Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. Parte 119
Continuación...
Los mismos discípulos del Señor en algún momento pensaron que ellos tenían tal poder de mando y conmover los cielos con su palabra en contra de unos hombres, pero el Señor los ubicó reprendiéndoles con las siguientes palabras: “ustedes no saben de qué espíritu son” (Lucas 9: 54 al 56).
Creo que es la misma situación de muchos hoy. No comprenden primero que no son reyes, que la autoridad en el reino nada tiene que ver con ese deseo insaciable de darse importancia a sí mismos con poderes sobrenaturales y que todos les reconozcan, que el Soberano y Señor es Cristo y nadie fuera de Él.
Algunos quisieran que su sombra sanara a los enfermos como le ocurrió a Pedro, y que pudieran levantar a cualquier muerto, pero lo que están buscando es ser noticia y que las multitudes los sigan y hagan lo que ellos dicen. No saben de qué espíritu son.
Dios puede hacer lo que Él quiera y tiene todo poder de detener el sol, de abrir el mar, de hacer caer fuego sobre la tierra, de calmar la tormenta, de partir una montaña en dos, de resucitar los muertos. Puede hacerlo dónde y cuándo Él quiera porque Él es Dios y lo hará, pero dentro de su propósito y plan. Y por cierto no necesita a ningún vagabundo de esos para hacer su obra.
Nuestro trabajo como pueblo de Dios y cuerpo de Cristo está claramente definido en el Nuevo Testamento y no tenemos que andar metiéndonos en lo que no nos importa ni haciendo o diciendo tonterías jugando de lo que no somos. Seamos serios.
Decretar es ir demasiado lejos y jugar con la ignorancia de las personas siendo nosotros mismos los más ignorantes de todos.
Podemos creer en lo increíble porque Dios es un Dios de increíbles, pero eso no da lugar a que pensemos que Dios va a hacer lo que nosotros digamos, Él hará lo que bien le parezca cuando quiera hacerlo, pero nosotros no debemos andar asumiendo nada solo por mostrar que tenemos una gran fe, lo cual es una mentira.
Continuará…