sábado, 9 de mayo de 2015

El conocimiento nos debe llevar necesariamente al amor (Las 7 cosas que Dios pide). 5° parte



El conocimiento nos debe llevar necesariamente al amor
(Las 7 cosas que Dios pide). 5° parte
Escrito autóctono

Continuación…


Indaguemos ahora en tres elementos más que ya mencionamos al principio.  Tres componentes  más en lo que Dios pide.

“Misericordia quiero, y no sacrificios, y conocimiento de Dios más que holocaustos” Oseas 6: 6.

¡Cómo deben resonar estas palabras en nuestras mentes, inducidas y programadas a querer ganarse el favor de  Dios por lo que hacemos más que por creer en lo que Él dice!

¡Conocimiento de Dios!

Es interesante notar que Dios pide algo que parece quebrar paradigmas tan arraigados hasta ese momento. Un pueblo acostumbrado a los sacrificios y holocaustos a quienes Dios abre literalmente su corazón en este pasaje anhelando darse a entender.

“Conocer a Dios” no es lo mismo que “Conocer de Dios” aunque ambos planteamientos son igualmente importantes e ideales y deben ser fundamentales en aquel que desea vivir conforme a la voluntad de Dios.

“Conocer a Dios” define un aspecto de intimidad, más allá de solo saber de Él. Vital en nuestro tratar con Él y que sin duda Él ama. Más “Conocer de Dios” nos llama a indagar su pensamiento, cómo es Él. Acá no se trata solamente de escuchar y ser enseñado sobre aspectos de Dios. No se refiere a todo lo que nos digan otros de Él sino a lo que podamos descubrir por nosotros mismos al introducirnos en su Palabra. Cualquiera nos podría hablar de Dios por su propia experiencia con Él, pero Dios está más interesado en que nosotros lo aprendamos por nosotros mismos. Cualquiera nos puede hablar de Él según ha investigado, pero el interés de Dios es que nosotros lo investiguemos y sepamos más de Él porque amamos entenderle (“en entenderme y conocerme se alabe el que se ha de alabar”) Jeremías 9: 24

Cada quien entenderá de Dios de una forma tan personal que no igualará al entender de Dios de otra persona pues Él nos hizo diferentes; con experiencias, formaciones y situaciones heterogéneas que han requerido un trato personalizado de Dios. Dios lo sabe y quiere que nosotros lo sepamos también. Por eso es necesario entenderle dentro de nuestro entorno y particularidad propia para mostrarnos su grandeza y su forma de satisfacernos plenamente.

Millones hoy dicen conocer a Dios simplemente porque abrazaron una religión o van a una iglesia, pero realmente en lo que están es apenas en una etapa inicial de conociendo de Él. Muchos no pasarán de allí en toda su vida. El verdadero conocimiento de Dios sucederá en la medida que cada quien desee conocerle por su propio empeño. Entonces será elegible por Dios para conocerle a Él, que es un grado de intimidad.  

Es como el amor. Todos lo necesitamos, pero cada cual tiene una forma particular de requerirlo. Nadie lo experimenta realmente hasta que lo vive en carne propia, aunque se haya leído una enciclopedia completa sobre el amor o escuchado hasta la saciedad la experiencia de otros. El amor es una de esas experiencias maravillosas que no las puede uno aprender académicamente ni a manera de gráficos en una pizarra.

Hoy en día hay muchos que tienen una errónea forma de considerar a Dios y sucede por todo lo que les han dicho, no por lo que han comprobado por sí mismos. Muchos culpan a Dios de todo cuanto les sucede o pasa en el mundo producto de la pésima expectativa que se formaron de Dios basados en información torcida que creyeron. Inclusive hay disque cristianos que terminaron abandonando a Dios desilusionados debido a la mala información que obtuvieron de Él o la forma tergiversada en que lo asimilaron, creyendo en y haciéndose un concepto errado de Dios.

No se requiere ver su poder obrando, ni sus múltiples maravillas expuestas ante nuestros ojos para decir que le conocemos o saber que existe. Tampoco se requiere haber experimentado algo sobrenatural de Él como para estar definitivamente convencidos, porque todos esos aspectos son tan solo una parte de quién es Él y le aseguro que no tienen el poder de crear fidelidad en nadie ni es lo que Dios pretende.

El pueblo de Israel no solo oyó de sus portentosos hechos sino que los vio, pero eso no evitó que le fueran infieles hasta el punto de irse tras dioses paganos falsos. Sabían que Él era el único Dios, pero a la vez adoptaron a dioses inexistentes y los adoraron.

Muchísimos de los que escucharon las enseñanzas del Señor gritaron tiempo después “¡crucifícale!”, aunque vieron sus milagros, posiblemente comieron cuando Él multiplicó los panes y peces y hasta pudieron haber sido beneficiarios directos de sanidad por su mano bendita. Muchos de los que proclamaron ¡Hossana, Bendito el que viene en nombre del Señor! pidieron días después su muerte.

Continuará…