errando pues ya Dios espiritualizó el templo y es el hombre.

¿De dónde viene el templo realmente?
Por mucho que se les quiera defender, la realidad cruda, pero finalmente la realidad es que los modelos modernos de templo descienden de sus antecesores, los templos paganos a falsos dioses. Toda su forma (lugares para que estén los “fieles” siendo ministrados o ayudados a acercarse a su dios, altar (tarima) para que ministre un sacerdote o ministros divinamente capacitados y elegidos para ello, y hasta presencia de imágenes o ídolos allí como muchos casos que no nos son desconocidos), todo eso era normal en esos templos. Un pequeño sector (la minoría) entendida y especializada para conocer y manipular lo concerniente a su dios, y otro (la mayoría), viniendo para recibir lo que estos les daban, hablaban o bien ofrecían por ellos; todo dispuesto a días y/o momentos específicos para funcionar. Léalo, está en los libros de historia. Así lo fue en Grecia; así lo fue en toda la cultura que adoptaron los romanos y lo impusieron donde quiera conquistaron; así lo legaron en el año 300 de nuestra era a la iglesia gracias a Constantino.

¿Cuál era el plan de Dios para este siglo?
La nueva dispensación originada en la cruz, definió un nuevo templo, ya no físico-material sino humano. Lo dice la biblia (1° Corintios 3: 16); un nuevo edificio (3: 9), una nueva casa de Dios (1° Pedro 2: 5), un nuevo tabernáculo (2° Corintios 5: 1 y 4), una nueva forma para presentar sacrificios (Hebreos 13: 15 y 16) y también una nueva víctima (Romanos 12: 1). Todos, sitios que tenían en común una cosa: La Presencia de Dios. Ahora esa Presencia venía a tomar otro santuario: al hombre mismo.

Así que visto de cierta forma, Dios continúa santificando lo que antes también santificaba, el lugar al que llegaba su Presencia; santifica ahora al ser humano. Todo gracias a y por medio de Cristo.

Ya el hombre no tendría que ir a buscarlo a ningún sitio, ni tendría mil barreras para poder acercarse a su Dios, ahora Dios estaba dentro de él. Ahora el hombre como templo se constituiría en parte de otro edificio mayor (Efesios 2: 21; 1° Pedro 2: 5), también espiritual; la iglesia el cuerpo de Cristo, universal y eterna. Entonces donde quiera que estuviera el hombre, estaría la casa de Señor porque él mismo era la casa de Dios, y el templo, y el tabernáculo, y el edificio, y el sacrificio en el altar.

¿Cómo niega esto la sana doctrina? ¿Por qué se asustan y reaccionan sorprendidos muchos con esta verdad como si de algo nuevo de tratara? ¿Cómo podemos no ver lo que está a la vista? Pero no se trata solo de verlo o saberlo, se trata de que sigamos el plan de Dios que es una nueva forma de relacionarse con el hombre terminando definitivamente todas las formas anteriores llámese altar de piedras, tabernáculo o templo.

Continuará…

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