“No dejando de congregarnos…” Heb. 10: 25 (3ª y última parte)
Escrito
autóctono
Continuación…
…“En algún punto nos perdimos en programas y activismos
que nada tienen que ver con la Palabra”.
¿Dónde nos perdimos en eventos y formas,
entretenimientos, etc, etc.?
Le diré en qué punto: cuando nos acogimos a la tradición.
Cuando tomamos el control nosotros. Mire las barbaridades. Cuando creímos que
era mejor que unos cuantos con vocación se dedicaran a las cosas de Dios y se
encargaran de ministrarnos. Nosotros les pagaríamos. Cuando tomamos a Dios y lo
encerramos en un edificio (que santificamos como su casa) y decidimos visitarlo
cuando el calendario nos lo definiera, eso sí santificando también un día en
especial a la semana y un horario para sin falta ir a visitarlo. Cuando permitimos que nos impusieran costumbres mundanales y tradiciones de hombres. Así de serio.
Al preguntarle a la persona con quien conversaba si
recordaba cuándo fue la última vez que estuvo en una reunión en que todos los
presentes tuvieron la oportunidad de fluir ordenadamente con sus dones, me
contestó: “no recuerdo nunca ni una sola vez. De hecho creo que la mayoría ni
saben qué don tienen”.
Entonces esa persona y todos los creyentes que conoce, se
han congregado infinidad de veces, pero ninguna para lo que dice el pasaje de
Hebreos 10: 25 que debía ser.
Irónico y sorprendente, ¿no es cierto?
Jesús dijo que estaría en medio de dos o tres que se
congregaran en su Nombre, pero la verdad es que terminamos congregándonos
cientos y cientos de veces -“en su Nombre” jurábamos todos-, para cosas que no
son sus intereses ni mandamientos; intereses y mandamientos que nos muestra la
Palabra.
Nos hemos congregado para tertulias, para fiestas, para
eventos, aún para actividades sociales, para celebraciones de fechas festivas
que nos marcan o establecen los almanaques y no para nada que Jesús haya
mandado y en que Él fuese el Señor y “director de orquesta” motivo por el cual
nos capacitó con las herramientas necesarias para que tuviésemos razón más que
suficiente para reunirnos, solo y bajo su autoridad: funcionar haciendo uso de
los dones del Espíritu para ser edificados los unos a los otros.
Nos hemos congregado 1700 años, generación tras
generación para todo lo que se nos ocurra, menos para invocar su Nombre
permitiéndole que Él sea el Señor de su casa.
Entonces me pregunto así mismo: … entre los amados
hermanos de la iglesia tradicional cristiana y los que queremos seguir y
practicar el mandamiento claro de la Palabra ¿quiénes realmente sí estarán
cumpliendo con el mandamiento de congregarse en toda su extensión?
Parece que a nuestros hermanos en las iglesias
tradicionales eso les tiene sin cuidado, satisfechos de asistir a sus repetitivos
cultos, eso sí listos para señalar con el dedo acusador a todo el que no se
congrega en la forma que ellos lo hacen. Curioso, a pesar de que tanto ellos
como nosotros vemos que aquel día se acerca y debemos congregarnos como el
pasaje termina alertando.
¡Vaya, vaya!…
Entonces meditando en esto y aunque la conversación en
cuestión no fue la típica de un señalamiento ni condenación como normalmente sucede
con muchos de ellos -nuestros apreciados acusadores-, parece ser finalmente que
el versículo de Hebreos 10: 25 se vuelve contundentemente más bien para juzgarles
y llamarles a cuentas… a ellos.
Fin.