Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. Parte 121
Continuación...
Tan solo la lectura previa nos pone el escenario de lo que viene tratando que es acerca de la fe, pero no de la sobrenaturalidad de la fe como muchos quisieran porque ni siquiera se habla allí de obras portentosas que esté haciendo alguien, sino de cómo Abraham estando en su condición de no circuncidado creyó a Dios su promesa.
Este ejemplo de su fe en dicha condición alcanza a los creyentes que también creen por la fe sin estar circuncidados por un tema de señal corporal, es decir, sin pertenecer necesariamente a aquel pueblo que se circuncidaba como signo en su carne de que formaban parte de un pueblo receptor de las promesas de Dios y escogido por Él.
Efectivamente, es la fe lo que hace la diferencia en nosotros que no somos judíos y que ahora también nos posibilita ser receptores de las promesas y bendiciones de Dios y pertenecer a un pueblo que Él se ha provisto.
Abraham creyó que Dios le daría descendencia a pesar de ser un anciano de 100 años y cuya esposa 10 años menor que él siendo ya estéril, lograría quedar embarazada según esa promesa.
Así nosotros que sin haber visto con nuestros ojos la muerte y resurrección de Cristo, creemos sin ninguna duda en ello (que Dios lo levantó de los muertos y que es el Señor).
Eso es fe que nos ha dado justificación ante los ojos de Dios y nos ha unido a su pueblo santo.
El pasaje nos recuerda que, así como al padre de la fe le fue contado por justicia creer, así todos los que son de fe. Interesantemente no dice por ninguna parte que él llamara a las cosas que no son como si fuesen, sino que es Dios el que hace eso.
¿Se da cuenta?, nada tiene que ver con super fe ni confesiones de hombres. Nada más claro que la misma Palabra bendita de Dios.
Continuará…