domingo, 13 de diciembre de 2015

Conversaciones de iglesia (14º Parte) Final.



Conversaciones de iglesia (14º Parte) Final.
Escrito autóctono

Continuación…

Comprendamos que a todo lo de Dios, nosotros los seres humanos estamos nulos si Él no se nos revela. No podemos andar por allí alardeando de que nosotros sí entendemos o podemos hacer las cosas. “Separados de Él nada podemos hacer” dijo el Señor mismo (Juan: 15: 5b); si Él no nos liberta, no podemos ser libres, porque su libertad no es de este mundo ni funciona como la de aquí, es celestial. No podemos entenderla ni manipularla porque no es nuestra.  ¿Por qué no terminamos de comprender eso?

Entonces captamos, no en nuestro intelecto, no sabría explicarlo, pero de alguna forma el misterio de Dios se hace de la nada en nosotros -así como lo comenté antes-, como un día Él dijo “sea la luz” y la luz fue. Es igual. Y note que hubo luz antes de haber sol. Esa luz no era de este mundo ni de esta dimensión.

La luz que iluminó aquella desordenada, vacía y tenebrosa creación al principio, era la luz de su Gloria, visible solo y hasta ese momento en el ámbito o dimensión celestial pero no en este. Se ha preguntado ¿cómo Dios siendo luz no iluminó Él mismo aquellas tinieblas? Porque su luz no se había revelado a esta dimensión. A la voz de su Palabra, su luz gloriosa se manifestó aquí en nuestra dimensión.  Es la misma luz que ilumina nuestra razón cuando Él se revela y da la orden. Es la gloriosa luz con que vieron resplandecer a Cristo, Moisés y Elías en el monte de la transfiguración aquellos discípulos.  La luz que cegó a Saulo camino a Damasco. No es la luz de nuestro sol. Es más poderosa que la más poderosa luz que exista en nuestra dimensión.

Pero se hace visible hasta que Dios lo ordena. Nosotros no podemos ni sabemos cómo hacerla visible.

La Palabra dice que Cristo mismo es esa luz gloriosa (Juan 1: 9; Heb. 1: 3). Pero nadie le conocerá realmente si Él no se le revela.

Escuche esta gran verdad: Muchos piensan que ver la iglesia es ir a un sitio. O como millones que creen que la iglesia es el local a donde asisten. ¡Qué pobre percepción de ella!. Otros quizá creen estarla viendo cuando están en un culto congregados. Pero igualmente no deja de ser apenas una ilusión. Ni siquiera la verías conociendo un grupo de creyentes genuinos. Ellos son tan solo una micro parte. Aún ni juntando a todos los creyentes de tu época tienes a la iglesia. Faltan todos cuantos la han conformado. Pero ni aún así estaría completa. Faltan todos los que serán unidos a ella en esta dimensión pero que ya la conforman en la eternidad.  Por eso no es tan simple como creemos que es. Y como tampoco podemos verla, no podemos asirla, ni mucho menos manipularla. Es del Señor.

Y tal como le sucedió al mismo Señor; que aunque muchos le vieron físicamente hace 2000 años, Cristo no les fue revelado a su corazón y no le conocieron. 

Los conceptos, las formas, las figuras, los estilos y todo lo que sabemos de la iglesia hoy día son de fuentes humanas intentando interpretar las Escrituras y aplicando lo que creen es de iluminación divina. Eso las convierte en patrañas. Pero ¡¿qué, en la realidad eterna de la iglesia que es su verdadera realidad?! Allí no sabemos ni podemos pretender saberlo. Pero la religión funciona copiando vez tras vez, siglo a siglo la misma figura que se continúa heredando de los hombres y lo defienden a muerte como de la Palabra. ¡Qué fiasco!

Hay solo una forma de iglesia, la de Dios, tal como la diseñó y funcionó durante los tres primeros siglos de nuestra era. Si tuviésemos que ser, deberíamos ser esa. Es más, deberíamos continuar siendo esa sin cambio alguno. Lo que vemos hoy no es ni su sombra. Dios decidió ocultarla a los hombres.

De hecho me hace pensar que fue más bien su plan el que todo se convirtiera en lo que es hoy para que los suyos sí experimentaran la iglesia genuina, esa que continúa y se mantiene invisible a los ojos de los hombres.

Porque su iglesia sigue existiendo y surge en cualquier lugar como Él lo quiere y sin que intervengan los hombres para ser quien ella es desde la eternidad, etérea ante nuestros ojos. Dios continúa definiendo los corazones que la conforman, (gente que le escucha y obedece a su mandato). Precioso pueblo que la constituye en su esencia; santo, apartado del mundo, glorioso, que muestra y huele a Cristo. Sin duda muchos que inclusive están dentro de la iglesia tradicional pero también muchos que no participan de dicha iglesia; -sistema creado y manejado por los hombres que grita y dice “aquí estamos”, haciendo lo que sea para hacerse sentir y ser reconocidos con el único fin de captar más adeptos para sí que, ignorando la Palabra, son envueltos en su forma-.

¡Que el Señor nos tenga por dignos no solo de ser parte de su casa genuina (la iglesia real) sino también de mirar su gloria y belleza!

…“¡Oh tú, iglesia preciosa, doquiera estés y continúes surgiendo por el designio bendito del Señor, eres el anhelo de nuestra alma, nuestra vida y pasión!”

Fin.


Próxima serie: Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos