Las “tres partes” del hombre 10° Parte
Continuación…
Que proponga en
este escrito el hecho de que somos el alma -algo que me parece tan claramente
planteado en la biblia-, resulta particularmente interesante leer en sus
páginas como Dios cuando habla al hombre, no habla a su cuerpo ni lo percibe a
él como el cuerpo que le dio, el cual es solo la casa para que viviera en este
mundo. Habla al hombre por medio del espíritu por el cual así mismo el hombre
puede tener consciencia de la realidad invisible (eternidad) y del Dios que le
hizo. Y eso es posible siempre y cuando el espíritu esté pleno en su función
dentro de él, es decir que haya sido vivificado por Cristo.
El cuerpo y el espíritu no nos pertenecen como para sentirnos dueños y hacer con ellos lo que nos parece. Más bien la Palabra nos recomienda que los cuidemos (1° Tesalonicenses 5: 23), que les proporcionemos todo lo necesario para que estén vitalizados en relación con Dios para que nosotros (el alma) seamos resguardados en Cristo el Señor. Necesitamos al Espíritu Santo en nosotros definitivamente para que la Vida del Padre fluya en todo nuestro ser por medio del espíritu que Él puso en nosotros que vivificado por el sacrificio de Cristo nos renueva. Entonces el cuerpo (la carne) que una vez estuviera presa del pecado, ahora es libre para servir al Señor y hacer lo que a Dios le agrada todo el tiempo. No se cumple que sigamos viviendo en pecado habiendo sido vivificados como muchos inclusive creen. Todo lo anterior ha de quedar atrás porque ahora somos nuevos (2° Corintios 5: 17).
Por ejemplo y compartiendo más acerca de cómo se han asimilado estas partes desde el cristianismo tradicional, por mucho tiempo he escuchado expresiones tales como: “No somos seres terrenales teniendo una experiencia espiritual sino seres espirituales teniendo una experiencia terrenal”.
¿Qué piensa usted de esa expresión conociendo la doctrina bíblica que hemos venido analizando?
¿Sabe…?, suena bonito y hasta tiene tintes de revelación, pero por lo indagado, es un error doctrinal y un mal entender si ya hemos comprendido que somos el alma y no el espíritu.
Continuará…