viernes, 20 de febrero de 2015

Primordialmente por las casas… ¿Y el templo? 4° parte



Primordialmente por las casas… ¿Y el templo?  4° parte
Escrito autóctono

Continuación…

Ahora bien, respecto al templo físico, ¿hay algo que expresara el mismo Señor sobre su uso y continuidad?

¡Definitivamente!

Él destacó lo que le ocurriría de manera clara (Mateo 24: 1; Juan 4: 21). Entonces ¿qué hacemos nosotros edificando lugares de adoración para Dios y santificándolos si el último y único lugar reconocido hasta por el mismo Señor Jesús como la casa de su Padre (Juan 2: 16) fue derribado?

Si a todo lo dicho sumamos la carga económica que representan los templos modernos, que cae inmisericordemente sobre las espaldas del pueblo de Dios manteniéndose allí toda la vida, el asunto se hace terriblemente serio. Pero en la Palabra nunca diezmos, ni ofrendas ya definidas, ni primicias, ni ningún otro recurso designado por Dios, se utilizó jamás para edificar nada. Todo era para la mantención de la tribu de Leví y para las viudas, huérfanos, necesitados y extranjeros tal como lo ordenó el Señor. No hacerlo era una afrenta a Él y por ello, entre otros asuntos también de corrupción y desobediencia, Israel pagó las consecuencias.

Entonces ¿de dónde salían los recursos para edificar obras materiales? De ofrendas extraordinarias que se organizaban cuando dichas obras se debían llevar a cabo. No unían una cosa con la otra pensando en tener más recursos.

Pero hoy se le carga a la raza sacerdotal que son todos los creyentes -real sacerdocio- (1° Pedro 2: 5 y 9), esas obras encima. ¡Qué mal!, cuando debían seguir siendo ellos (el pueblo de Dios) los directamente beneficiarios de los recursos principalmente como sucedió en Hechos, si es que queremos cumplir con lo estipulado por Dios pues hizo de todos los creyentes ahora en su casa, sus sacerdotes.  

¿Dónde cambió todo? Ya lo sabemos, según vimos ampliamente en el estudio de la autoridad.

Entonces ¿De dónde salieron los templos físicos hoy?

Es importante analizarlo concienzudamente y responder a tres preguntas con toda honestidad: a- ¿De dónde viene el templo moderno según dicen quienes lo defienden?; b- ¿De dónde viene realmente?; c- ¿Cuál es el plan de Dios para este siglo?

Responderemos directa y claramente las preguntas planteadas más tarde. Antes, debemos conocer la base, es decir, sitios de adoración que muestra la biblia, para seguirle la pista a la Presencia de Dios. Sobre su importancia, lo explicaré en breve.

Comencemos como lo hacemos siempre, desde el principio

Dios y el hombre
Dios, queriendo formar una familia, creo al hombre para compartir con él cercanamente, cara a cara, y es precisamente lo que ocurrió en el Jardín del Edén. Pero todos conocemos la historia, el pecado separó al hombre de su relación con Dios y al final el ser humano tuvo que conformarse con una relación esporádica y ciertamente distante. Tan solo algunos hombres amaron compartir con Dios y Él se les manifestaba, como fue el caso de Enoc, Noé y Abraham  por mencionar solo a algunos.

Pero Dios no dejaría las cosas así, sino que en su plan de redención concebido desde la eternidad, llegaría hasta el ser humano tan cercanamente, que ya no andaría con él solamente -tal como lo hizo al principio y también hace 2000 años-, sino que lo habitaría.

Mientras tanto de vuelta al principio, el hombre tendría dentro de él la necesidad de tratar cercanamente con Dios y procuraría las posibilidades para hacerlo. En algún momento y no dudo que por instrucción divina, este comenzó a construir altares como medio o sitio para acercarse a su Dios así como para presentarle sus ofrendas como lo vemos al menos sugerido en el caso de los hijos de Adán (Caín y Abel) (Génesis 4: 1-5). Reitero que aunque no se menciona la existencia de un altar aquí, es un hecho que no presentarían ofrendas ni sacrificios en el suelo. Tampoco era la entrega meramente de un animal que seguiría vivo, sino uno que se sacrificaría  para derramar su sangre en holocausto como testimonio eterno del sacrificio del Cordero. Pero aún más, el altar llegaría a atestiguar el sitio de pacto y recordatorio generacional de ese pacto entre Dios y los hombres. El altar entonces se constituiría en el primer sitio físico de adoración e invocación del Señor; sería el sitio para invocar su Presencia y estar en ella.

Continuará…