La alabanza suprema (2° parte)
Escrito autóctono
Continuación…
Nunca nadie me habló de un glorioso culto de
alabanza en que la música brillara por su ausencia.
Pero si todo lo que respira es motivado en la
Palabra a alabar a Dios, entonces ¿cómo alaba a Dios una planta o una hormiga?
Nunca he visto a un árbol cantar o a una mariposa tocar un instrumento. Tampoco
a un gato o un perro "ministrar".
Lo cierto es que todos ellos alaban a Dios porque respiran, aún los
peces mismos lo hacen. (Job 12: 7-9)
Bien,
y yo que respiro, solo lo hago si hay música o me sé la última alabanza que
está de moda.
Insisto,
¡qué cortos nos hemos quedado en cuanto alabar a Dios!
Hay
quienes no saben que podrían alabar a Dios en sus trabajos, en la calle,
mientras viajan, mientras van de compras, aún cuando hay problemas o se
atraviesa la tormenta más terrible o se está en una cama enfermo… (“en todo tiempo” Salmo 34: 1).
Cualquiera
nos tomaría por dementes si nos ponemos a cantar canciones en circunstancias como
esas ¿no le parece? ¿Acaso no sería desequilibrado ponerse a cantar una canción
o creer que es eso lo que nos pide Dios cuando nos quedamos sin trabajo, o nos
cortan la luz, cuando muere un ser querido o quizá estando enfermos en una
cama? Algún religioso le dirá que sí, que “sacrifique alabanza” aunque cantar
sea lo último que le sale.
La
Palabra bien define que una actitud de alegría es buena razón para cantar (Santiago
5: 13b) y por cierto, no es necesario estar en la mejor de las
condiciones para mantener un corazón alegre y agradecido con Dios que nos inste
a cantar conforme leemos en la propia experiencia del apóstol Pablo (Hechos
16: 24 y 25)
¡Qué
cortos nos hemos quedado en alabar!
Si
alabar a Dios es decir lo maravilloso que es Él y cuán grandes obras hace, creo
que nos hemos dado más a la tarea de alabar, pero alabar a todo lo que no tiene
nada que ver con Dios que a Dios.
Sí,
alabamos a nuestro hijos frente a todos resaltando lo buenos que son en el
estudio, alabamos a nuestros políticos cuando son las épocas de elecciones,
alabamos a nuestra selección nacional de fútbol cuando gana a sus adversarios,
alabamos nuestro vehículo contándole a todos lo bueno que nos salió y lo
económico que es. Nos alabamos a nosotros mismos contándoles a todos lo
exitosos que somos o las buenas decisiones que tomamos. Alabamos a nuestros líderes
y a la iglesia en que estamos queriendo que todos vayan y vean como la Gloria
de Dios sí que se manifiesta allí.
Alabamos,
alabamos, alabamos… y no pedimos guitarra para hacerlo.
¿Me
estoy explicando? ¡Qué cortos nos hemos quedado en alabar!
Continuará…