domingo, 21 de marzo de 2021

La Radicalidad (3° parte)

La Radicalidad (3° parte)

Continuación…

Constantino muy hábilmente manipuló supuestas discordancias de credo para unificarla bajo una sola forma de pensamiento religioso.

Pregunto, ¿Acaso los hermanos de la creciente iglesia sencilla que para ese entonces eran la entidad más estable y firme de todo lo que se conocía según los historiadores, tenían dudas respecto a si Jesús era Dios o no? (“La divinidad de Jesús” que por cierto abordo en este blog ampliamente por varias semanas en la serie “Adán y Jesús” desde la última semana de agosto del 2016 por si desea revisarlo)

Se ve a todas luces la sucia estrategia de Constantino atizando la discusión entre los obispos representantes de los grupos de creyentes de las diferentes regiones para su provecho, de manera tal que el movimiento resultante fuera avalado por el Imperio, teniéndolo como su aliado y protector. Y lo logró, inclusive adjudicándose el liderazgo supremo de aquella mezcolanza religiosa e imponiendo una forma de cristianismo paganizado por todo lugar.

Aún así hubo grupos que no aceptaron los términos de aquella combinación y decidieron retirarse y continuar por aparte, no sin antes recibir la burla y menosprecio de los que si aceptaron aliarse al Imperio.

Sin embargo no me queda la más mínima duda que los participantes de aquel concilio, no representaban necesariamente a, ni mucho menos controlaban la esencia del rebaño de Dios (manada pequeña) Lucas 12: 32 que incluso podían ser parte de los grupos que representaban, pero que estaban claros en sus convicciones y creencias y por supuesto no seguirían el jueguito político de unirse a un movimiento de proporciones universales que pretendía poder, dominio y estabilidad antes que cualquier otra cosa. El imperio subyugador no querría nada bueno, era de esperarse. Ellos no necesitaban ningún tipo de alianza ni protección, ya tenían a su Señor quien era su real Protector. Así que no perdieron el tiempo ni aceptando ni participando de tal convocatoria ni unificación.

Esa firmeza no mejoraría su situación por supuesto, evidentemente seguirían siendo relegados, menospreciados, minimizados y odiados por no seguir la corriente mayoritaria, pero eso ni les importaba ni era nada nuevo. Ya habían sufrido por siglos maltratos y El Señor ya se los había advertido. De todas formas el mundo amará lo suyo y ellos no eran de este mundo (San Juan 15:  19).

Continuará…