Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. 47° Parte
Continuación…
Más la mayor de las penas, será la eterna separación de Dios.
El caso es que en esta vida los males que nos aquejan pueden ser tratados y la presencia de Dios resulta vital para ello.
Por más maldad que haya en alguien, hay oportunidad en Jesucristo para esa persona mientras tiene vida.
Acá todos disfrutamos, buenos y malos, de las bendiciones de Dios aunque millones no lo conozcan ni le reconozcan. Sobre todos llueve, sobre todos sale el sol, todos tienen la experiencia de la vida y esta la recibieron de Dios.
En medio de los problemas y las enfermedades, todos abrigan esperanzas de salir y estar mejor. Frente al peligro y a la muerte, todos se aferran a un auxilio supremo.
Pero qué si no existiera esperanza alguna o se nos priva para siempre de todo cuanto hemos recibido y quedamos solos. Eso es una terrible tortura.
Acá no experimentaremos jamás una condición extrema en ese sentido, pero al morir es real, muy real para aquellos que rechazaron a Dios. Ese nexo será terriblemente cortado. Solos y desechados para toda la eternidad.
Esa es la peor cosa que nos pudiera ocurrir. Y se le suma tormento que la biblia dice hay en el sitio.
Qué horrible visión despertar en un lugar al que nadie imaginó ver ni llegar y quedar allí sin poder salir. Todo por su propia decisión, por no haber querido nunca la oportunidad de Dios que le quería evitar eso. Más que lamentable.
Veredicto: Si el infierno fuese aquí, eso no sería un castigo por la maldad, porque aquí tenemos formas de alivio y placeres a granel, pero en el infierno no existe nada de eso.
Continuará…