sábado, 19 de julio de 2014

¿Qué del hacer o no hacer para agradar a Dios? 1era. de 3 partes.


¿Qué del hacer o no hacer para agradar a Dios?
1era. de 3 partes.
Escrito autóctono

“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” Filipenses 2:12b

Al considerar la obra salvífica del Señor Jesús a favor de nuestras vidas, este pasaje me hace meditar en: ¿acaso existe una cuota de nuestra parte en “hacer” para lograr algo más de esa obra en nosotros?

Debemos analizar entonces dos interpretaciones que el pasaje nos puede estar mostrando:
1) Ocuparme de mi salvación con temor y temblor “es hacer obras” porque debo afianzar mi salvación;
2) Ocuparme de mi salvación con temor y temblor “es hacer obras” como fruto de mi salvación.

En el primero de los casos, veo personas que se dedican a realizar un sin fin de cosas para agradar a Dios y procuran conservar su salvación; en el segundo veo a los que no les preocupa agradar a Dios; tampoco dudan de su salvación, sólo permiten que sus vidas sean transformadas por la Vida de Dios. ¿Qué están haciendo entonces? Ocupándose en conocerla y vivirla.

No creo que la Escritura nos quiera llevar a pensar que la salvación es gradual como si debieramos completar de alguna manera la obra que el Señor comenzó, dejándonos una parte a nosotros. Tampoco creo que exista algo que debamos realizar para mejorar dicha obra en nosotros, estando afanados en el continuo -hacer para Dios- como lo pudimos estar en el pasado.

En la medida en que la vida de Dios nos posea, lo que hacemos como obras, viene ahora de su Espíritu y no de nuestra carne. El versículo 13 del capítulo 2 nos continúa diciendo que Él es el que produce en nosotros así el querer como el hacer. En otras palabras, no “hago” porque quiero llegar a ser, “hago” como resultado de que soy.

El problema está en nuestro enfoque. Muchos realizan obras para agradar a Dios o inclusive erróneamente pensando en asegurar su salvación; más están las obras que menciona la Palabra que sí debemos hacer porque se es.  Pero antes de producir obras, el “trabajo” en que debo ocuparme es dentro mío, edificando primeramente el ser y no trabajando desde afuera procurando ser. Ese ocuparse en lo interno nos llevará a producir posteriormente obras que se verán externamente, exactamente las que producirá el Espíritu de Dios en mí y no todo cuanto yo quisiera hacer para Dios buscando convencer no se a quién, puesto que a Dios, eso no le interesa. De hecho aún nuestras justicias y lo más santo que quisiéramos presentarle en nuestras fuerzas, le significan trapo de inmundicia y abominación (Isaías 64: 6; Lucas 16: 15).

Tal cual las obras de la ley que sabemos no justifican a nadie, ni tienen el poder de hacerlo. Pero la fe que no posee obras, dice la Palabra es muerta. Y hay obras que justifican igual que la fe (Stg. 2: 24). Sepamos comprender la diferencia. No quiera convertir su amor a Él en trabajo, porque terminará exhausto, desanimado y se parecerá a los religiosos. Si su sano deseo es agradar a Dios, entonces témale y haga justicia (Hechos 10:35); en ese orden.

Conozca a Dios antes que nada para que su fe se acreciente, pues sin ella le será imposible agradarlo (Hebreos 11: 6)

El “hacer” primordial que nos define la Palabra, tiene como propósito que lleguemos a ser lo que Dios quiere y diseñó para nosotros. Demanda claro está, obras de nuestra parte (Miqueas 6: 8;  Juan 15: 5). Debemos entender que este “hacer” para llegar a “ser”, no tiene nada que ver absolutamente con agradar a Dios, ni mucho menos con sumar a nuestra salvación la cual fue completa por Cristo. Tiene que ver con lo que respecta a la naturaleza de Dios; adquirir mostrar la forma de vida de Dios en nosotros.

¡Cómo nos cuesta comprender que hemos de aprender primero para después hacer; no al revés!

Continuará…