Las “tres partes” del hombre 53° y última Parte
Continuación…
Ahora bien, el
Señor al morir también salió de su cuerpo en su espíritu y este le trasladó por
mano del Padre no a su presencia, sino a esos sitios profundos, por lo que
resalta la Palabra que fue en el espíritu allí y no como espíritu que es
diferente. No debemos pasar por alto el detalle que nos aporta la Escritura
misma. De nuevo, el Señor nunca se convirtió en un espíritu en esa experiencia.
He allí la explicación clara.
Debemos comprender que ir en el espíritu a otro sitio que no sea a la presencia de Dios, no es algo que nos pasará a ninguno de nosotros. A Cristo le ocurrió diferente en su muerte, por la misión que tenía. Y no solo fue en el espíritu allí, sino que regresó para tomar su cuerpo glorificado al resucitar tres días después para permanecer acá sobre la tierra 40 días más. Por ello su resurrección fue también diferente.
CONCLUSIÓN
Para terminar,
desconozco si algún otro consiervo en el Señor ha llegado a conclusiones
similares a estas investigando sin prejuicios. En todos estos años no he
escuchado ni leído a nadie expresar ideas como estas. No me da temor porque
tiene todo el fundamento de la Palabra. Tampoco con ello quiero decir que estoy
generando una nueva forma de comprender el tema, pero creo que nos debe llamar
a la reflexión. Forme usted sus propias conclusiones sobre este escrito y si en
algo le es de bendición o ilumina su percepción, agradezco al Señor, pues lo
que indagamos y escribimos lo hacemos con mucho temblor y cuidado.
No escribo pensando en que el que lea debe estar de acuerdo conmigo, pero al menos debe de tener una buena conciencia cimentada en la Palabra sobre estos aspectos doctrinales tan significativos y delicados por todo lo que representan.
Hay doctrinas que se han generado durante siglos, y todavía hoy a pesar del conocimiento que hemos llegado a alcanzar, parecen inconmovibles al punto de que resuenan muy fuerte en muchos ámbitos cristianos de manera que cualquier cosa que suene diferente, es visto con recelo sin permitirse al menos indagar los argumentos.
Siempre he creído que la única que nos puede guiar seriamente en todos estos aspectos es definitivamente la Palabra de Dios con la intervención del Espíritu Santo como maestro. Si acudimos sincera pero humildemente a Él, aprendemos. Así nos lo dice la Escritura en su propia recomendación: Juan 5: 39; 14: 26; 2° Pedro 1: 19-21; 1° Juan 2: 27.
Por lo tanto, le hago la invitación a que usted revise todos estos postulados con biblia en mano y escuche al Espíritu, pero sobre todo que Él tenga total libertad para cambiar los conceptos que no son de Él en usted. Amén.