El conocimiento nos debe
llevar necesariamente al amor
(Las 7 cosas que Dios pide).
5° parte
Escrito autóctono
Continuación…
Indaguemos ahora en tres elementos
más que ya mencionamos al principio. Tres
componentes más en lo que Dios pide.
“Misericordia quiero, y no sacrificios, y conocimiento de Dios más que holocaustos” Oseas 6: 6.
¡Cómo deben resonar estas palabras
en nuestras mentes, inducidas y programadas a querer ganarse el favor de Dios por lo que hacemos más que por creer en
lo que Él dice!
¡Conocimiento
de Dios!
Es
interesante notar que Dios pide algo que parece quebrar paradigmas tan
arraigados hasta ese momento. Un pueblo acostumbrado a los sacrificios y
holocaustos a quienes Dios abre literalmente su corazón en este pasaje anhelando
darse a entender.
“Conocer
a Dios” no es lo mismo que “Conocer de Dios” aunque ambos planteamientos son igualmente
importantes e ideales y deben ser fundamentales en aquel que desea vivir
conforme a la voluntad de Dios.
“Conocer
a Dios” define un aspecto de intimidad, más allá de solo saber de Él. Vital en
nuestro tratar con Él y que sin duda Él ama. Más “Conocer de Dios” nos llama a
indagar su pensamiento, cómo es Él. Acá no se trata solamente de escuchar y ser
enseñado sobre aspectos de Dios. No se refiere a todo lo que nos digan otros de
Él sino a lo que podamos descubrir por nosotros mismos al introducirnos en su
Palabra. Cualquiera nos podría hablar de Dios por su propia experiencia con Él,
pero Dios está más interesado en que nosotros lo aprendamos por nosotros mismos.
Cualquiera nos puede hablar de Él según ha investigado, pero el interés de Dios
es que nosotros lo investiguemos y sepamos más de Él porque amamos entenderle (“en
entenderme y conocerme se alabe el que se ha de alabar”) Jeremías 9: 24
Cada
quien entenderá de Dios de una forma tan personal que no igualará al entender
de Dios de otra persona pues Él nos hizo diferentes; con experiencias, formaciones
y situaciones heterogéneas que han requerido un trato personalizado de Dios.
Dios lo sabe y quiere que nosotros lo sepamos también. Por eso es necesario
entenderle dentro de nuestro entorno y particularidad propia para mostrarnos su
grandeza y su forma de satisfacernos plenamente.
Millones
hoy dicen conocer a Dios simplemente porque abrazaron una religión o van a una
iglesia, pero realmente en lo que están es apenas en una etapa inicial de
conociendo de Él. Muchos no pasarán de allí en toda su vida. El verdadero
conocimiento de Dios sucederá en la medida que cada quien desee conocerle por
su propio empeño. Entonces será elegible por Dios para conocerle a Él, que es
un grado de intimidad.
Es
como el amor. Todos lo necesitamos, pero cada cual tiene una forma particular
de requerirlo. Nadie lo experimenta realmente hasta que lo vive en carne propia,
aunque se haya leído una enciclopedia completa sobre el amor o escuchado hasta
la saciedad la experiencia de otros. El amor es una de esas experiencias maravillosas
que no las puede uno aprender académicamente ni a manera de gráficos en una
pizarra.
Hoy
en día hay muchos que tienen una errónea forma de considerar a Dios y sucede
por todo lo que les han dicho, no por lo que han comprobado por sí mismos. Muchos
culpan a Dios de todo cuanto les sucede o pasa en el mundo producto de la
pésima expectativa que se formaron de Dios basados en información torcida que
creyeron. Inclusive hay disque cristianos que terminaron abandonando a Dios desilusionados
debido a la mala información que obtuvieron de Él o la forma tergiversada en
que lo asimilaron, creyendo en y haciéndose un concepto errado de Dios.
No
se requiere ver su poder obrando, ni sus múltiples maravillas expuestas ante
nuestros ojos para decir que le conocemos o saber que existe. Tampoco se
requiere haber experimentado algo sobrenatural de Él como para estar definitivamente
convencidos, porque todos esos aspectos son tan solo una parte de quién es Él y
le aseguro que no tienen el poder de crear fidelidad en nadie ni es lo que Dios
pretende.
El
pueblo de Israel no solo oyó de sus portentosos hechos sino que los vio, pero
eso no evitó que le fueran infieles hasta el punto de irse tras dioses paganos
falsos. Sabían que Él era el único Dios, pero a la vez adoptaron a dioses
inexistentes y los adoraron.
Muchísimos
de los que escucharon las enseñanzas del Señor gritaron tiempo después
“¡crucifícale!”, aunque vieron sus milagros, posiblemente comieron cuando Él
multiplicó los panes y peces y hasta pudieron haber sido beneficiarios directos
de sanidad por su mano bendita. Muchos de los que proclamaron ¡Hossana, Bendito
el que viene en nombre del Señor! pidieron días después su muerte.
Continuará…