¿Se trata entonces de satanizar un local? Parte 5
Continuación…
Ser nosotros el lugar de la residencia de Dios, y que nuestro corazón se haya transformado en el Altar y no tengamos que andar buscando piedras para levantarlo, ni sacrificios de sin número de víctimas animales que ofrecer en él, es verdaderamente una bendición.
Que los días, las fiestas, los ritos y aún que tan solo una única vez al año un sacerdote pudiese entrar al lugar santísimo a interceder por los pecados propios y los del pueblo comparado con la fiesta permanente desatada en nuestro corazón y un camino abierto para que podamos ingresar a la presencia de Dios cuando queramos, es una maravilla.
Que podamos exponerle al Señor nuestras faltas a diario y venir humillados y arrepentidos ante Él a cada momento, recibiendo su perdón y limpieza, no tiene comparación con nada.
Que no tengamos que marcar (señalar) nuestro cuerpo para pertenecer a determinada nación ni adquirir sus costumbres para ser beneficiario de todo cuanto les brindaba su Dios y ahora en Cristo nos sea otorgado, es incomparable bendición.
Que la santidad perfecta que se requiere para presentarse ante Dios, y la justicia imprescindible para ser parte de su pueblo nos sea dada por y a través de Cristo porque Él la cumplió, ¡Por favor!... ¿Quién puede superar tal beneficio para un pecador que cree?
Que nosotros, gentiles desechados, ahora seamos real sacerdocio aprobado por Dios, no tiene comparación.
Que una vida desastrosa como la que llevábamos que no nos servía para nada y la mente pecaminosa que nos caracterizaba, nos sean retiradas y en su lugar se nos brinde la maravillosa vida de Dios y la mente de Cristo…, ¿no es acaso lo mejor que nos podía pasar?
Continuará…