Conversaciones de iglesia (14º Parte) Final.
Escrito autóctono
Continuación…
Comprendamos
que a todo lo de Dios, nosotros los seres humanos estamos nulos si Él no se nos
revela. No podemos andar por allí alardeando de que nosotros sí entendemos o podemos
hacer las cosas. “Separados de Él nada
podemos hacer” dijo el Señor mismo (Juan:
15: 5b); si Él no nos liberta, no podemos ser libres, porque su libertad no
es de este mundo ni funciona como la de aquí, es celestial. No podemos
entenderla ni manipularla porque no es nuestra. ¿Por qué no terminamos de comprender eso?
Entonces
captamos, no en nuestro intelecto, no sabría explicarlo, pero de alguna forma
el misterio de Dios se hace de la nada en nosotros -así como lo comenté antes-,
como un día Él dijo “sea la luz” y la luz fue. Es igual. Y note que hubo luz
antes de haber sol. Esa luz no era de este mundo ni de esta dimensión.
La
luz que iluminó aquella desordenada, vacía y tenebrosa creación al principio, era la luz de
su Gloria, visible solo y hasta ese momento en el ámbito o dimensión celestial
pero no en este. Se ha preguntado ¿cómo Dios siendo luz no iluminó Él mismo
aquellas tinieblas? Porque su luz no se había revelado a esta dimensión. A la
voz de su Palabra, su luz gloriosa se manifestó aquí en nuestra dimensión. Es la misma luz que ilumina nuestra razón
cuando Él se revela y da la orden. Es la gloriosa luz con que vieron
resplandecer a Cristo, Moisés y Elías en el monte de la transfiguración
aquellos discípulos. La luz que cegó a
Saulo camino a Damasco. No es la luz de nuestro sol. Es más poderosa que la más
poderosa luz que exista en nuestra dimensión.
Pero
se hace visible hasta que Dios lo ordena. Nosotros no podemos ni sabemos cómo
hacerla visible.
La
Palabra dice que Cristo mismo es esa luz gloriosa (Juan 1: 9; Heb. 1: 3). Pero nadie le conocerá realmente si Él no se
le revela.
Escuche
esta gran verdad: Muchos piensan que ver la iglesia es ir a un sitio. O como millones que creen que la iglesia es el local a donde asisten. ¡Qué
pobre percepción de ella!. Otros quizá creen estarla viendo cuando están en un culto congregados. Pero igualmente no deja de ser apenas una ilusión. Ni siquiera la verías conociendo un grupo de
creyentes genuinos. Ellos son tan solo una micro parte. Aún ni juntando a todos
los creyentes de tu época tienes a la iglesia. Faltan todos cuantos la han
conformado. Pero ni aún así estaría completa. Faltan todos los que serán unidos a ella en
esta dimensión pero que ya la conforman en la eternidad. Por eso no es tan simple como creemos que es.
Y como tampoco podemos verla, no podemos asirla, ni mucho menos manipularla. Es
del Señor.
Y
tal como le sucedió al mismo Señor; que aunque muchos le vieron físicamente hace 2000
años, Cristo no les fue revelado a su corazón y no le conocieron.
Los
conceptos, las formas, las figuras, los estilos y todo lo que sabemos de la
iglesia hoy día son de fuentes humanas intentando interpretar las Escrituras y
aplicando lo que creen es de iluminación divina. Eso las convierte en patrañas. Pero ¡¿qué, en la realidad
eterna de la iglesia que es su verdadera realidad?! Allí no sabemos ni podemos
pretender saberlo. Pero la religión funciona copiando vez tras vez, siglo a siglo
la misma figura que se continúa heredando de los hombres y lo defienden a muerte como de
la Palabra. ¡Qué fiasco!
Hay
solo una forma de iglesia, la de Dios, tal como la diseñó y funcionó durante
los tres primeros siglos de nuestra era. Si tuviésemos que ser, deberíamos ser
esa. Es más, deberíamos continuar siendo esa sin cambio alguno. Lo que vemos hoy no es ni su sombra. Dios decidió ocultarla a los hombres.
De
hecho me hace pensar que fue más bien su plan el que todo se convirtiera en lo
que es hoy para que los suyos sí experimentaran la iglesia genuina, esa que continúa
y se mantiene invisible a los ojos de los hombres.
Porque
su iglesia sigue existiendo y surge en cualquier lugar como Él lo quiere y sin
que intervengan los hombres para ser quien ella es desde la eternidad, etérea
ante nuestros ojos. Dios continúa definiendo los corazones que la conforman, (gente
que le escucha y obedece a su mandato). Precioso pueblo que la constituye en su
esencia; santo, apartado del mundo, glorioso, que muestra y huele a Cristo. Sin
duda muchos que inclusive están dentro de la iglesia tradicional pero también
muchos que no participan de dicha iglesia; -sistema creado y manejado por los
hombres que grita y dice “aquí estamos”, haciendo lo que sea para hacerse
sentir y ser reconocidos con el único fin de captar más adeptos para sí que, ignorando la Palabra, son envueltos en su forma-.
¡Que
el Señor nos tenga por dignos no solo de ser parte de su casa genuina (la
iglesia real) sino también de mirar su gloria y belleza!
…“¡Oh tú, iglesia preciosa, doquiera estés y
continúes surgiendo por el designio bendito del Señor, eres el anhelo de nuestra
alma, nuestra vida y pasión!”
Fin.
Próxima serie:
Lo que Dios bendice y lo que nosotros bendecimos