Escrito autóctono
“Por tanto, mi pueblo fue llevado
cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su
multitud se secó de sed”. Isaías 5:13
Se sabe que en asuntos de dinero,
quienes tienen que trabajar para una agencia o entidad bancaria recibiendo
billetes en una ventanilla, o quienes tienen como labor cualquier tipo de transacción bursátil, deben
tener un entrenamiento previo muy minucioso sobre reconocer los valores
originales. Así mismo aquellas personas que en su labor de investigación deban
tratar con posibles billetes u obras falsas, reciben un amplio adiestramiento que les permite
conocer sin duda alguna cuando están frente a una falsificación.
Lo interesante del caso es que
toda ésa preparación se lleva a cabo siempre con el medio original. Llama la atención que dicho adiestramiento no se centra en
falsificaciones de ningún tipo.
La
razón parece obvia; en lugar
de estar aprendiendo las infinitas y muy sagaces formas que usan los
falsificadores para engañar, lo preciso y más seguro es conocer
perfectamente el
original.
Saber esto nos puede ayudar mucho hoy día, en vista de tantas formas
nuevas de doctrinas y el surgimiento de tantos engañadores que buscan con toda astucia
y sutileza desviar y llevar tras sí a todos los que puedan. Conocer al
original profundamente, resulta muy atinado para detectar cualquier mala intención.
Conocer bien el original antes que perder el tiempo en falsificaciones, realmente no fue
idea de ninguna mente brillante terrenal sino del mismo Dios quien hace algunos
milenios ya nos había apercibido de esta situación por medio de su profeta diciendo: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó
conocimiento.” Oseas 4: 6
Ver
que las masas corren en pos de engañadores nos deja claro una sola
cosa: tienen sed, pero lamentablemente nunca acudieron a las aguas de
Vida ni la conocieron aunque estuvo disponible para ellos.
Ser
engañado es tan fácil, porque realmente no tienes que hacer nada para
serlo, de modo que quien quiera no terminar su vida engañado, y peor
aún, destruido; debe necesariamente tomar la determinación y darse el tiempo de conocer al original.
Y es que tristemente es más fácil engañar a alguien que sacarlo de su engaño.
Aquí
es donde el consejo de Dios referente
a que abundemos de su Palabra en nuestro corazón, nos puede librar de
cualquier
engaño. El apóstol Pablo insiste además en lo primordial que es
conocerle a Él (Filipenses 3: 8; Colosenses 1: 10).
Si esta tremenda verdad deja de ser una recomendación y la hacemos
nuestro diario y continuo
anhelo -conocer a Cristo de manera profunda cada día de nuestra vida-,
estaremos protegidos frente a abundantes falsificaciones que se fabrican de hasta el
mismísimo Cristo; por cierto, muy propias de estos tiempos que vivimos.
¡¡¡Gloria a Dios por su
sabiduría!!!