domingo, 4 de mayo de 2025

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. Parte 136

Doctrinas y prácticas evangélicas en el ojo del escrutinio. Parte 136

Continuación...

El ayuno genuino nos ayuda a humillarnos ante el Señor porque necesitamos estar centrados en lo que Él desea, por encima de lo que nosotros deseamos.

El caso de Nínive cuando se humilló ante Dios frente al anuncio de destrucción que se les avecinaba, ayunaron todos desde el mismo rey hasta el más simple incluyendo hasta los animales y eso alcanzó a satisfacer a Dios. Les llevó a estar justo en lo que Dios pretendía de ellos: su arrepentimiento.

Y es que arrepentimiento es algo de valientes porque no nos gusta reconocer nuestras faltas y que hemos faltado a un Dios que es Santo, rompiendo sus mandamientos en nuestro vivir. Nuestro corazón es engañoso, gustoso de creer que estamos bien, que no somos pecadores y no necesitamos pedir perdón por nuestros pecados que son constantes. Eso realmente es peligroso porque nos hace soberbios. Requerimos del ayuno para derribar nuestra altivez toda vez que nos sentimos santos y pulcros mirando a los demás por encima del hombro. La santidad verdadera no nos lleva a una actitud tal sino a una humildad misericordiosa para con los demás.

A Moisés, su ayuno de 40 días en el desierto lo afinó poniéndolo en la ruta de la perfecta voluntad de Dios que lo preparó para ser el vaso que Dios utilizaría para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto 40 años después. Eso le llevó a poner abajo su humanidad, su propio conocimiento que era mucho, sus propias fuerzas y hasta sus propios logros que en Egipto podrían haber sido muchos. Lo hizo tocar fondo, llevarlo a cero para formarlo desde allí en el propósito del Padre.

Si leemos en Isaías 58, el maravilloso pasaje del ayuno del Señor está tan claro como el agua su intención y nada tiene que ver con buscar asuntos personales, todo está definido en centrarse en lo que Dios quiere.

Veámoslo.

Continuará…