lunes, 13 de abril de 2015

El conocimiento nos debe llevar necesariamente al amor (Las 7 cosas que Dios pide). 1° parte



El conocimiento nos debe llevar necesariamente al amor
(Las 7 cosas que Dios pide). 1° parte
Escrito autóctono

“Así dijo El Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy El Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice El Señor”.  Jeremías 9: 23-24


Fue plan de Dios liberarnos por medio del conocimiento de la verdad (“…y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” Juan 8: 32)

Poseer libertad pero para proceder a la misericordia, al juicio y a la justicia. En otras palabras Libertad para amar.

La Escritura insiste en que Dios es misericordioso y justo. Son atributos Divinos que permiten un balance importante en el accionar de Dios que es perfecto. Interesantemente no están allí solo para mostrarnos parte de cómo es Él sino para que los aprendamos, pues su deseo es que su pueblo también muestre en sí el mismo balance. (“…porque estas cosas quiero, dice el Señor”)

Podríamos interpretar que son las cosas que Él ama y dejarlo hasta allí. Pero el contexto de toda la Palabra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nos confirma su intención de que asimilemos igualmente en nosotros cada uno de esos atributos para desarrollarlos en nuestro trato para con los demás y en nuestra relación con Él.

¿Qué significa obrar con misericordia, juicio y justicia? ¿Qué significa entenderle y conocerle?

Analizaremos uno a uno estos 5 elementos y hallaremos en el camino dos más que se les asocian.

Jesús reprocho a los fariseos el cinismo que tenían de hablar de Dios pretendiendo ser celosos de sus cosas pero en la realidad ignorando su esencia. Mateo 9: 13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.

Millones de personas hoy tienen la misma situación. Para ellos Dios es justo y misericordioso; para ellos Dios habla verdad, pero no viven ni conocen lo que es esa realidad pues no saben o no han querido ser transformados en ella.

Hoy muchos buscan el poder de Dios, anhelan su sabiduría, hacen alarde de la santidad y aún sirven a Dios pero no se ejercitan en la misericordia, ni operan en justicia, ni hacen juicio.

La misericordia de Dios hace que los hombres -siendo pecadores empedernidos-, todavía estemos aquí. No desea nuestra muerte, no quiere nuestra perdición, no nos condena. Contrario a todo eso más bien nos ama y se dio a sí mismo para alcanzarnos. No le buscamos nosotros a Él sino Él vino a nosotros. Su amor fue mostrado primero a nosotros por lo cual ahora nosotros también le amamos. (1° Juan 4: 19). Esa verdad debe comunicarnos un interés que Él continúa teniendo por la humanidad no queriendo que ni uno solo se pierda más que todos procedamos al arrepentimiento (2° Pedro 3: 9b).

La misericordia de Dios nos llama a la reconciliación como un ruego y no como una imposición de alguien que tiene todo el poder de obligarnos si lo quisiera pues tiene de sobra cómo hacerlo. Eso debemos entenderlo y obrar de la misma forma para con el pecador.  Algunos quisieran a la manera de Jonás, ver la Ira de Dios manifestada en castigo sobre los impíos con tal de satisfacer su propio anhelo de venganza. Muchos hasta se alegran cuando Dios castiga al pecador, pero la Palabra nos llama a ver esa situación y reflexionar para con nosotros mismos, nunca a alegrarnos (Proverbios 24: 17 y 18). Muchos parecen tener un látigo de púas en sus manos para tratar a los demás, pero Dios no nos trata a nosotros de esa manera  sino que nos muestra aún en eso su misericordia al intentar llegar a nuestro corazón.

La misericordia de Dios nos habla del perdón. ¿Y quién no reconoce que Dios es ampliamente perdonador y que olvida, ¡sí, olvida! nuestro pecado cuando se lo hemos confesado y nos hemos arrepentido? Tanto nos ha enseñado el perdón como un ejemplo en Él mismo que nos lo pide como un requisito a todos cuantos queramos experimentarlo; que también perdonemos. (Marcos 11: 25 y 26)

Nos enseña Dios que es tardo para la ira y grande en misericordia. Esa paciencia de Dios ha pasado por alto también nuestra ignorancia. (Hechos 17: 30; Rom. 3: 25).

Continuará…