Escrito autóctono
“Escudriñad las Escrituras;
porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las
que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”
San Juan 5: 39 y 40
No existe duda alguna de que
la cinematografía revolucionó al mundo permitiéndole ver las cosas con una
perspectiva más amplia. La fotografía nos dio la oportunidad de congelar un
instante en el tiempo y eternizarlo. Pero la cinematografía logró capturar un
segmento en movimiento del tiempo el cual podemos repetir frente a nuestros
ojos y mostrarlo a otras personas.
Antes de la película
fotográfica, la pintura, la escultura o el dibujo eran toda la imagen visual
que nos daba referencia del entorno del exponente según la minuciosidad de su
obra. En otras palabras, veíamos hasta donde la vista del artista nos permitía
captar.
Representa al pasado tratando
de comunicarse visualmente con nosotros.
La escritura así mismo tuvo
también su enorme aporte en ese darse a conocer.
Dice un sabio adagio “quien no
conoce el pasado, está condenado a repetir sus mismos errores”
Ahora, aunque el celuloide nos
abrió grandes puertas para revisar el pasado; lo cotidiano no se podía
escudriñar sino hasta que la tecnología nos permitió manipular su velocidad con
la filmación a alta velocidad. Cierto es
que la conocida “cámara lenta” fue la herramienta usada para tal fin, pero su
formato limitado de captar cuadro por cuadro los eventos, nos dejaba todavía
muchísimo oculto en los intervalos.
La filmación a alta velocidad
logró ese objetivo. Hoy podemos ver una bala salir de una escopeta al ser
disparada, el efecto de una gota en el agua y lo que ocurre con los miles de
pequeñísimos pedazos de vidrio al romperse una bombilla. Esto le permitió al
hombre escudriñar para aprender más ampliamente la dinámica de todo cuanto le
rodea. Se ha sumado a ello más recientemente la tecnología de imagen en alta
definición enriqueciendo la experiencia.
Cuando Cristo le habló a sus oyentes
sobre escudriñar, se refirió no solamente a leer o releer un escrito, sino a
profundizar valiéndose de todos los elementos posibles a la mano para extraer
el máximo de verdad y provecho que se pudiese.
Nuestro nivel de vida
acostumbrados a vivir con rapidez, lamentablemente pasa por alto la riqueza del
escudriñar y por ello es fácilmente seducida y engañada. Su vista y todos sus
sentidos no han podido ser ejercitados ni perfeccionados por el hecho de no
adiestrarse en el escrutar. Esta es la razón por la que también se vive muy
someramente.
Hay que no solo leer, sino
leer con lupa, pero hay que leer con microscopio para saber más de las cosas en
realidad. Mas nada iguala leer con microscopio electrónico -hablando
figuradamente-.
Las palabras de Cristo han de
repercutir hoy más que nunca en nuestras conciencias. Su mandamiento nos debe
hacer reflexionar sobre retornar a las Escrituras para encontrarle tal cual
está expresado porque de seguro estamos dejando preciosa revelación sin
descubrir.
Y es que la Escritura posee un
ADN de Vida que no lo tiene ningún otro escrito que exista sobre esta tierra,
el cual se comunica con nuestro interior tan al presente y tan particularmente
con cada cual. ¡Qué maravilla!
Además contamos con el
Espíritu del Señor para ser enseñados. No estamos solos en ese deseo de
aprender y escudriñar. El apóstol Juan nos lo dice de manera elocuente: “Os he escrito esto sobre los que os
engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y
no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña
todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado,
permaneced en él”. 1° Juan 2: 26 y 27.
Compagina muy bien con lo dicho por el Señor “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14: 26
¡Qué maravilloso pensar que con el Espíritu,
también el Señor nos entregó su revelación! Y esta se activa cuando venimos a
su Palabra con un corazón sencillo y hambriento por conocerle.
Necesariamente requiere una comunión primera y
genuina con el autor de la Escritura antes de siquiera querer entrar a conocer
la verdad que nos quiere mostrar en su Palabra. ADN espiritual comunicándose
con nuestro ADN espiritual. Por eso la Biblia sin espíritu es solo letra. Papel
y tinta.
Hermano, le invito a estar muy
atento a aquellos que le enseñan la buena Palabra guiados por el Espíritu.
Definitivamente es el deseo del corazón de Dios.
Pero ellos no pueden estar con
usted 24 horas al día, ni le conocen profundamente como si le conoce el Señor
por lo que cuenta con toda la posibilidad de aprender muchísimo a los pies del
Maestro. Solo acuda con tiempo (lupa), sin prejuicios (microscopio) y fe
(microscopio electrónico) y Él le enseñará. Entonces la Escritura se abrirá
ante sus ojos en “filmación a alta velocidad” y “en alta definición”.