domingo, 5 de marzo de 2023

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 23° Parte

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 23° Parte

Continuación…

¡Qué maravilla el Poder de la Salvación de Dios en acción sin ninguna cosa ni ingrediente adicional que sumemos ni nos inventemos los hombres! es que no necesita nada más

Y eso era todo.

Nada de altares para que la gente viniera. Al fin y al cabo nunca existió ningún altar cristiano (tarima o púlpito) en ninguna parte del Nuevo Testamento. Completamente extraño a la sana doctrina.

Nada de presión ni insistencia a nadie a levantar su mano ni “dar un paso de fe”.

Y tan increíble como suena, nadie era invitado a ir a ninguna iglesia. Tal concepto de iglesia a donde ir no existía. Dios es quien añadía a la iglesia a los nuevos salvos. Eso de “meter gente a la iglesia” nadie podía hacerlo literalmente porque los hombres no podemos fundir a nadie a la iglesia, ni entendemos cómo lo hace Dios.

Veredicto: Al final como quiera que sea, se vea, se practique y nombre que se le dé, la aplicación de la “oración del penitente o del pecador” en la forma que se ha hecho y la conocimos dentro del cristianismo evangélico, no tiene base alguna en la Palabra. Es otro gran santificado disparate. (¡Qué duro suena, pero es verdad!). Hay que desecharlo.

Y de nuevo… si no tiene aval en la Palabra, ¿insistiremos en ella?

 

4- El altar se transforma en un lugar sagrado desde donde ministra Dios.

El invento de un altar (púlpito o escenario) que nada tiene que ver con los altares que sí aparecen en la Palabra, en un templo-iglesia material que nos inventamos los hombres, y como por un milagro se transforma en un lugar sagrado (que nada tiene de parecido ni de referencia con los que menciona la Palabra) desde donde ministra Dios, parece otro cuento fantástico de esos de las mil y una noches. Es decir, asumimos que Dios santificó un sitio solo porque lo decimos nosotros, uno que nunca estuvo en su lista de sitios santificados ni debía estar porque es uno que nos inventamos los hombres.

Continuará…