domingo, 20 de noviembre de 2022

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 8° Parte

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 8° Parte

Continuación…

Buscando en el resto de la Palabra, es interesante descubrir de entrada que la figura “aceptar a Cristo” no existe. No está ni siquiera como concepto. Ahora bien… dicha expresión va muy de la mano con otra que se utiliza muy paralelamente y que si aparece en la Escritura como comprobamos en los pasajes dados y es: “recibir a Cristo”. Pero, ¿a qué se refiere?

¿A Cristo se le puede aceptar o recibir en el contexto de la salvación? La primera figura, ni existe; la segunda, no aplica. ¿Es esto una contradicción a la Palabra? Por supuesto que no. Hay razones claras y de peso, doctrinalmente hablando para decirlo y lo analizaremos en instantes.

Pero se convirtió en doctrina inobjetable para sus defensores algo que basan en algunos disque versículos “fuertes”, pero que por lo visto no profundizaron para detectar un error serio que esa forma generaba.

¿Por qué convertir en doctrina y santificar algo que no aparece en la Escritura como lo es  “aceptar a Cristo”? Encima sin analizar un posible daño intrínseco en el concepto -reitero-.

Le puede sonar duro y hasta pesado, pero es importante que lea la razón.

La Palabra no tiene nada de aceptar a Cristo por ninguna parte pero, hablando de salvación, aparece respecto a el evangelio (2° Corintios 11: 4).

Ahora respecto a “recibir”, el concepto que nos plantea la Palabra como línea doctrinal es: Marcos 4: 20; Hechos 2: 41; 8: 14; 11: 1; 17: 11;  1° Corintios 15: 1 y 2; Gálatas 1: 9; 1° Tes. 1: 6; 2: 13; 1° Tim. 4: 9. Lea también Efesios 1: 13. Interesante que tantos versículos con tanta claridad, no hayan generado un sano dogma para nosotros. Evidentemente el evangelio presenta a Cristo; Él es la razón de la buena noticia. Hay que creer en Él, hay que recibir la Palabra.

Llama la atención que no es que aceptamos al Señor, sino a su mensaje (el evangelio) y lo creemos para que produzca en nosotros su buen efecto: salvación por medio de Jesucristo que es el Salvador. Interesantemente no es si lo recibimos a Él sino más bien a su Palabra con corazón dispuesto. Se recibe la Palabra o lo que es lo mismo el evangelio el cual creyendo y permaneciendo en dicho anuncio de buena nueva, hace efectivo el propósito de Dios en nosotros. Pablo dijo: “no me avergüenzo del evangelio porque es poder de Dios para salvación…” Romanos 1: 16. De nuevo se enfatiza la buena noticia que es necesario creerla.

Continuará…