domingo, 12 de marzo de 2017

La alabanza suprema (2° parte)



La alabanza suprema (2° parte)
Escrito autóctono

Continuación…

Nunca nadie me habló de un glorioso culto de alabanza en que la música brillara por su ausencia.

Pero si todo lo que respira es motivado en la Palabra a alabar a Dios, entonces ¿cómo alaba a Dios una planta o una hormiga? Nunca he visto a un árbol cantar o a una mariposa tocar un instrumento. Tampoco a un gato o un perro "ministrar".  Lo cierto es que todos ellos alaban a Dios porque respiran, aún los peces mismos lo hacen. (Job 12: 7-9)
  
Bien, y yo que respiro, solo lo hago si hay música o me sé la última alabanza que está de moda.

Insisto, ¡qué cortos nos hemos quedado en cuanto alabar a Dios!

Hay quienes no saben que podrían alabar a Dios en sus trabajos, en la calle, mientras viajan, mientras van de compras, aún cuando hay problemas o se atraviesa la tormenta más terrible o se está en una cama enfermo… (“en todo tiempo” Salmo 34: 1).

Cualquiera nos tomaría por dementes si nos ponemos a cantar canciones en circunstancias como esas ¿no le parece? ¿Acaso no sería desequilibrado ponerse a cantar una canción o creer que es eso lo que nos pide Dios cuando nos quedamos sin trabajo, o nos cortan la luz, cuando muere un ser querido o quizá estando enfermos en una cama? Algún religioso le dirá que sí, que “sacrifique alabanza” aunque cantar sea lo último que le sale.

La Palabra bien define que una actitud de alegría es buena razón para cantar (Santiago 5: 13b) y por cierto, no es necesario estar en la mejor de las condiciones para mantener un corazón alegre y agradecido con Dios que nos inste a cantar conforme leemos en la propia experiencia del apóstol Pablo (Hechos 16: 24 y 25)

¡Qué cortos nos hemos quedado en alabar!

Si alabar a Dios es decir lo maravilloso que es Él y cuán grandes obras hace, creo que nos hemos dado más a la tarea de alabar, pero alabar a todo lo que no tiene nada que ver con Dios que a Dios.

Sí, alabamos a nuestro hijos frente a todos resaltando lo buenos que son en el estudio, alabamos a nuestros políticos cuando son las épocas de elecciones, alabamos a nuestra selección nacional de fútbol cuando gana a sus adversarios, alabamos nuestro vehículo contándole a todos lo bueno que nos salió y lo económico que es. Nos alabamos a nosotros mismos contándoles a todos lo exitosos que somos o las buenas decisiones que tomamos. Alabamos a nuestros líderes y a la iglesia en que estamos queriendo que todos vayan y vean como la Gloria de Dios sí que se manifiesta allí.

Alabamos, alabamos, alabamos… y no pedimos guitarra para hacerlo.

¿Me estoy explicando? ¡Qué cortos nos hemos quedado en alabar!


Continuará…